SIN PISTA
Nadie vio, nadie escuchó, nadie dijo nada,
sin pista y sin conclusiones, otro caso sin resolver. ¿Quién había matado a Oscar?,
¿Qué fue lo pasó en el bar? ¿Quién puede decirlo? Y quien hable su destino será
marcado por Martín quien podía decidir quién vive y quién muere.
Solo se sabe que Helena y Regia tuvieron
algunas diferencias. Era otra incógnita para el inspector Mario quien tenía en
un pizarrón varios nombres y conexiones que todos llevaba a la familia Del
Monte. Por un lado estaba Mía, la Guaricha y Manuel, por otro lado Daniel y
Karla, también se encontraba el cuerpo desaparecido de Gabriel y por último la
relación que hay esta familia con la mafia de la droga.
Había que ir, a la mansión Del Monte otra
vez, y volver a indagar, esta vez no era obtener información sino buscar alguna
pista insignificante que podría llevarlo a algo.
-Voy a la familia Del Monte
Mario se encaminó a la mansión, con más
preguntas que respuestas, y entre esos pensamientos se encontraba la mirada de
Lupe que aprovecharía verla una vez más.
LA CITA
Ese día muy temprano Marisol se levantó
con su nueva vida. Regia le había otorgado un nuevo cuarto con todos los lujos
casi igual a la de ella. Por lo que dejó de llamar a Xavier y tener algún
contacto con él, por lo que no le contestaba los mensajes. Marisol se había
desentendido de la cocina y en ocasiones por alguna razón comía con la familia
con el permiso de Regia. Tenía permiso de estar en la piscina el tiempo que
quisiera por lo que se alistaba para hacerlo. Pero había recibido una tarjeta
que decía “Un viaje para ti. Ponte el mejor traje, y aquel abrigo negro de
faralao de plumas que te compré y ese sombrero vino tinto que tan bonito te
queda. Y me esperas en la entrada de la casa que alguien te pasará buscando”.
Marisol sin pensarlo dos veces, se alistó
con las indicaciones de Regia, esta vez no se despidió de Maxi y mucho menos de
Lupe caminó hacia la entrada y esperó a la limoscina, veía la hora que
transcurría lentamente y Marisol se impacientaba. Veía el teléfono sonar una y
otra vez, y todos los mensajes que le llegaba de Xavier que decía “Te extraño
Marisol, todavía estamos a tiempo” y en esta ocasión respondió “También te
extraño, pero no me entiendes y es mejor que nos separemos”. Después de
escribir esas palabras se secó las lágrimas, porque aún así lo amaba.
La limoscina llegó y esta vez nadie salió
abrirle la puerta, por lo que ella entró en la parte trasera del automóvil.
-¿A dónde me llevas?
El chofer no respondió.
-¿Cuál es su nombre señor?
Ella trataba de mirar el rostro del chofer
por el retrovisor y no podía verle el rostro.
-Mi nombre es Marisol, y la señorita Regia
me invitó para un viaje sorpresa… Es muy buena esa señorita… a todos le parece
muy odiosa pero conmigo a sigo muy buena… al principio me pareció muy pero muy… mejor no digo nada, pues me puedo
meter en problemas, me ha comprado ropa, zapatos, carteras, joyas ja ja ja… qué
vida tan buena la que estoy llevando…
Marisol estaba confiada que la llevaría al
aeropuerto por lo que llevaba su pasaporte.
-Dígame usted, verdad que sí tengo suerte.
Por alguna razón ella comenzó a sentir
algo extraño, el chofer no se dejaba ver, y no hablaba. Por lo que ella se
acercó a la puerta y trato de abrir, pero tenía seguro.
-¿Por qué no hablas? ¿Quién eres tú?
Ella comenzó a golpear al chofer y este no
respondía ni reaccionaba de ninguna manera.
-Por favor, déjame salir... por favor, qué
quiere conmigo…
Marisol sintió aquella misma sensación de
aquella noche que fue torturada, y se puso muy nerviosa, recordó lo malo que
podía ser Regia, se arrepintió de tratar mal a Xavier, por lo que comenzó a
gritar “Xavier ven ayudarme, no me hagas daño señor”. El chofer volteó la
cabeza y era una cara de porcelana quien estaba delante ella.
Ella comenzó a gritar y el hombre vestido
de negro sacó un arma y le apuntó a la cabeza, por lo que ella inmediatamente
calló. Él le ofreció un pañuelo que con señas le dijo que se secara el rostro y
que sacara del bolso el maquillaje y retocara otra vez el rostro.
Bajaron del automóvil y entraron a un local
vacío en el disimulo de la gente, adentro se encontraba varias mesas y cada
mesa tenía sus sillas con maniquíes sentados, más allá había una rock cola con
otros maniquíes, que hacían el papel de
poner música; detrás de la barra estaba el tendero, el cocinero y el cajero,
también maniquíes y la mesonera por el otro lado.
Marisol contenía el llanto, quería gritar,
o salir corriendo pero tenía un arma que la apuntaba por las costillas. Al
estar sentado juntos, Marisol recibió una carta que decía: Por la puerta principal
va a entrar un hombre, elimínalo.
Seguido de leer esas líneas el hombre de
negro le dio un arma, luego le quitó el seguro y la obligó a disparar a quien
entrara. Era tanto el miedo que tenía ésta que fue a la cocina y tomó un vaso
de agua `para tomar una copa de ron fuerte.
Claudio y Luis que veían desde afuera
algunas siluetas se confiaron en entrar. Luis era inocente, no sabía lo que le
vendría, por su parte Claudio presentía que era su final estaba cerca pero no
decía una palabra, solo trataría de hablar con Regia para que se encomendara a
Dios.
No pasó dos minutos que Claudio y Luis
entraron por la puerta y Marisol se confundió sin saber qué hacer, a quien le
daría el disparo, nunca lo había hecho antes, pero lo que sí sabía era que Regia
es de armas tomar y que si no lo hacía podía morir.
El arma se accionó y salían balas a la
deriva, Marisol confundida seguía disparando y Luis cayó al suelo. Claudio por
su parte trataba de salir del local pero ya el hombre de negro le había dado un
disparo.
Por unos segundos todo se calmó. Tanto
Marisol como su acompañante trataron de salir por la puerta trasera pero
Marisol se sentía débil cada vez más y más, jamás ella había sospechado que su
último día sería ese mismo día, hasta que cayó en el suelo, había sido
envenenada.
El hombre de negro rodó el cuerpo hacia el
refrigerador que no estaba funcionando y la colocó allí tirada al suelo. Él
siguió su camino sigilosamente para marcharse lo antes posible pero fue detenido
por Mario.
Mario que al verlo se sorprendió lo azotó
contra el suelo y le colocó los grilletes. Por su parte el hombre de negro se
resistía en el suelo.
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