COMIENZA EL JUEGO
Marisol
colocó cada objeto y prenda en su lugar y bajó prudentemente por las escaleras
y se encontró con Maxi. Marisol pegó un brinco soltando la bandeja que tenía en
la mano.
-¡Ay
Maxi! Me asustó
-¿Qué
haces arriba Marisol?
-Le
llevaba el jugo de la señorita Regia.
-La
Señorita Regia no se encuentra y usted lo sabe.
-Se
me olvidó…
-Usted
sabe que no tienen autorizado de subir a menos que se lo pida.
-Pues,
claro Maxi si por eso subí, escuché oírla…
Marisol
empezó a recoger los vasos que se rompieron en el piso cuando en ese momento
bajaba Joe.
-Joe
que haces allá arriba, nadie tiene permitido subir sin autorización… usted sabe
que hasta la cocina puede llegar…
-Nada
Marisol, solo le hice un mandado a la señora Erika y le daba razón de la misma.
Marisol
con picardía lo miró y empezó a reír.
--¿De
qué ríes Marisol?
-No
nada, solo me acordé de un chiste.
Joe
le pareció extraño la actitud de Marisol pero siguió adelante.
POR
MOTIVOS
Como
siempre Octavio había regresado de la universidad cuando entró en la Iglesia. Era
fácil ver a su padre Claudio en el confesionario confesando a alguien o en la casa
parroquial reposando entre libros de lecturas que le gustaba mucho leer al caer
el atardecer.
Ese
día fue extraño, el sacerdote Claudio no se encontraba en la Capilla ni en la
sacristía, mucho menos en la iglesia. Por lo que Octavio comenzó a preocuparse por
su padre y recordó las actitudes muy sospechosas que tuvo en días anteriores.
Así como el día en que le ayudaba arreglar un cableado de electricidad y no
quiso que pasara más allá del sótano, o esa misma mañana no quiso desayunar sino
que moría de nervios. Claudio parecía distante e indiferente, no dormía y
caminaba mucho, sus gasto había aumentado y divagaba entre conversaciones él
solo.
LA SOSPECHA
Regia
regresó de su viaje de las islas Canarias, donde necesitaba relajarse por el
evento ocurrido por su novio, era un viaje corto, discreto y sin mucha premura,
era un viaje de placer, acompañado de su más leal y fiel hombre.
Entró
por la puerta principal con la misma elegancia de siempre y la seguía Ignacio
con todas las compras y bolsas que había hecho Regia en tal isla.
-Vamos
Ignacio para la habitación
-Sí
mi señora.
Los
dos subieron las escaleras, uno tras otros, Regia en sus tacones altos y
vestido blanco con un enorme sombrero, y atrás Ignacio con su chaqueta y gorra
blanca combinado siempre con el vestuario de Regia.
-¡Ay
no! ¿Dónde estarán todos en esta casa Ignacio? Siempre es lo mismo, estoy sola,
nadie me espera, nadie me llama y nadie vela por mí.
Regia
entra a su habitación e inmediatamente se dio cuenta que sus prendas no estaban
en su lugar, los perfumes categorizado por fragancia estaban revueltos, los
aretes pues de un angular que ella jamás cambiaría por ser tan detallista y maniática
de poner las cosas.
Regia
pensó en el baúl y salió corriendo a la habitación en donde reposaba sus
zapatos, abrió el baúl y encontró algo diferente. Regia tomó el vestido
negro del baúl y lo empuñó entre sus manos.
-Wichito,
Wichitom Wichito ven a mí,,,
-Sí,
sí, sí dime mi señora
-Alguien
estuvo aquí sin mi permiso… averigua quien fue…
La
mirada de Regia fue aislada, algo fría y distante. Ya Ignacio conocía esa
mirada y otra vez sintió miedo, sabía que era la misma personalidad que tenía
de aquella noche en el hotel y sin más nada salió de la habitación con el
corazón acelerado y ganas de abandonar a Regia. Quería irse de una vez, lo
había pensado en la noche anterior, y la anterior y cada día. Pero a la vez,
sentía una pasión indescriptible por Regia, la amaba era verdad, no era un amor
de pareja sino un amor de hermana y amiga, era un amor más que una madre, su
diosa.
ENTRE
PALABRAS
Ignacio
llegó a la cocina, con una sonrisa de engreído. Tomó un vaso y se dirigió a la
nevera. Se sirvió jugo de naranja mientras que Marisol dejó de hacer lo que
estaba haciendo para ponerle atención, igual que Maxi que seguía dándole
instrucción a Lupe de cómo colocar las servilletas en cada vaso.
-Alguien
estuvo en el cuarto de mi señora –Por fin habló Ignacio
El
corazón de Marisol comenzó a palpitar muy fuerte.
-Sí
Ignacio… fue Marisol que pensó que la señora había llegado.
-Solo
pregunto Maxi –Agregó Ignacio mientras sonreía risueñamente.
-Perdone
usted señor Ignacio, solo llevé jugo a la habotación pero la señora pero no se
encontraba.
-Tranquila
Marisol, parece nerviosa.
-Es
que en esta casa desconfían de nosotros, porque si es así mejor me marcho –dijo
Lupe con un poco de ira por la actitud
de Ignacio.
- ¡Y
tú, quien eres!
-Soy
Lupe para servirle.
-No
te había visto antes…
-Está
trabajando con nosotros desde hace unos días.
-Me
gusta tu rostro angelical y sí verdad, fue quien le echó el café al comandante –siguió
Ignacio caminando hacia Lupe.
-Lupe
bajó la cabeza con un poco de vergüenza…
-Eres
muy bonita señorita –continuó Ignacio, y tratando tocar las mejillas de Lupe.
-¡Epa,
pare allí señor, no te atrevas a tocarme!
Fue
la primera vez que Ignacio dejó de pensar en la Guaricha, y un pálpito de
emoción llegó a su corazón que comenzó a florecer la alegría.
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