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lunes, 7 de junio de 2021

CAPÍTULO 12 III

EL PASADO

Fue imposible olvidar aquella noche fatídica. La gente asombrada por dos muertes extrañas. Revisaron cada turista, empleados, allegados y a todos los presentes. Revisaron hasta debajo de los jarrones. Sin encontrar alguna pista que llevara a sospechar o investigar. Estaban como al principio, era una asesino en serie que tiene un modo operandi singular que lo identifica de cualquier otra persona.

La familia Del Montes fue la más investigada, ya que todos los que han muerto han tenido que ver con sus integrantes.

-Estaba desconsolada y triste… ¿Cómo cree que voy a cometer un crimen tan feo como ese? Además el inspector Daniel tiene más fuerzas que yo… -Decía Regia una y otra vez.

Ignacio miraba a Regia de reojos con algo de temor, pero a la vez con desprecio, porque estaba convencido que era la rosa roja. Aunque no preguntaba, ya era un hecho que su señora era una asesina. En las noches en su lecho pensaba y tenía pesadillas con la Guaricha y a la vez en aquel puñal que sorprendió aquel inspector.

Pasaron días para que la vida siguiera normal. El entierro de Gabriel fue en total silencio. Y con su muerte quedó saldada las deudas de su padre.

En ese día, la gente vestida de negro se encontraba en el cementerio. Los más dolientes sentados en sus sillas lloraban sin cesar. Tampoco Regia dejaba de llorar, fue la más afectada de todos los presentes, su madre Erika se la arrimó al pecho y secaba sus lágrimas.

Entre el gentío, se encontraba el comandante Mario, y su nuevo compañero Gutiérrez. Y varios inspectores que se hacían pasar como un ciudadano común y corriente. Uno disimulaba ser jardinero, otro vendedor de helado, más allá el ayudante del sacerdote Claudio con quien ya habían hablado y en cual se encontraba nervioso.

-No lo van a creer –Repetía y repetía el sacerdote Claudio

-Cloro que sí –Le contestaba Mario firme en sus palabras.

En la bendición del padre y después que roció agua bendita a la urna,  Mario observaba a Regia, incrédulo de su dolor, miraba a Rafael que no daba algún signo de compasión, de repente miraba a Joe el chofer de Regia que se encontraba lejos leyendo periódico, y Mario pensaba “podría estar disimulando, será el asesino”, luego miraba a Ignacio que se encontraba detrás de Regia, y hasta en la misma Erika, que mostraba ser indefensa y triste.

La ceremonia seguía, y de la nada apareció una mujer extravagante que fue detenida por Maxi:

-¿Qué quiere señorita?

-Quiero hablar con Rafael, yo soy la señora Del Monte –Dijo Diana embriagada, vestida con una minifalda,  un escote en el pecho, algo de escacha en el cuello, unos tacones altos, gruesos y brillantes y una cerveza en la mano.

-No señorita, usted no va a ningún lado, venga para acá.

Joe que se había percatado de la situación y quien Maxi le movió la cabeza como dándole ordenes, llamó a Rafael.

A cabo de un rato aparece Rafael. Algo nervioso por la presencia de aquella mujer.

-¿Qué haces aquí?

-Tú me prometiste que sería la mujer Del Monte.

-No te prometí nada.

-Sí me lo prometiste… me lo prometiste cuando te regalé…

-Caya mujer, caya… olvida el pasado… te pagué muy bien.

-Me siento sola, si tan solo no te habría entregado a…

-Vete de aquí… vamos, vete de aquí, y me espera en el bar…

-No… yo te quiero mucho, muero de amor por ti, mi vida… ven conmigo y hagamos travesura aquí mismo…

-Estás loca… vámonos a tomar un café

Los dos caminan entre las cruces y cementos, entre flores y recuerdos, entre tristezas y restos de cuerpos humanos.

-Acaso no te gusto –Sigue Diana

-Claro que sí Dianita, claro que me gustas mucho

Diana recuesta a Rafael hacia un árbol de pino, y le comienza a dar besos por el cuello mientras le afloja la correa, desabotona la camisa y baja la cremallera del pantalón…

-No mi amor, no estás bien…

-Sí Rafael… estoy bien, yo quiero hacerlo aquí contigo, ahora mismo, qué nos detiene…

-Nos detiene que no estás bien y no te quiero así… claro que te deseo pero no así…

Rafael la aparta a un lado y luego le acomoda el escote, y se acomoda la camisa, sube la cremallera y siguen caminando. Más allá, desde lejos, los observa Erika quien con desdeño y melancolía se seca las lágrimas y vuelve al entierro.

LA DESAPARICIÓN

El sacerdote da la orden que pueden bajar la urna, y poco a poco la gente comienza a tirar las rosas en el hueco. De repente el mecatillo se suelta, como si con intención fue cortado y la urna cae de golpe en el hueco. Los presentes salen corriendo muy asustados, menos Regia, Erika, Maxi e Ignacio, era como si ya sabían lo que vendría.

Mientras Mario corre hacia el hueco y observa la urna rota, mal puesta y algo que salía de ella por lo que bajó a investigar. Inmediatamente abrió la urna y solo se encontró bolsas y bolsas de arena.

-¿Dónde está el muerto? ¿A dónde se fue? –Dice Mario.

-Es arena comandante ¡El muerto no está! ¡-el muerto desapareció! –Agrega Gutiérrez.

-El asesino se burla de nosotros –Dijo Mario con impotencia mientras empuñaba la arena.

Desde ese momento Mario comenzó a sospechar de Regia, al observarla tan fría por tal escenario,  pero no tenía evidencias, por lo que quiso hacer sus investigaciones por su propia cuenta ya que lo tomó personalmente.

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