EL PASADO
Fue
imposible olvidar aquella noche fatídica. La gente asombrada por dos muertes
extrañas. Revisaron cada turista, empleados, allegados y a todos los presentes.
Revisaron hasta debajo de los jarrones. Sin encontrar alguna pista que llevara
a sospechar o investigar. Estaban como al principio, era una asesino en serie
que tiene un modo operandi singular que lo identifica de cualquier otra
persona.
La
familia Del Montes fue la más investigada, ya que todos los que han muerto han
tenido que ver con sus integrantes.
-Estaba
desconsolada y triste… ¿Cómo cree que voy a cometer un crimen tan feo como ese?
Además el inspector Daniel tiene más fuerzas que yo… -Decía Regia una y otra
vez.
Ignacio
miraba a Regia de reojos con algo de temor, pero a la vez con desprecio, porque
estaba convencido que era la rosa roja. Aunque no preguntaba, ya era un hecho
que su señora era una asesina. En las noches en su lecho pensaba y tenía
pesadillas con la Guaricha y a la vez en aquel puñal que sorprendió aquel
inspector.
Pasaron
días para que la vida siguiera normal. El entierro de Gabriel fue en total
silencio. Y con su muerte quedó saldada las deudas de su padre.
En ese
día, la gente vestida de negro se encontraba en el cementerio. Los más
dolientes sentados en sus sillas lloraban sin cesar. Tampoco Regia dejaba de
llorar, fue la más afectada de todos los presentes, su madre Erika se la arrimó
al pecho y secaba sus lágrimas.
Entre
el gentío, se encontraba el comandante Mario, y su nuevo compañero Gutiérrez. Y
varios inspectores que se hacían pasar como un ciudadano común y corriente. Uno
disimulaba ser jardinero, otro vendedor de helado, más allá el ayudante del
sacerdote Claudio con quien ya habían hablado y en cual se encontraba nervioso.
-No
lo van a creer –Repetía y repetía el sacerdote Claudio
-Cloro
que sí –Le contestaba Mario firme en sus palabras.
En
la bendición del padre y después que roció agua bendita a la urna, Mario observaba a Regia, incrédulo de su
dolor, miraba a Rafael que no daba algún signo de compasión, de repente miraba
a Joe el chofer de Regia que se encontraba lejos leyendo periódico, y Mario
pensaba “podría estar disimulando, será el asesino”, luego miraba a Ignacio que
se encontraba detrás de Regia, y hasta en la misma Erika, que mostraba ser
indefensa y triste.
La ceremonia
seguía, y de la nada apareció una mujer extravagante que fue detenida por Maxi:
-¿Qué
quiere señorita?
-Quiero
hablar con Rafael, yo soy la señora Del Monte –Dijo Diana embriagada, vestida
con una minifalda, un escote en el pecho,
algo de escacha en el cuello, unos tacones altos, gruesos y brillantes y una
cerveza en la mano.
-No
señorita, usted no va a ningún lado, venga para acá.
Joe
que se había percatado de la situación y quien Maxi le movió la cabeza como
dándole ordenes, llamó a Rafael.
A
cabo de un rato aparece Rafael. Algo nervioso por la presencia de aquella
mujer.
-¿Qué
haces aquí?
-Tú
me prometiste que sería la mujer Del Monte.
-No
te prometí nada.
-Sí
me lo prometiste… me lo prometiste cuando te regalé…
-Caya
mujer, caya… olvida el pasado… te pagué muy bien.
-Me
siento sola, si tan solo no te habría entregado a…
-Vete
de aquí… vamos, vete de aquí, y me espera en el bar…
-No…
yo te quiero mucho, muero de amor por ti, mi vida… ven conmigo y hagamos
travesura aquí mismo…
-Estás
loca… vámonos a tomar un café
Los
dos caminan entre las cruces y cementos, entre flores y recuerdos, entre
tristezas y restos de cuerpos humanos.
-Acaso
no te gusto –Sigue Diana
-Claro
que sí Dianita, claro que me gustas mucho
Diana
recuesta a Rafael hacia un árbol de pino, y le comienza a dar besos por el
cuello mientras le afloja la correa, desabotona la camisa y baja la cremallera del
pantalón…
-No
mi amor, no estás bien…
-Sí
Rafael… estoy bien, yo quiero hacerlo aquí contigo, ahora mismo, qué nos
detiene…
-Nos
detiene que no estás bien y no te quiero así… claro que te deseo pero no así…
Rafael
la aparta a un lado y luego le acomoda el escote, y se acomoda la camisa, sube
la cremallera y siguen caminando. Más allá, desde lejos, los observa Erika
quien con desdeño y melancolía se seca las lágrimas y vuelve al entierro.
LA
DESAPARICIÓN
El
sacerdote da la orden que pueden bajar la urna, y poco a poco la gente comienza
a tirar las rosas en el hueco. De repente el mecatillo se suelta, como si con
intención fue cortado y la urna cae de golpe en el hueco. Los presentes salen corriendo
muy asustados, menos Regia, Erika, Maxi e Ignacio, era como si ya sabían lo que
vendría.
Mientras
Mario corre hacia el hueco y observa la urna rota, mal puesta y algo que salía
de ella por lo que bajó a investigar. Inmediatamente abrió la urna y solo se
encontró bolsas y bolsas de arena.
-¿Dónde
está el muerto? ¿A dónde se fue? –Dice Mario.
-Es
arena comandante ¡El muerto no está! ¡-el muerto desapareció! –Agrega Gutiérrez.
-El
asesino se burla de nosotros –Dijo Mario con impotencia mientras empuñaba la
arena.
Desde ese momento Mario comenzó a sospechar de Regia, al observarla tan fría por tal escenario, pero no tenía evidencias, por lo que quiso hacer sus investigaciones por su propia cuenta ya que lo tomó personalmente.
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