EL DEBER SER
Sí
habría escuchado bien las instrucciones, sí habría puesto atención en las
palabras salidas de la Rosa Roja, Si no habría tenido tanto miedo como tuvo hace
dos días, pues, la historia no fuera la
misma, aún Karla estaría viva.
Como
una equivocación tan vil pudo pasar para equivocarse, y quien tuvo la culpa ya
no importa puesto que ya estaba muerta.
Ignacio
moría de nervios, la sangre de su cuerpo corría con más rapidez, jamás pensó
que esa noche su vida cambiaría tan fácilmente. No había otra salida y tenía
que elegir como lo propuso Regia.
-Vamos
wichito, sabes mucho de mí… está conmigo o no lo estás… sabes bien que dejarte
ir no puedo…
-Mi
señora, no puedo hacerlo…
-O
estás conmigo en esto o hasta aquí llegas… tú decides… yo te quiero mucho
Wichito… tu sabes bien que doy la vida por ti, pero también quiero saber que
eres capaz de hacer por mí… Toma agarra ese puñal y haz lo que tengas que hacer.
Ignacio
sabía lo que le esperaba, la verdad era que si no hacía lo que le pedía Regia,
moriría como todos los demás, y aunque él no tenía la certeza que fueron todos muertos por sus
manos, pues lo que sí estaba seguro era que no lo iba a dejar otra salida que
morir.
-Toma
Wichito este jugo de naranja, tómatelo, no te dolerá y lo dejaré en tus manos
también… tú decides… pero sabes que te quise muchísimo, me voy porque no aguanto ver tanto dolor…
Regia
se salió de la habitación del hotel llorando, dejando en manos de Ignacio en
que eligiera entre jugo de naranja que sabía que era veneno y el puñal que
estaba manchado de sangre desde hace tiempo.
Ignacio
tomó el puñal y se dirigió al restaurante donde estaba Marisol, y con el
corazón latiendo a mil, deseaba que Marisol se perdiera de vista, pero ella
seguía allí, bajo la sombra de ese alguien vestido de negro y máscara negra.
Marisol celebraba, comía y bebía e Ignacio lloraba de miedo.
Y
todo esos nervios y lloros terminó cuando vio salir a Marisol acompañada de
otra mujer, Las dos mujeres juntas, caminaban por el estacionamiento e Ignacio las siguió, donde estaba Marisol,
se le perdió de vista, el miedo de Ignacio corría por todo su cuerpo y el puñal
se le cayó de mano, no encontraba a la mujer, en algún lado estaba, y vio a
Marisol caminar por el estacionamiento, señaló al hombre de negro quien la detuvo
y con toda frialdad que tenía la apuñaló por la espalda, vio que Karla cayó al
suelo y que se quejaba del dolor, así que sacó el puñal y otra vez la apuñaló,
y la volvió apuñalar, una y otra vez, hasta que el hombre de negro lo detuvo.
Ignacio
empezó a reír de felicidad, era como si alguien lo había liberado, o como si
había cruzado una barrera a otro mundo, pasó los límites y no podía parar.
Quería más y reía, hasta que el hombre de negro le dio tres cachetadas y pudo
parar. Y no fue hasta allí que visualizó que Marisol no era Marisol sino, otra
mujer. Era Karla.
Entre
el hombre de negro e Ignacio recogieron el cuerpo antes de que alguien llegara
y la metieron en el carro. Y más atrás, en el suelo donde encontraba Marisol revolcándose
en el suelo entre su vómito, también la recogieron sin dejar evidencias que por
allí habría pasado algo.
En
una casa que se encontraba a pocas horas de la capital se encontraba Regia que
gritaba y que moría de rabia por la equivocación que cometió Ignacio, no dejaba
de maldecir porque no era lo que había planificado.
-¡Cómo
maldición te equivocaste Wicho! Eres un imbécil –decía Regia, pero luego
agregaba –No Wichito, no eres imbécil soy yo la que tiene la culpa.
Regia
empezó a romper todo lo que veía en su paso
-No
quería más muertes, y me dije a mí misma... Regia te vas a comportar bien, solo
esta vez y listo… pero no… no puede ser que todo lo tenga que hacer yo…
Ignacio
que le había agarrado el gusto de apuñalar a Karla le repetía
-Vamos
a matarla mi señora, yo lo hago si usted me da su permiso
-No
Wichito, las cosas no son tan fáciles como tú crees, a mi me gusta las cosas
limpia y perfecta,,, y esto salió de mi control… así no me gusta las cosas… aquí
se hacen las cosas como yo quiero y lo que se me antoje.
Regia
mira fijamente los ojos de Ignacio y se ríe.
-Te
veo vivo Wichito, te gustó verdad, sé que te gustó, eso es bueno mi Wichito,
sabía que te iba a gustar…
Desde
ese día murió la poca inocencia que quedaba en Ignacio, ya no sería compasivo,
y no tendría nunca más pesadillas por la Guaricha y mucho menos por la muerte
de aquel inspector Daniel. Su maldad y su frialdad bloqueó cualquier
sentimiento de amor, solo lealtad por Regia, quien ahora la veía como una
diosa.
MÁS
TARDE
En el
parque se encontraba otra vez el comandante Mario, con mucha ira e impotencia
en descubrir quién era la Rosa Roja. Ese día en especial unos deportistas
encontraron sentada en el banco una muchacha vestida de blanco, con traje de
novia, con un ramo de rosas blancas entre las manos y una rosa roja en entre
sus labios, tenía los labios rojos y ojos abierto con palillos, y un moño en su
cabeza sostenido por un tocador que también era blanco y un velo que cubría su
rostro.
Como
era normal el forense había revisado toda la escena y no encontró ni una huella
en el cuerpo de aquella mujer, pero había una diferencia en este cuerpo que lo
confundió y que hizo dudar que fuera la Rosa Roja la autora del crimen, y era
el escrito en el cuerpo de la causa de su muerte y en algún otro lugar su firma
que decía la Rosa Roja.
-Será
un imitador, será alguien que quiere culpar a la Rosa Roja de tal crimen…
alguien sabe que estamos buscando a un asesino serial.
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