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martes, 15 de junio de 2021

CAPÍTULO 14 III

 EL DEBER SER

Sí habría escuchado bien las instrucciones, sí habría puesto atención en las palabras salidas de la Rosa Roja, Si no habría tenido tanto miedo como tuvo hace dos días, pues, la  historia no fuera la misma, aún Karla estaría viva.

Como una equivocación tan vil pudo pasar para equivocarse, y quien tuvo la culpa ya no importa puesto que ya estaba muerta.

Ignacio moría de nervios, la sangre de su cuerpo corría con más rapidez, jamás pensó que esa noche su vida cambiaría tan fácilmente. No había otra salida y tenía que elegir como lo propuso Regia.

-Vamos wichito, sabes mucho de mí… está conmigo o no lo estás… sabes bien que dejarte ir no puedo…

-Mi señora, no puedo hacerlo…

-O estás conmigo en esto o hasta aquí llegas… tú decides… yo te quiero mucho Wichito… tu sabes bien que doy la vida por ti, pero también quiero saber que eres capaz de hacer por mí… Toma agarra ese puñal y haz lo que tengas que hacer.

Ignacio sabía lo que le esperaba, la verdad era que si no hacía lo que le pedía Regia, moriría como todos los demás, y aunque él no tenía  la certeza que fueron todos muertos por sus manos, pues lo que sí estaba seguro era que no lo iba a dejar otra salida que morir.

-Toma Wichito este jugo de naranja, tómatelo, no te dolerá y lo dejaré en tus manos también… tú decides… pero sabes que te quise muchísimo, me voy porque  no aguanto ver tanto dolor…

Regia se salió de la habitación del hotel llorando, dejando en manos de Ignacio en que eligiera entre jugo de naranja que sabía que era veneno y el puñal que estaba manchado de sangre desde hace tiempo.

Ignacio tomó el puñal y se dirigió al restaurante donde estaba Marisol, y con el corazón latiendo a mil, deseaba que Marisol se perdiera de vista, pero ella seguía allí, bajo la sombra de ese alguien vestido de negro y máscara negra. Marisol celebraba, comía y bebía e Ignacio lloraba de miedo.

Y todo esos nervios y lloros terminó cuando vio salir a Marisol acompañada de otra mujer, Las dos mujeres juntas, caminaban por el estacionamiento  e Ignacio las siguió, donde estaba Marisol, se le perdió de vista, el miedo de Ignacio corría por todo su cuerpo y el puñal se le cayó de mano, no encontraba a la mujer, en algún lado estaba, y vio a Marisol caminar por el estacionamiento, señaló al hombre de negro quien la detuvo y con toda frialdad que tenía la apuñaló por la espalda, vio que Karla cayó al suelo y que se quejaba del dolor, así que sacó el puñal y otra vez la apuñaló, y la volvió apuñalar, una y otra vez, hasta que el hombre de negro lo detuvo.

Ignacio empezó a reír de felicidad, era como si alguien lo había liberado, o como si había cruzado una barrera a otro mundo, pasó los límites y no podía parar. Quería más y reía, hasta que el hombre de negro le dio tres cachetadas y pudo parar. Y no fue hasta allí que visualizó que Marisol no era Marisol sino, otra mujer. Era Karla.

Entre el hombre de negro e Ignacio recogieron el cuerpo antes de que alguien llegara y la metieron en el carro. Y más atrás, en el suelo donde encontraba Marisol revolcándose en el suelo entre su vómito, también la recogieron sin dejar evidencias que por allí habría pasado algo.

En una casa que se encontraba a pocas horas de la capital se encontraba Regia que gritaba y que moría de rabia por la equivocación que cometió Ignacio, no dejaba de maldecir porque no era lo que había planificado.

-¡Cómo maldición te equivocaste Wicho! Eres un imbécil –decía Regia, pero luego agregaba –No Wichito, no eres imbécil soy yo la que tiene la culpa.

Regia empezó a romper todo lo que veía en su paso

-No quería más muertes, y me dije a mí misma... Regia te vas a comportar bien, solo esta vez y listo… pero no… no puede ser que todo lo tenga que hacer yo…

Ignacio que le había agarrado el gusto de apuñalar a Karla le repetía

-Vamos a matarla mi señora, yo lo hago si usted me da su permiso

-No Wichito, las cosas no son tan fáciles como tú crees, a mi me gusta las cosas limpia y perfecta,,, y esto salió de mi control… así no me gusta las cosas… aquí se hacen las cosas como yo quiero y lo que se me antoje.

Regia mira fijamente los ojos de Ignacio y se ríe.

-Te veo vivo Wichito, te gustó verdad, sé que te gustó, eso es bueno mi Wichito, sabía que te iba a gustar…

Desde ese día murió la poca inocencia que quedaba en Ignacio, ya no sería compasivo, y no tendría nunca más pesadillas por la Guaricha y mucho menos por la muerte de aquel inspector Daniel. Su maldad y su frialdad bloqueó cualquier sentimiento de amor, solo lealtad por Regia, quien ahora la veía como una diosa.

MÁS TARDE

En el parque se encontraba otra vez el comandante Mario, con mucha ira e impotencia en descubrir quién era la Rosa Roja. Ese día en especial unos deportistas encontraron sentada en el banco una muchacha vestida de blanco, con traje de novia, con un ramo de rosas blancas entre las manos y una rosa roja en entre sus labios, tenía los labios rojos y ojos abierto con palillos, y un moño en su cabeza sostenido por un tocador que también era blanco y un velo que cubría su rostro.

Como era normal el forense había revisado toda la escena y no encontró ni una huella en el cuerpo de aquella mujer, pero había una diferencia en este cuerpo que lo confundió y que hizo dudar que fuera la Rosa Roja la autora del crimen, y era el escrito en el cuerpo de la causa de su muerte y en algún otro lugar su firma que decía la Rosa Roja.

-Será un imitador, será alguien que quiere culpar a la Rosa Roja de tal crimen… alguien sabe que estamos buscando a un asesino serial.

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