Otro
día. Llevé a mis hijos a la escuela y todo normal. Nada ha cambiado. Las aulas
están llenan y los maestros en sus escritorios. Claro, y las madres felices
porque las clases han empezados, menos los niños que todavía creen que es
navidad.
Pero
a la salida cuando dos representantes se encuentran, lo primero que hablan es:
-
Tengo
que conseguir trabajo…
La
otra:
-
¡La
vaina está jodía!
-
Ahora
con eso de que va haber un zaperoco en el país…
-
Sí,
hay que tener suficiente comida en la casa por si acaso.
Volviendo
a llamar por los medios de comunicación a no hacer “compras nerviosas”. Esa
misma que visualicé el sábado y que me dejó asombrada. La gente sin saber que
comprar porque habían dicho que no iban a permitir que los supermercados
abrieran las puertas, que iban a cortar el agua y la electricidad.
Aún
incrédula le avisé a mi familia lo que pasaba, que ellos tampoco creen que en
ninguna circunstancia pueda suceder algo.
Seguimos
trabajando con lo que podemos, haciendo colas interminables y hablando y
hablando lo que sea para sacar ésta impotencia que llevamos por dentro.
Escribe Hogareña
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