Ahora bien, planifico
ir al mercado a comprar lo que sea para lavar la ropa. Me levanto a las seis de
la mañana porque el día anterior estuve hasta tarde ayudando a mi hijo hacer
las tareas de la escuela.
Y como no me gusta
salir sin desayunar, preparo unas arepas y me pongo mis pantalones y zapatos,
me hago un moño para soportar el calor y un poco lápiz labial y salgo. Escondo
el dinero en una parte del pantalón por si acaso.
En el camino hay una
cola, es un comercio muy chiquito, esperando que llegue azúcar, entonces me
detengo en el último de la columna para ver si tengo suerte y comprar por lo
menos un kilo de azúcar. Y estoy allí, sin más nada, agarrando sol y escuchando
miles de cosas y suposiciones de la gente del gobierno, nadie está contento.
Por fin abren el comercio y dentro de tres horas puedo comprar el kilo de
azúcar permitido. Sigo adelante y veo un gentío peleándose por comprar jabón y
aprovecho la oportunidad para meterme en la pelea. Al cabo de un rato y después
de tanto jalones y empujones también compré el jabón.
Ya despeinada, sigo
poco a poco y vi a los buhoneros vendiendo condimentos a un precio muy exagerado pero tengo que
comprarlo porque tenía mucho tiempo sin tenerlo en mis comidas. Por fin llego
al supermercado, ya lo que me queda son las sobras de dinero de lo que compré.
No hay mucha gente y enseguida
me voy al pasillo de limpieza de casas, pues, no hay detergente, desinfectante,
cloro, insecticida ni nada parecido, los estantes están vacíos, y en lo último
un envase que dice “quita mancha” más nada. Entonces, me encuentro en el dilema
si lo compro o no lo compró porque además de qué me serviría, ¡si para limpiar
los pisos o la ropa porque ni instrucciones tiene!
Veo una señora comprándolo,
más atrás otra. Me las quedo mirando y le pregunto para qué sirve y ellas se
sonríen y me responde sutilmente “hay mija, ni yo misma se… para que estoy
comprando eso, pero de algo debe de servir”.
De tanto pensarlo lo
agarro y me voy a la cajera, pero cuando tengo que pagar el dinero no me
alcanza, así que regreso a casa pensando que por lo menos tengo un kilo de
azúcar, condimentos y jabón, aunque no
salí a comprar esos productos.
Un día más sin lavar la
ropa, aunque el jabón me ayudará un poco. No se puede planificar que un día se
puede hacer mercado y comprar los productos que necesitamos en casa y suplir
nuestras necesidades.
Escribe Hogareña
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