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martes, 3 de junio de 2014

FELICIDAD

La verdadera felicidad la hace la persona misma o es que está sujeto al líder “como quien dice”; quizás es una incógnita. Es como aquel hombre que trabaja en Tocoma y oía hablar a la gente de la mala política del gobierno y éste contestaba “yo no sé nada de esas cosas, ni leo los periódicos, tú sabe, yo soy un hombre muy ocupado y no me da tiempo hablar pistolada, no hay que preocuparse tanto por lo que pasa en el mundo, hay que ser feliz y más nada” o la bodeguera que decía “a mí que me importa el país, la gente o el gobierno, si yo no trabajo, no como, hay que trabajar, por eso es que estoy aquí”.
Lo cierto es que hoy me los encuentros y el señor que trabajaba en Tocama dice “qué vaina, cómo pude estar ciego, pensé que tenía mi futuro asegurado, estoy desempleado, casi un año sin trabajar y sin dinero para darle de comer a mis hijos mañana, así no se puede vivir” y la bodeguera “no hay harina, no hay arroz, no hay azúcar, no hay café, no hay papel, no hay champú, no hay un carajo, cómo se va a trabajar así”.
Entonces son felices éstas personas, (y es solo mencionando a dos), en manos de quien está puesta la felicidad, en nosotros mismo o en los líderes. O es que la gente decide que nadie le va a robar la felicidad a pesar que todos los problemas incurran sobre ellos. Pero como se puede ser feliz si todos los días tienen que salir a la calle para batirse la vida, o cuando vamos al supermercado todos los estantes están vacíos, dónde los buhoneros especulan, donde la unión familiar se encuentra el vacío por falta de comida, peleas por la impotencia del dinero y pare de contar.

Ayer murió un colega, quien estudió conmigo, un profesor de bachillerato. Después de dar clases salía a taxiar. Y unos muchachos por robarle el carro y éste que no se dejó, lo mataron, apenas tenía veintiocho años de edad, deja esposa e hijos, qué lástima, tengo un dolor tan grande, cómo se  puede ser feliz así.
El profesor que trata de echar para adelante y lo matan. Y de seguro que así termina esta historia de terror, sin justicia ni remedio.


Escribe Hogareña

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