Nos conocimos en la escuela. Entre reuniones y
conversaciones nos dimos cuenta que teníamos mucho en común, primeramente
porque nuestros hijos tienen la misma edad. Pero más que eso era la sencillez y
el cariño que se hizo sentir inmediatamente al interactuar.
Un día ella empezó a invitarme al “salón de
batalla” y yo como tenía que venir a escribir o simplemente llegar a casa para
hacer los quehaceres diarios siempre le respondía “hay amiga, disculpa, pero no
puedo” y ella cambiaba la expresión de su rostro con algo de enfado, sin
embargo, seguíamos hablando por lo menos unos minutos en la escuela.
Pasaron los días y ella me decía:
-
Tú siempre
está ocupada, ven conmigo para allá porque a ti te conviene…
Y yo:
-
Cónchale
vale, me gustaría pero no puedo…
La verdad es que ya sabía que ese salón de
batalla se trataba de la política del gobierno, y más que eso eran peleas entre
ellos mismo, (chismes: que si tu dijiste, que si yo deje, esto y lo otro). Son
representantes del consejo comunal, unos llamándose copeyanos y otros adecos, y
la verdad es que todos vienen de un pasado de cualquier otro partido. Lo cierto
es que cualquier persona que se hace llamar revolucionario o socialista vienen
de copei, adeco, causa r u otro partido, claro menos algunos de la nueva
generación de jóvenes.
Luego, pasaron los días, y esa misma amiga me
convenció para meterme en una misión, pero todo fue fracaso, siempre firmaba
encuesta que nunca hice, clases que nunca se dio, pues es una corrupción
latente. Finalmente no acepte más, que usaran mi nombre para tales cosas. Me
enfurecí por no dar clases aún firmando asistencia de nombres y apellidos de hombres
y mujeres que nunca conocí, aclaro que tampoco acepte pago no ganado (dinero).
Y lo peor es que siempre me decía ahora sí vas a dar clases y nunca llegó ese
día.
Pasó un tiempo y me llegó con un pasaporte, se
iba a Cuba a recibir un curso de las “filas de combate”, y por supuesto me
invitó y yo le dije:
-
No puedo
dejar a mis hijos solos…
Y ella:
-
No lo vas a
dejar solos, los va a dejar con su papá.
Jamás dejaría a mis hijos y por tal motivo me
dejó de hablar. Ahora nos vemos en la escuela o en la calle y no me habla. Se voltea
sin responder a mi saludo. A veces solo alza la mano y me da la espalda.
A veces siento discriminación por parte de su
persona, quizás sea porque sabe que no soy de su tilde político o porque no acepté
la corruptela de las misiones. Pero mi conciencia está limpia.
Me han dicho que las filas de combate y los
que conforman el salón de batalla, no les habla a otras personas que no sean de
su gente. Es la ignorancia combinado con la discriminación.
Jamás pero jamás dejaría de hablarle a otra
persona por pensar diferente a mí. El hecho es que los del gobierno y oposición
son seres humanos antes de cualquier cosa, y sea como sea estamos sufriendo los
mismos males.
Desde el que anda en la calle recogiendo lata
hasta el médico lo podemos necesitar algún día en el momento menos esperados.
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