El hermano de Ángel era el galán del barrio y más que galán era el
picaflor o don Juan. Todas las chichas se morían por él. Creo que la única que
no le importó su rostro y sus palabrerías fue a mí, y creo que sería porque
vivía en las nubes soñando en otras cosas. Recuerdo oí decirle a la muchacha de
la otra cuadra “yo no voy hacer nada con tu novio, es contigo la cosa”. Luego
se dio cuenta que yo lo miraba fijamente a los ojos y simplemente él se sonrió
y guiñó un ojo.
Que si bailó con la muchacha tal,
que si me dijo esto, que si me vio de
tal forma y tantas cosas que escuché de las chicas que más bien era una novela.
El muchacho fue prometedor, aunque no estudió, trabajaba en una empresa básica
y la vida era más fácil. Un día nos dio la noticia que se casaba, y recuerdo
que las mujeres se entristecieron, sin embargo, yo observaba los cambios
ocurridos en su vida.
Había tomado vuelo, parecía dueño de las calles y se sentía grande. Un
carro, su novia y un buen trabajo. Se casó por todo lo alto, tremenda fiesta.
Nosotros asistimos, claro, y recuerdo que bailamos hasta el amanecer.
Un día me dijo mi padre que lo habían votaron del trabajo (se paralizó
la empresa), y desde entonces siguió sus andanza en las calles. Y que más puede
hacer un hombre que solo sabía soldar. Vendió el carro. Su esposa embarazada y
con dos niños menores de tres años. Ya no era el galán del barrio y las
muchachas felices proclamaban “de lo que me salvé”.
Mucho después me enteré que estaba preso, pues, en una fiesta se formó
una pelea y por accidente o no, mató a un muchacho. Le dieron la pena máxima y
la está cumpliendo.
Fui testigo como su madre luchó por sus hijos y cómo lloró cuando éste cayó preso, se puso muy flaca, el
cabello se blanqueó y las arrugas salieron muy rápido. Imagínense cómo se debe
sentir en este momento por la muerte del otro hijo. Son dos hijos, uno casi
perdido y el otro se perdió en un instante. La escuché decir “me quitaron a mi
hijo”. Ahogada en llanto, el rostro que no es rostro y sin ganas de vivir.
Con solamente pensar en mis hijos, se me pone el corazón chiquitico y
arranco a llorar. Soy madre y, sé lo que da una madre por sus hijos.
Y como se sentirá ese muchacho encarcelado, en no poder ver por última
vez a su hermano. Arrepentido por los errores cometidos, quizás. Esto es lo que
hay en mi pueblo.
Escribe Hogareña
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