Me disculpan la tardanza, dos semanas haciendo
cola otra vez. En el trajín de levantarse a las tres de la mañana e ir hacer
cola para saber si llega el cemento y hoy como todos los días no llegó. Después
que una amiga me avisó de que iban a vender harina de trigo en un comercio,
salí a comprar. Era gente por todos lados, la aglomeración del gentío coleándose,
empujándose, era estrepitoso, algo impensable, parecía una guerra entre mujeres, hombres y hasta niños,
guardia nacional, todos confundidos. Lo cierto que después de tres horas no
pude comprar, salí con un nudo en la garganta, me sentí tan triste, abusada,
burlada y a la vez con tanta ira.
Como no quieren que hable, como quieren que me
quede callada, hasta cuando los venezolanos vamos a vivir así. Es un grito, es
un grito, es grito, quizás de impotencia, de rabia y de tristeza.
Y muchos de mis amigos me dicen ¡hasta cuando
habla así!, ¡escribe otra cosa!, ¡vive la vida!, pero cómo la voy a vivir, por
Dios amigos, me disculpan, ya se acostumbraron a vivir entre la inseguridad y
el desastre de la economía que nos están consumiendo de a poquito. ¡QUÉ TRISTE!
Escribe Hogareña
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