La amistad no se negocia, se gana. La amistad
de esa amiga que se perdió por su irracional forma de pensar, deja mucho que desear.
En mi caso no dejaría jamás una amistad por su forma de pensar, porque en el
fondo todos somos iguales.
Soy católica y tengo amistades evangélicos, de
testigo de Jehová y hasta ateo, amistades homosexuales que algunas ocasiones me
defendieron, amistades sifrinas como dicen mis amistades del bajo mundo, amistades
más jóvenes y más viejos que yo,
amistades de pensar ideológicos diferentes a mí, amistades del barrio, amistades
que creen en misticismo, extraterrestre y cosas inimaginables. ¡Qué más da, así es la vida!
Pero quién soy yo para cambiar la forma
de ser de los demás y es como decía una gran amiga “en este país hay que saber
vivir, porque tú no sabes cuando vas a necesitar de esa persona”. La cosa es no perjudicar a nadie, sin cambiar y mucho menos
pretender que los demás sea como uno mismo.
Escribe Hogareña
0 comentarios:
Publicar un comentario