Tenía deseos de hablar con alguien y
simplemente, revisé la agenda, y al azar, puse el dedo en un número. No era el
número que tanto anhelé pero como decidí asumir las consecuencias de lo que
fuera, así que me propuse a llamar. Y con el corazón acelerado marqué el número
lentamente con ganas de equivocarme y colgar la bocina. Pero no me equivoqué.
Así que repica el teléfono. Es el número de una amiga odiosa que se cree la
reina del mundo, la que se cree que se sabe todos los postres del mundo, la que
se cree más mujer que cualquier mujer, la que se cree que debemos rendirle
homenaje, alabanzas y todas esas porquerías.
En varias oportunidades me propuse borrar su
número de la agenda, pero nunca lo hice, ahora creo que es el momento. Y no es
que me importe lo que se crea pero no me gusta su prepotencia y su carita de
monita.
¡Aló, Buenos días, con quien tengo el placer!
Dice con la finura que la caracteriza.
-¡Hoooooola que tal!
-¿Quién es por favor?
-Es Dailet
-¡Ah!, hola Dailet y eso que me llamas.
-¡No! nada es para saber de ti, tiempo sin
saber de tu persona…
Claro no podía decirle, que me equivoqué en
poner el dedo en la agenda, que de verdad con la que quería hablar era con
Sandra.
-Estoy muy bien, mi familia de lo más lindo.
Mi esposo trabajando, y mis hijos ya se graduaron, bueno y yo trabajando… tu
sabes bien que hay que trabajar y eso es lo que hacemos.
Otra vez con eso, ella sabe muy bien que yo no
trabajo., y cuando tiene la oportunidad de echarme en cara sobre su trabajo lo
hace. “Están viendo lo que hace, tratando hacerme sentir mal, pero como a mí no
me importa, no le hago caso, porque si fuera Sandra ya la habría mandado al fin
del mundo”.
-¡Qué bueno amiga! De verdad que me alegro de
ti y de tu familia, y de todo lo bueno. Así es. – le dije
-Gracias amiga.
-Te llamaba para preguntarte, si la harina de “todo
uso” sirve para hacer torta… - le inventé una excusa por la llamada.
-Claro amiga, claro que si… pero ponle polvo
de hornear… ya no hago tortas de harina de trigo sino de yuca, de pan, de
ocumo, y tu sabe, de toda clase de vegetales… y me quedan bien ricas… y como a
mí no me gusta hacer colas me las tengo que inventar, bueno soy repostera…
-Sí amiga, claro que lo sé… es por eso que te
estoy pidiendo consejo…
-Si hazlo, no hay problema…
-Gracias pues…
-A ti por la llamada, bueno me tengo que ir a
trabajar, no me gusta llegar tarde… ya me tengo que ir al gimnasio.
También sabe que yo no voy al gimnasio, que mi
único gimnasio son los baldes de agua, fregar, lavar, barrer, pasar coleto y
quitar polvo.
-Está bien amiga, estaremos en contacto y
nuevamente muchas gracias.
Colgué el teléfono y sin más nada borré el
número, no es que sea una mala persona, bueno así es ella, qué más da. No la
culpo, me da tristeza pero como el problema soy yo y como no la soporto es
mejor tachar el número.
Escribe Hogareña
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