A veces perdonamos a la otra persona, y hasta convivimos con ella, pero
cuando pensamos en las cosas que nos hizo se nos revuelven las tripas y la
rabia se viene a la cabeza confundiese con el dolor en el corazón y que por más
que tratemos reparar el daño no podemos.
Hay otros casos cuando decimos “no lo perdonaré jamás”, y es verdad, por
más que tratamos de perdonamos no podemos. Le pasamos al lado y lo miramos de
reojos omitiendo el saludo.
Se encuentra también el líder o jefe que por su forma de pensar le hace
daño a los demás. Son esas personas que se le mete entre ceja y ceja las ganas
de arrancarle el alma y que si se resbala se lo come vivo, pobre jefe ojala
nunca se equivoque.
Por su supuesto está, el dejar pasar las cosas o equivocaciones cometida
por una madre, un padre, un hijo u otro ser querido.
¡Qué sucesos debemos perdonar! ¡Qué cosas debemos dejar pasar! ¡Cómo
curar el alma! Son tan difíciles, y eso que la iglesia nos enseña a perdonar.
Es lo que se va aprendiendo a medida que pasa el tiempo, y es la misma vida que
nos da la respuesta.
Escribe Hogareña
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