El hombre que cometió un delito, pero que
después que la adrenalina y el furor se ha calmado y piensa bien lo hizo, se
arrepiente. Para después pedir perdón por sus faltas. Y mi pregunta es ¿A pesar
de su arrepentimiento, se merece perdón? Aunque llore y clame por su alma. Lo
digo porque ya el mal está hecho. Somos capaces de perdonar a alguien quien nos
hizo algo muy malo.
A veces decimos “se lo dejo en manos de Dios”
pero muy en el fondo de nuestro corazón sabemos que el dolor está allí
carcomiendo el alma.
Está bien, perdonamos, pero la “justicia es
justicia”, se cometió el error y hay que pagar. Así como a la vida nos cobra
los errores cometidos. Por ejemplo,
salimos en la noche y por algún motivo decidimos caminar por un callejón (y
aunque no sabemos que hay al final de ese callejón) en la inocencia seguimos
caminando, para después toparnos con alguien que nos quita la vida. Es decir,
por nuestra decisión la vida no nos da otra oportunidad, ni siquiera nos da
chance de rectificar y mucho menos de pedir perdón.
La muchacha que se infectó de Sida por una
mala decisión, la vida no espera que pida perdón para curarse, solamente se
cobra lo que tiene que cobrarse.
Claro nosotros somos seres humanos y pensamos,
y podemos perdonar porque tenemos un ser divino que nos enseñó desde niño ser
humilde y amar al semejante, por otro lado, está la sociedad, la convivencia,
la ética, moral y educación, y todas esas cosas que nos pones vulnerable para perdonar
cualquier cosa.
Por eso digo, que están las cosas que
perdonamos sin remordimiento, las que perdonamos pero cuando vemos a esa
perdonas recordamos todo el daño que nos hizo, y las cosas que no perdonamos
haciendo que nos duela el alma, y está el más fuerte “el perdonarnos a nosotros
mismos”.
Escribe Hogareña
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