Claro que llamé a Sandra, la llamada anterior
a la amiga que borré de la agenda, me hizo valorar aún más la amistad de
Sandra. Tenemos mucho en común, casi parecemos hermanas gemelas. Se la pasa
soñando igual a mí, le gusta bailar igual a mí, le gusta escuchar a Juan
Gabriel igual a mí, y disfruta de las películas románticas igual a mí. Así que
pasamos horas, horas y horas hablando y nunca nos aburrimos. Solamente cuando llega
el tiempo de despedirnos, la nostalgia nos invade, y bueno, las lágrimas y deseos
de volvernos a ver se apodera de nosotras y me quedo allí en la entrada de mi
casa verla partir hasta perderse en la esquina, luego, me recuesto en la cama
recordando todas las habladurías y el gran cariño que nos tenemos.
-¡Aló!
-¡Hola amiga, que tal!
- ¡Hoooooolaaaaaa! Es que reconozco tu voz
amiga, cómo te va…
Vieron que cariñosa es Sandra. Siempre tan
cálida al saludarte.
-Muy bien amiga, sólo quería saludarte y saber
de ti…
-En éste mismo instante estaba pensando en ti,
te llamé con el pensamiento.
Allí está todo, es por eso que me siento tan
bien con su amistad.
-yo también estaba pensando en ti.
-Tenemos que vernos, para hablar...
-Claro que sí vale, tenemos tanto que hablar
-¿Vamos al café de siempre?
-Sí claro que sí…
-Nos vemos en la tarde…
-Está bien
-Dale pues.
Sin presunción, ni grandeza, solo ella
transparente y alegre. Sin importar tus condiciones o ambiciones, solo ella
transparente y alegre. Su amistad vale más que cualquier tesoro.
Escribe Hogareña
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