Llorar en silencio nos facilita encontrarnos
con nosotros mismo, pero hay ocasiones que necesitamos ser consolados, y lo
mejor para ser consolado es gritar a todo pulmón, sin miedo y estridencia,
solamente gritar para que el mundo nos escuche. Y no importa como grites porque
lo más importante es gritar.
Las obligaciones y los menesteres cotidianos
lo hacemos nosotros mismos, pero es simpático pedir ayuda de vez en cuando, en vez
de reventarnos por dentro, rasgarnos las manos y agotar las energías, es
mejor pedir ayuda.
Y esos problemitas que tanto nos aturde ¡qué majadería!,
en vez de dar lástima o creerse el más machote y más fuerte que el mismo
fuerte, en vez de estar haciendo todas las tareas y de andar de aquí para allá;
es ineludible doblegarse y gritar con un “ayúdenme que me ahogo”.
Escribe
Hogareña
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