TAL PARA CUAL
Rafael se sentía cada vez más a gusto al
lado a Karen, pues ella tenía la magia de la picardía de una mujer ardiente.
Era lo que necesitaba Rafael para revivir el amor que había dejado sentir desde
hace tiempo. Con Diana era la satisfacción de una noche, que muere por su amor,
pero es tan dominante que le inspira un poco de temor de entregarle su amor,
sin embargo, con Karen era diferente, ella es libre de amar y odiar, tomar y dejar,
es cuando ella diga y disponga; y eso vuelve loco a Rafael. Lo ama y lo deja,
se va y viene cuando quiere. Con solo tres palabras y un susurro en la oreja de
un “te deseo” Rafael condecía lo que ella quisiera.
Noches de placer y lujuria Rafael había
pensado en entrelazar ese amor en un anillo. Pero no antes de hablar con su
hija.
-Quiero que conozca a mi hija
-¡Ay no mi amor! No te apresure… sigamos
así disfrutando.
Rafael toma a Karen por la cintura, para
luego decirle:
-Me vuelves loco muñequita, me traes
arrastrando a tus pies, y te quiero junto a mí princesita…
Ella roza su nariz con la de él para luego
agregar:
-Lo sé mi osito, pero no quiero apresurar
las cosas.
Mientras tanto, a Karen que no le importa
lo material, se paseaba por los alrededores del hotel, utilizando la piscina,
el carro del hotel, las rutas turísticas, compras de ropa de marca, peluquería
y con tarjeta sin límites.
UN POCO DE TANTO
Lo último que recordó Xavier fue que
Raquel había cerrado la puerta. Estaba tan embriagado que se había quedado dormido.
No recordaba nada más. Apenas si había despertado, cuando recordó que alguien
lo acariciaba, era una silueta de una mujer que lo acariciaba y él
correspondía. En su imaginación pensó que era Marisol por lo que fue feliz.
Unas caricias, unos cuantos besos y la alegría fluyó como si nada.
Se sentó en la cama, puso sus codos en sus
piernas y sus manos en su rostro, pudo oír un ruido en el baño, por lo que se
levantó, y caminó el lugar. Entre el mareo y los recuerdos. La mujer de cabellos
largos le cubría el rostro de profundos besos, y caricias, quitó los botones de
su camisa y luego la cremallera del pantalón.
Por más que Xavier decía que no, pues era más el deseo que cualquier que lo
envainaba y se apoderaba de él. Una noche de desenfreno y pasión de quién era
que importaba ya, quizás lo había soñado, siguió caminando y abrió la puerta.
La silueta de la mujer se reflejaba a través de la puerta de vidrio corrediza,
el paño por un lado y la panty tirada en
el suelo, siguió caminando y trató de llevar hacia un lado de la puerta de la
ducha.
-Marisol mi amor te amo –Era lo que
pensaba Xavier –Nunca te fuiste Marisol.
Pero al mismo tiempo se sentía nervioso
porque sabía que en la vida real Marisol no estaba a su lado. No sabía que se
encontraría por lo que se devolvió, y quiso marcharse, pero escuchó una voz
dulce y tierna.
-Xavier ven conmigo
Xavier se detuvo, sabía que había
escuchado esa voz anteriormente, y recordó.
-Es ella, no lo puedo creer, por qué ella…
en qué momento.
Era una atracción desde aquella noche en
el bar cuando ella lo miraba con ternura, muchas copas que le llegaba a Xavier
como regalo de esa mesa. Y que ese momento aceptó porque el mundo le parecía
una miseria y quería hundirse en el licor.
Sintió que podría haber algo entre los
dos y por un momento se imaginó un mundo
para los dos, pero quien se fijaría en un borracho como él, así que siguió en
un mundo entre el licor y olvidar el pasado. Ella era diferente, educada, de
buena familia. Con un poco de miedo Xavier volteó y miró sus ojos, en ese
instante, no pasaba nada por su mente, por lo que caminó hacia Helena, la tomo
`por la mano mientras el agua caía en sus cuerpos.
LAS DUDAS
Se encontraron en un café inesperadamente
por petición de Lupe. Ella sabía que había descubierto algo muy importante pero
que no le encontraba sentido. Y recordó aquella vez que le dijo a Mario que
buscaría cualquier pista que encontrara en esa casa. Y no perdería la
oportunidad de decirle a Mario lo que había visto.
-Mi amor, sabes que te amo –decía Mario a
Lupe
Esta vez Mario había notado algo diferente
en Lupe, en varias ocasiones despreció sus besos y siempre tenía una escusa al
momento de tomarle la mano.
-Lo sé amor, sé que amas y te doy gracias
por ese amor tan puro que me ofreces.
-Entonces que te pasa…
Por un momento Lupe, pensó en decirle pero
se detuvo.
-Nada mi amor, solo un poco de gripe.
Mario la miró y se reservó las palabras,
aún sabiendo que su corazón no era el mismo de siempre.
-Encontré esto en mi habitación
Mario tomó el celular y lo encendió, encontrándose
muchas incógnitas, rompecabezas sin resolver, volvería al caso.
-Lupe, te puedo pedir que renuncies a tu
trabajo
Fuel lo primero que se le vino en cabeza a
Mario, para protegerla de cualquier peligro que se pudiera venir.
-Amor estoy bien, sé cuidarme
-Por favor, te voy a pedir que cualquier signo
de peligro por favor llámame
Nada en ese momento detenía a Lupe estar en esa casa pero había algo más fuerte que le decía que era mejor quedarse allí. Era ese amor diferente e inseguro, era ese amor de ambición e impreciso, ese nuevo sentimiento prohibido que iba creciendo y se apoderaba de su ser, de ojos risueños y algo presumido, era ese hombre que cada día la sorprendía con un detalle y un te quiero, era Ignacio.
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