AMOR INFINITO
El amor que Rafael sentía por Karen crecía cada vez más. Su amor se iba
fortaleciendo cada día aún más. Rafael pasaba días sumergido en sus negocios.
De estar en un lugar a otro mientras en ocasiones Karen lo acompañaba y en
otras solo se quedaba en el hotel disfrutando de los servicios que las instalaciones
que le brindaba.
Llegaba la hora para que Rafael llevara a Karen
a la mansión. Esa noche él se vistió todo de blanco con un pañuelo morado en la
parte izquierda de su pecho. Y a su lado Karen con un vestido todo pegado a su
cuerpo que le hacía notar toda su silueta y un poco más arriba de sus rodillas,
tenía unos tacones muy altos como a ella le gustaba, en su mano derecha un cartera
de mano brillante con piedras moradas también y el cabello todo recogido.
En la entrada de la mansión, Rafael la
detuvo y sacó de su saco una cajita dorada y la abrió para luego decirle, esto es para ti.
Karen se emocionó y el dio un beso en los labios para luego agregar:
-¡Qué hermoso mi amor!
Ella abrió la cajita y era un collar con
incrustaciones de brillantes y en el medio había un corazón también con una incrustación
de diamante. Rafael tomó el collar y se lo puso en el cuello y luego le dijo:
-Es tuyo mi amor. Es símbolo de nuestro
amor.
Joe terminaba de acomodar el carro, que
todavía le hacía favores a Rafael cuando en eso pasó Diana furiosa.
-¡Él es mío! Ese vestido es mío, ese
collar es mío…
Karen se quedó asombrada sin saber lo que
pasaba, se quedó pasmada. Rafael inmediatamente sostuvo a Diana por la cintura
por lo qué no dejó que tocara a Karen
-Diana qué te pasa, qué haces aquí.
-Me juraste que me amabas y que te ibas a
casar conmigo.
Diana que estaba un poco embriagada
comenzó a caerle cachetada a Rafael.
-¡Cálmate Diana! Nunca te prometí nada…
-Sí lo dijiste.
-Acaso no te acuerdas…
Rafael se le había olvidado todas aquellas
noches de pasión y lujuria que alguna
vez tuvo con Diana. Ahora solo le importaba estar al lado de Karen, quien le
despertaba momentos de pasión y placer, sobre todo el cariño que tanto deseó
desde antes casarse con Erika, esa misma pasión que sintió con la madre de Joe.
En Diana solo buscó cubrir esos momentos de soledad y nostalgia, sin embargo,
jamás pensó en dejar, seguiría de la misma manera saciando los deseos impropios,
pero por ahora solo se concentraba en Karen.
-No me detengas imbécil, suéltame, ahora
mismo vas a saber quién soy –Repetía Diana colérica.
En eso llego Joe, quien tomó por el brazo
a Diana y se la llevó a la cocina, por órdenes de Rafael.
-Dale un poco de agua… que se calme y
luego la llevas al bar
-Sí señor.
Rafael se acomodó el traje y volvió a
tomar por el brazo a Karen y entraron a la casa.
-¿Quién es ella?
-Mi pasado mi amor, tu eres mi presente y
mi futuro.
Karen se lo quedó mirando para luego
agregar:
-Debo preocuparme…
-No mi amor… aquí estoy para ti.
Ya adentro se encontraba Regia quien con
recelos y ansiosa esperaba la llegaba de Karen, mientras Ignacio con calma solo
pensaba en Lupe, y las ganas de volverla a ver, a pesar de que no hacía cinco
minutos que la había visto.
-Wichito, tienes la cara de estúpido otra
vez –dijo Regia mientras con rabia veía a Ignacio
-¿De qué hablas?
-Que te pones atontado, ido, no me haces
caso y eso me enfureces porque pierdes la concentración. Sabes que te quiero
Wichito y no te quiero ver sufrir
-Sí es verdad Regia, estoy enamorado, pero
muy enamorado otra vez, esta vez no te quiero mentir.
-Miren pues, mi Wichito está enamorado.
-Es una chica humilde, no tiene mucho que
dar, pero así la amo.
-Confío que esta vez Wichito, elijas muy
bien lo que vas hacer.
-Seguro que sí Regia, ya la vas a conocer.
Rafael se acerba con Karen tomada del brazo
y se acercó a Regia para darle un beso en las mejillas.
--Hija mía te vez radiante como cada día.
Regia llevaba un vestido color aguamarina todo
pegado arriba y abajo con frices y un cinturón del mismo color del vestido y un
lazo en su cabellera con unos zarcillos largos de delfines y una bufanda que la
rodeaba por el cuello.
-Padre… qué bueno verte, te ves tan galán
como siempre.
-Ella es…-dijo Rafael
-Karen, es un gusto conocerte. –Agregó Regia
Rafael se quedó asombrado por la respuesta
de su hija, pero no quiso preguntar, por su parte Regia se acercó a Karen y le
dio un beso en la mejilla izquierda para luego abrazarla y finalmente dijo:
-Eres bienvenida Karen, presiento que
seremos buenas amigas.
Karen le correspondió el saludo y le
pareció que Regia era una jovencita muy educada y le inspiró confianza.
-Es un gusto señorita Regia
-No me llames señorita, solo Regia.
-Así será Regia…
Regia sonrío al igual que Karen. Mientras en
los pensamientos de Regia decía “ni por mil años serás mi madrastra, perra y no
mereces a mi padre, tampoco mi dinero, primero muerta” y en los pensamientos de
Karen resonaba “todo esto será mío, es muy fácil acostumbrarse a esta vida”.
EN CONSECUENCIAS
Mientras tanto en la cocina se encontraba Joe
con Diana, quien trataba de calmarla y quien lloraba de despecho y rabia.
-Sabes que tengo años esperando por él –Dijo
Diana lagrimosa.
Joe sacó un pañuelo de su bolsillo y se le
dio.
-Sé que es así, pero no puedes hacer nada.
-Me dijo que no se podía casar conmigo
porque estaba casado y ahora que está libre… pues se busca a otra… tu me
entiendes, me dijo que se casaría conmigo, ahora otra vez estoy afuera de su
vida… porqué tuve que enamorarme de él así, dime señor.
-Joe, mi nombre es Joe…
Está bien Joe, dime en dónde está él…
llámalo que quiero hablar con él…
En eso, entró Regia a la cocina, quien
casi nunca lo hacía. En eso Diana se silenció y se levantó de la silla. Se secó
las lágrimas por lo que Joe se asombró por la reacción de Diana, quien se
suponía que no la conocía.
-Diana qué haces aquí…
-Vine por tu padre.
-Sabes bien Dianita que mi padre no es
hombre para ti.
-Claro que sí, claro…
Regia interrumpió a Diana para luego
agregar:
-¿Qué te he dicho Diana?
Diana volvió a cambiar la actitud de su
rostro para luego decir:
-Lo que usted diga Regia.
-Muy bien mi niña, muy bien, eres muy
obediente.
A Joe le pareció extraña toda esa
conversación, para luego decir:
-Puedo preguntar lo que está pasando aquí.
-Nada Joe, Dianita y yo nos conocemos
desde hace años, gracias a la putería de mi padre. Nos hicimos amigas.
-No tan amigas.
-Solo te pedí distancia Dianita, no te
quiero ver en mi casa, toma tus cosas y vete de aquí inmediatamente.
Diana sin más nada y sin réplica se acomodó y Joe la siguió para llevarla a su hogar.
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