COINCIDENCIA
No era raro ver a Regia en cenas y reuniones
con las damas de sociedad, promocionando su marca y haciendo obras de caridad
para los niños desamparados. Aún cuando tenía un corazón frío y ausente por la
compasión de su semejante, afloraba en ella ese carisma en ayudar a los demás.
No era la apariencia y darse el lujo obtener lo mejor sino también poner en
alto aquel patrimonio que desde niña obtuvo desde su bisabuelos. Reinaba la paz
y la armonía porque nadie invadía su espacio, ya que era dueña de ese poder que
tendrían de su padre en un futuro y no le quedaba más nada que mantener la
futura herencia de su padre.
Para ella Joe representaba un peón en la
que podrían mover a su conveniencia. Y si algún día Joe representa un peligro
pues lo quitaría del medio, sin que le temblara la mano, de la única forma que
sabe hacerlo. Mientras tanto solo lo deja que haga lo que él crea conveniente.
Y a su padre que termine hacer sus caprichos.
Rafael que creía que su hija era delicada,
porque eso era lo que ella da demostrar ante sus ojos, le brindaba toda la
confianza que ella necesitaba para manejar los negocios que ella quería.
Regia no dejaba nada a la suerte, nada se
le escapaba. Rafael creía que ella no sabía nada de sus andanzas con Karen. Al
contrario llevaba sus pasos contados y hasta el último centavo que Karen gastaba
sin remediar los gastos, sin embargo decía:
-Es un caprichito de mi padre…
Ignacio miraba a Regia y sabía que en su
rostro se reflejaba una inquietud, esa misma cuando sabía que alguien le
estorbaba el camino.
-¿Qué piensas hacer Regia? –le decía
Ignacio las veces que veía las cuentas y se llenaba de rabia por los gastos que
esta hacía.
-Por ahora nada.
Sólo sabía de Karen el nombre ya que en
ningún lado se encontraba registro de esta mujer misteriosa. Solo de haber
trabajado en el bar de Uriel.
Mientras tanto Ignacio le seguía los pasos
para saber si cometía un error y así poder actuar. Pero nada encontraba porque
la vida de Karen solo giraba alrededor de Rafael.
Decir que la vida de Regia estaba actuando
al azar, era una falsedad, todos sus pasos estaban contados para cada día; su
perfeccionismo tanto su vida, personalidad y cuerpo propio estaban dirigido
hacia la pulcritud, el buen gusto y una imagen sin tachas.
Hasta aquel día cuando todo se salió de
control. Era una noche de etiqueta, donde las damas se presentaban en el té de
las damas blancas. Las mujeres llegarían al salón vestidas de blanco, tomarían
té mientras charlaban de posibles ayudas a jóvenes enfermos por el vicio de la
droga y harían recolecta de dinero.
De alguna forma se subastarían objetos
antiguos y así con lo recaudado formarían la campaña contra la droga, así como
asistencia social para niños con droga.
Había comenzado la subasta cuando apareció
Martín, en traje de blanco, con reloj y cadena de oro, y zapatos pulidos
también totalmente blancos. Se sentó en la última fila de la subasta. Sin
perder tiempo comenzó la subasta, primero un cuadro de un artista conocido y
famoso, seguidamente, un juego de vajilla de plata con incrustaciones de perlas
y cuarzos, un crucero con todos los gasto pagos por alrededor del mar Caribe y
así se iban mostrando cada pieza de valor que podrían traer muchos beneficios a
la fundación. Por lo que no podría faltar la participación de Martín, quien Regia
conocía y sabía la procedencia de su dinero, que parecía ser contradictorio
estar allí presente si cuando en su propia familia llevaban a la perdición a miles de jóvenes.
Martín para ayudar a la fundación y quien
se escondía detrás de una fachada de lavado de dinero a través del negocio del turismo, una empresa de distribución de alimentos
y otras más pequeñas empresas que en realidad no producían tanto dinero como
que el verdaderamente realizaba.
-Es hipocresía lo que hace usted y su
familia hace –dijo Regia en un momento
-Mi dinero al igual que el de ustedes es
bien ganado –le contestó Martín
No se podía evitar aceptar el dinero que
Martín ofertaba, ya que había alcanzado ofrecer el la cantidad más alta que
nadie pudiera superar.
Las relaciones y conversaciones seguían,
un asunto, intercambios de ideas, la comida, unas copas y otras copas. Ignacio
que siempre cuidaba de Regia no se le apartaba de su lado, cuidaba de los
comentarios y estaba atento de cualquier situación que pudiera salirse de
control, pues estaría allí para defenderla. Ignacio aprendía muy rápido, y se
grababa las conversaciones y dichos de cada uno, también las de Martín quien lo
seguía por orden de Regia.
Martín que estaba atento de lo que sucedía
a su alrededor, y quien también estaba acostumbrado a cuidarse las espaldas
sabía que Ignacio lo seguía. Por lo que disimuló ir a la cocina e Ignacio lo
perdió de vista.
No tardó que Regia se apartara del gentío
para que Martín la detuviera y le dijera:
-¿Por qué me sigues? Acaso crees que soy
tonto.
-Sigo a quien me da la gana
-Eres una niña mimada y estúpida.
Regia sin pensarlo dos veces le dio una
cachetada, Martín le devolvió con la misma respuesta, ella trató de devolverle
otra más y él la tomó por la fuerza y se le acercó a los labios, ella trataba
de alejarse con golpes hacia Martín, pero él la tomó más fuerte y la besó, ella
empujaba pero poco a poco fue cediendo lentamente hasta que lo abrazó y le
correspondió el beso.
¿QUIÉN ES ELLA?
No sabía quién era, pero lo hizo sentir
diferente, había revivido aquel sentimiento que jamás pensó sentir otra vez,
por primera vez después de tanto tiempo, acomodó su habitación, lavó los platos
y reía de felicidad. No sabía lo que vendría pero lo que sí estaba seguro era
que le gustó muchísimo esas noches placer que tenía con Helena y seguiría
amando a esa mujer si se lo permite.
Xavier, era otra persona, ahora más jovial
y alegre, poco a poco dejó de asistir al bar, y comenzó a ponerle atención a su
trabajo, sobre todo a seguir buscando a su hijo que era su objetivo principal.
Diana no proporcionaba más de lo que sabía
por lo que comenzó a buscar a la partera, mientras tanto, seguía viéndose con
Helena cada semana, bajo las condiciones que ella misma impuso y que él no
entendía. Pero solo le importaba tener su cariño, y trataría de disfrutar al máximo
aquellos momentos que llegó a su vida en el menos esperado.
REVUELTA
Javier surgía en su puesto de tacos, cada
día le llegaban clientes, sobre todos en el atardecer y parte de la noche. Llegaba
en la noche cansado a la casa, pues era la primera vez que verdaderamente tenía
un trabajo fijo.
-Creo no poder más Kimi
Kimi se le acercaba y le daba un masaje
por la espalda mientras lo animaba
-¡Claro que sí mi amor! Ya verás que
saldrás adelante y podrás ser lo que siempre has deseado.
-Tú sabes bien lo que deseo Kimi… y no es
precisamente estar esclavizado a este trabajo… quiero un porche, muchos viajes,
ir a donde me dé la gana, comprarme lo que quiera…
-Mi amor pero para eso hay que trabajar,
nada se obtiene de la nada, hay que esforzarse mucho
Javier guardaba para sí mismo, aquellos
deseos que jamás le revelaría a Kimi y era que en cualquier momento la dejaría.
Pero Kimi que venía lidiando desde hace años las ambiciones de Javier pues
sabía sus intenciones.
Sus deseos más vehemente era estar en la
playa, rodeado de una o dos mujeres que le dieran mucho placer. Quizás hoy
tener una mujer entre brazos y más adelante a otra. Por lo que Kimi reía de la
picardía de Javier, porque sabía que no lo dejaría tranquilo en su fantasía.
-Y no le pediste dinero a don Rafael
cuando hablaste con él en el bar
-¡Tú estás loco! No, jamás le pediría
dinero.
-No nos caería mal ese dinero extra Kimi.
-Ya nos ha ayudado demasiado durante todos
estos años
-Tú fuiste quien le salvó la vida Kimi… tú
mereces mucho más que eso… y lo sabes bien.
-Ya deja de estar pensando así
-Por tu procedencia nunca salimos de aquí, siempre estaremos en
este mugriento barrio.
-Aquí, Javier, pues, aquí es mi trabajo, aquí está mi gente a quien puedo ayudar, aquí es mi casa y la tuya también, aquí es donde me siento libre y puedo ser yo misma… así que deja de estar pensando en pendejada y coloca el bombillo del baño que es tarde.
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