Están las maniáticas que les gustan limpiar y limpiar, que
no pueden ver un defecto en la estancia porque se ponen fúricas y pierden el
control, son ese tipo de mujeres que no les gustan a los niños, las que nunca
han tenido hijos.
Ni hablar de las que no les gustan limpiar, por donde
quiera una ropa regada, platos por todos lados, pero nunca pintura en los
labios le faltan. Quizás sean aquellas las que nunca van a sufrir del corazón.
Pero las más problemáticas son aquellas que creen en lo
paranormal, más bien, en brujería. Viven la vida creyendo que todo el mundo le
está echando brujería. Encienden velas, se bañan con hojas de todo tipo y fuman
tabaco todas las noches. Caen en trancen y creen tener el espíritu del negro
Guaicapuro o María Lionza. Se las pasan diciendo que al marido lo tiene
amarrado otra mujer, que el niño no duerme porque el espíritu tal lo está
visitando, que si en la puerta de la casa te echaron que sabe que cosa mala y
pare de contar.
Y no hay que dejar de mencionar las que dominan al hombre,
y los golpean. Y las mujeres que ven a la pareja dicen “por lo menos una en un
millón no se deja joder por un gran carajo”. El hombre extiende la ropa, lava
los platos, barre la casa y hasta le rasca la espalda a la mujer.
Por puesto, las infieles. Son aquellas que les gustan a un
hombre y sea como sea lo consigue, así sea casado o ella esté casada.
Las santas, las que se las pasa en la iglesia rezando el
Ave María y el Padre Nuestro, y creen que las demás son impuras. Que son las
únicas que pueden entrar al reino de los cielos. Y se las pasan criticando a
todo el mundo, que no dejan que las demás pisen su terreno y se creen más que
el mimísimo sacerdote.
Están las calladas que aguanta todo sin decir nada, las que
sufren en silencio y hace lo que los demás digan incluyendo a sus hijos.
Las chismosas que critican y habla hasta de ella misma, que
no aguanta la lengua para guardar un secreto.
Están las que les gustan echarse un trago. Las que no
queman etapas de su vida. Que usan el mismo pantalón pegado a pesar de los años
encima, la camisa descotada y tacones gruesos.
Las que les gustan una oficina, estar estresada,
trabajando, trabajando y trabajando.
Claro, no podía faltar las faramalleras se las pasan hablando
de su esposo, hijos, casa y habla de lo que hace todo el día. No tienen un céntimo
encima pero les gusta aparentar. Es decir, tienen la cartera de marca pero no
tienen que comer en el día. Y dicen “yo, yo, yo” y las que estamos a su
alrededor comentamos “Allí viene esta, para hablar de ella misma qué fastidio,
yo me voy antes de que empiece”.
Bueno, y las creativas, las que cosen, tejen, inventan en
la cocina, leen, escriben, cantan y hacen lo que sea para mantener la mente
ocupada.
Las que sueñan con el futuro, por una mejor casa, carro, estudios
y miles de proyectos que le vienen a la mente.
Las que no soporta a otra mujer hablar bien de un hombre,
las que no soporta que una mujer se achante a esperar que el hombre le traiga
comida, las que se molesta al ver una pareja feliz.
Por último, las que les gustan que los demás le sirvan, no
les gustan mover un dedo para levantar un plato y se creen más que la reina
Isabel.
Escribe Hogareña
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