Qué bueno es rezar! pero a veces cansa. Sí soy católica y
no tan rezandera. Pero últimamente rezo más de lo debido. Y es que le he
enseñado el "padre nuestro" a mis hijos, así como el "ave María
y el gloria" ¡ah! y el ángel de mi guarda. Todas las noches antes de
dormir y cada mañana.
Y ahora lo hago personalmente, es
decir, cuando salgo a la calle pidiéndole a Dios que nos cuide y nos proteja de
todo mal. Como si con el rezo creara un escudo y así nos sentimos protegidos.
Nos persignamos e invocamos a todos
los santos.
Y de regreso también rezamos, pues,
damos las gracias a Dios, por llegar bien a casa como si la casa fuera el muro
de Berlín, impenetrable y difícil de atravesar.
Es como el día sábado que llevamos a los niños a pescar y
en camino encontramos en medio de la carretera un muchacho ensangrentado. Un
carro lo atropelló y se fue a la fuga. Como seis horas en el pavimento sin
levantar el cadáver porque en ciudad Bolívar no hay forense. Pobre muchacho tan
joven, la gente mirando como si fuera un espectáculo, sin una sábana que lo
tapara y mucho menos alguien que lo llorara. Era de otra ciudad. Los policías
vigilando quienes también fueron sorprendidos por otro carro quien los chocó
porque el conductor estaba embriagado.
Mis hijos lo vieron sin querer, quienes después me hacían
miles de preguntas y con mucho cuidado y sutileza tratamos de explicarles sin
causarles trauma.
Ni los rezos y miles de ave María podrían salvarnos de éste
salvajismo.
Escribe Hogareña
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