Una taza de café con leche, frente al
ordenador rodeada de papeles y libros, pues,
y en mente repasa una y otra vez las palabras de mi madre “qué es eso
Dailet, está loca, acomoda esos papeles” y sin mover ni un dedo no lo arreglo,
están iguales, como antes, quizás otra página, otra hoja, otro cuaderno y otro
lápiz creyón.
Pensando en las máquinas capta huellas que no
llevaran al calvario de Cuba, en que Maduro dice que un pollo debe alimentar a
una familia de ocho integrantes por un mes y en la oposición más sometida que
antes, mi país es una locura.
El sol más brillante que nunca y los niños contentos
con deseos de bañarse en la piscina, allá están con una hoja y las acuarelas
pintando pájaros y una mata de mango, felices en la inocencia que los
caracteriza, sin preocupación ni fatiga.
Claro, cuando no veo la televisión o si no
estoy escribiendo simplemente escucho música pero es interrumpida por las
habladurías del gobernador metiéndose embuste el mismo y tratando de caerle a
coba al pueblo que no le creen una papa. Ni salsa, ni merengue y mucho menos
música llanera sino el gobernador dando estadísticas que no existe y diciendo
que aquí en Bolívar no se hacen colas. Está en lo correcto porque él nunca ha
hecho cola y jamás lo hará porque eso se lo deja a los pobres.
Mi mamá allá y yo aquí, tanto tiempo sin verla
y aunque la escucho por teléfono, extraño mucho su cariño y quiero un abrazo de
ella, muy pronto estaré a su lado y no espero el día en mirarla a los ojos.
Mi esposo estresado, pues no consigue repuesto
para el carro, así que se levantó muy temprano para ir más allá de la ciudad y
con la suerte de Dios pueda conseguir alguna pieza.
Y las orquídeas más florecidas que antes,
bellas y esplendorosas como el mismísimo sol. Son doce.
Escribe Hogareña
0 comentarios:
Publicar un comentario