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lunes, 1 de septiembre de 2014

HOY

Una taza de café con leche, frente al ordenador rodeada de papeles y libros, pues,  y en mente repasa una y otra vez las palabras de mi madre “qué es eso Dailet, está loca, acomoda esos papeles” y sin mover ni un dedo no lo arreglo, están iguales, como antes, quizás otra página, otra hoja, otro cuaderno y otro lápiz creyón.
Pensando en las máquinas capta huellas que no llevaran al calvario de Cuba, en que Maduro dice que un pollo debe alimentar a una familia de ocho integrantes por un mes y en la oposición más sometida que antes, mi país es una locura.
El sol más brillante que nunca y los niños contentos con deseos de bañarse en la piscina, allá están con una hoja y las acuarelas pintando pájaros y una mata de mango, felices en la inocencia que los caracteriza, sin preocupación ni fatiga.
Claro, cuando no veo la televisión o si no estoy escribiendo simplemente escucho música pero es interrumpida por las habladurías del gobernador metiéndose embuste el mismo y tratando de caerle a coba al pueblo que no le creen una papa. Ni salsa, ni merengue y mucho menos música llanera sino el gobernador dando estadísticas que no existe y diciendo que aquí en Bolívar no se hacen colas. Está en lo correcto porque él nunca ha hecho cola y jamás lo hará porque eso se lo deja a los pobres.
Mi mamá allá y yo aquí, tanto tiempo sin verla y aunque la escucho por teléfono, extraño mucho su cariño y quiero un abrazo de ella, muy pronto estaré a su lado y no espero el día en mirarla a los ojos.
Mi esposo estresado, pues no consigue repuesto para el carro, así que se levantó muy temprano para ir más allá de la ciudad y con la suerte de Dios pueda conseguir alguna pieza.
Y las orquídeas más florecidas que antes, bellas y esplendorosas como el mismísimo sol. Son doce.




Escribe Hogareña

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