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martes, 2 de septiembre de 2014

ESTDÍSTICAS DE MI PAÍS

En mi añoranza de aquellos tiempos cuando mi país era la urbe de la región suramericana me sentía consentida por ser venezolana. Ahora me siento desamparada con algo de tristeza pero a la vez con los ojos bien abiertos para no caer en las estadísticas. Por ejemplo, están las estadísticas de la inseguridad. Claro tengo dos primos muertos a tiros a causa por venganza, y es que ellos tampoco estaban en buen camino “tampoco merecían morir”. Pero el miedo que me da es vivirlo en carne propio, ese mismo dolor que sintió mis tías.
En la estadística del robo, he sido víctima en mi propia casa, y eso no quiere decir que lo vuelva a caer en este tipo de estadística. Hace unos meses mi hermana compró un teléfono y como viví esa mala experiencia le dije a mi hermana:
−Mana “porque así le digo” sí, mana por favor vende ese teléfono y cómprate uno menos costoso.
Y ella contestó:
−Tú siempre con tus cosas, parece una abuelita, ve peligro en todos lados.
No pasó ni un mes cuando salió de su casa y la esperaban dos hombres en una moto y le robó el teléfono. Lo cierto es que ya la tenían “fichada como decimos en lo criollo”.  La golpearon con la rueda de la moto y el trauma de las palabrerías de los delincuentes fue horroroso. Ahora se la pasa nerviosa y casi todas las noches sueña que la están matando.
En las estadísticas de las colas, por supuesto, casi toda la semana en cola. Y hay personas que prefieren comprar tres veces mayor el precio del producto a los buhoneros que darle gusto el presidente, porque eso es lo que dicen. Yo también haría lo mismo su tuviera mucho dinero, pero no los tengo, así que tenemos que hacer cola. Y estoy segura que hasta el más adinerado ha hecho cola por lo menos para comprar papel sanitario o medicina. Menos el presidente y su cúpula. Que también tiene más de cien guarda espalda quien les cuida el pellejo.
En la estadística de ir al hospital y salir más enfermo que cuando entraste. Primero está que no tienen ni una gaza para limpiar las heridas, todo lo tiene que comprar tu mismo, médicos obstinados para las carencias y por el poco sueldo que ganan, los cubanos ganan más que los propios venezolanos y te diagnosticas enfermedades que no tienen y por último las malas condiciones de la instalaciones y malos olores por doquier.
En la estadística de recolectar agua, en que se le vaya a luz por lo menos una vez al día. Al que cocina en leña porque el gas no se consigue. Al que no puede comprar el uniforme de la escuela de los niños porque cada camisita cuesta cinco veces más caro que el año pasado.
La estadística de las personas que prefieren callar porque tiene miedo de hablar y decir lo que piensa, los que se inscriben en planillas que ni conocen para mantenerse más o menos bien con su propia conciencia, quizás pensando que estarán a salvo y el que no cree en los del gobierno pero tampoco hace bulto en otro lado.
Y los miles que se están preparando para largarse del país. Y los que no pueden irse, siguen clamando misericordia.
Y la estadística del más sapo, así mismo, el más sapo. El que te echa paja si habla mal de gobierno. Y te señalan con el dedo diciendo “éste no está con el gobierno, hay que joderlo” y de verdad que en cualquier momento de joden, te humillan y si es posible te dejan morir como un perro.
Y el sapo siente orgulloso sirviéndole al amo y señor del poderío.

Escribe Hogareña

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