En mi añoranza de aquellos tiempos cuando mi país era la urbe de la
región suramericana me sentía consentida por ser venezolana. Ahora me siento
desamparada con algo de tristeza pero a la vez con los ojos bien abiertos para
no caer en las estadísticas. Por ejemplo, están las estadísticas de la
inseguridad. Claro tengo dos primos muertos a tiros a causa por venganza, y es
que ellos tampoco estaban en buen camino “tampoco merecían morir”. Pero el
miedo que me da es vivirlo en carne propio, ese mismo dolor que sintió mis
tías.
En la estadística del robo, he sido víctima en mi propia casa, y eso no
quiere decir que lo vuelva a caer en este tipo de estadística. Hace unos meses
mi hermana compró un teléfono y como viví esa mala experiencia le dije a mi
hermana:
−Mana “porque así le digo” sí, mana por favor vende ese teléfono y
cómprate uno menos costoso.
Y ella contestó:
−Tú siempre con tus cosas, parece una abuelita, ve peligro en todos
lados.
No pasó ni un mes cuando salió de su casa y la esperaban dos hombres en
una moto y le robó el teléfono. Lo cierto es que ya la tenían “fichada como
decimos en lo criollo”. La golpearon con
la rueda de la moto y el trauma de las palabrerías de los delincuentes fue
horroroso. Ahora se la pasa nerviosa y casi todas las noches sueña que la están
matando.
En las estadísticas de las colas, por supuesto, casi toda la semana en
cola. Y hay personas que prefieren comprar tres veces mayor el precio del
producto a los buhoneros que darle gusto el presidente, porque eso es lo que
dicen. Yo también haría lo mismo su tuviera mucho dinero, pero no los tengo,
así que tenemos que hacer cola. Y estoy segura que hasta el más adinerado ha
hecho cola por lo menos para comprar papel sanitario o medicina. Menos el
presidente y su cúpula. Que también tiene más de cien guarda espalda quien les
cuida el pellejo.
En la estadística de ir al hospital y salir más enfermo que cuando
entraste. Primero está que no tienen ni una gaza para limpiar las heridas, todo
lo tiene que comprar tu mismo, médicos obstinados para las carencias y por el
poco sueldo que ganan, los cubanos ganan más que los propios venezolanos y te
diagnosticas enfermedades que no tienen y por último las malas condiciones de
la instalaciones y malos olores por doquier.
En la estadística de recolectar agua, en que se le vaya a luz por lo
menos una vez al día. Al que cocina en leña porque el gas no se consigue. Al
que no puede comprar el uniforme de la escuela de los niños porque cada
camisita cuesta cinco veces más caro que el año pasado.
La estadística de las personas que prefieren callar porque tiene miedo
de hablar y decir lo que piensa, los que se inscriben en planillas que ni
conocen para mantenerse más o menos bien con su propia conciencia, quizás
pensando que estarán a salvo y el que no cree en los del gobierno pero tampoco
hace bulto en otro lado.
Y los miles que se están preparando para largarse del país. Y los que no
pueden irse, siguen clamando misericordia.
Y la estadística del más sapo, así mismo, el más sapo. El que te echa
paja si habla mal de gobierno. Y te señalan con el dedo diciendo “éste no está
con el gobierno, hay que joderlo” y de verdad que en cualquier momento de joden,
te humillan y si es posible te dejan morir como un perro.
Y el sapo siente orgulloso sirviéndole al amo y señor del poderío.
Escribe Hogareña
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