No podemos seguir construyendo, ya que no conseguimos cemento, mi esposo
sale de madrugada todos los días a ver qué comercio lo pueden vender. No
podemos pulir los muebles de maderas porque no conseguidos la sustancias que
siempre utilizábamos para hacerlo, en ningún lugar o cualquier otro producto.
Una amiga llegó a pensar que la chikungunya, no es transmitida por el
mosquito ya que todos los venezolanos la padecen, es una tragedia que nadie
puede detener ni evitar, ella dice “no puede ser que en cada lugar haya una
persona con ese mal, esto no lo puede transmitir el mosquito”, pero la verdad
es que no hay insecticida, no hay repelente, no se está fumigando y lo peor no
hay control del gobierno, no les importa para nada.
El bendito gas y con tres semanas haciendo cola para conseguir una
bombona pequeña, después de varios días y esperando el camión fue que se compró.
El detergente para lavar la ropa solo me queda media bolsita y no sé qué
voy hacer para rendirlo y lavar la ropa. El cloro, un cloro que más bien deja
la ropa amarillenta, un cloro de baja calidad, es el que tenemos que comprar
porque no hay más.
Una bolsa de café que más bien parece cenizas, al unirlo con el agua
caliente su aroma es como si fuera basura. La leche que me costó siete veces al
precio regulado, resultó la mezcla con azúcar y el desodorante brilla por su
ausencia.
Y el pronóstico para los próximos días es de mal auguro, más mala suerte
o más sometimiento. Qué más puedo hablar en este blog, si mi vivir de cada día,
es mi padre nuestro.
Escribe Hogareña
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