Nos miramos por un
instante, siempre había tenido la sensación que tenía algo especial, “es una
rareza entre lo normal” decía Goyito. Llegó el atardecer y el muchacho se
levantó, Carolina secó sus lágrimas con el faralao de la camisa, nene y Jorge
callaron, Noris gritaba como loca y él retrocedió dos pasos, luego, corrió
impulsándose con las puntas de los dedos de un solo golpe, sus ojos hondos se
engrandecieron, la frente se allanó, los pies se enflaquecieron y brotaron las
primeras plumas de bronce agarrando vuelo y perderse en las enramadas.
Escribe Hogareña
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