Los prejuicios, el abandono y las insurgencia
de un pueblo dividido entre ellos mismo, trae miseria acompañado de una venda
en los ojos que hace que no vea más allá de la vista, que no es capaz de
analizar y darse cuenta por sus propios pensamientos sino que dice lo que oye y
lo repite de aquí para allá sin saber si es verdad. De un pueblo, en su manía
de creer que el que tiene el poder, es quien tiene la razón, y no el pobre que
se bate la vida en el mercado para vender verdura; y quien le creería, aún
sabiendo que es él quien tiene la razón y no aquel encorbatado y de buen traje,
con su dialecto difamador convence a los demás con un poco de dinero y
amenazas.
El frutero que está al frente de un banco, se
queja de la mala situación del país, y yo que pensé que no opinaba, y es
criticado por muchos por su forma de pensar, y porque se perdió el respeto y la
opinión propia, una sola forma que pensar en bien malo.
Porque lloraría un señor mayor por el viaje de
su líder, si lo están obligando hacerlo porque de lo contrario lo azotarían, o
reír incluso cuando tienes ganas de llorar, acaso eso lo que deseamos, ser
sometidos como en otros pueblos que someten a su gente y le dicen hasta como
deben cortarse el cabello y como vestirse, ¡que estupidez!
Escribe Hogareña
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