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sábado, 24 de mayo de 2014

EL PLACER DEL VENEZOLANO

El sol pica y pica, el cielo está más claro que nunca y los rayos pegan directo en el rostro hasta cambiarlo de color, un señora con un pañito en la cabeza, más adelante están las bedeles de la escuela de mis hijos, los vecinos se aglomeran junto a cientos de personas en el centro, varias carpas en hileras y la bandera del partido socialista izada. Una tremenda cola que da más allá de dos cuadra desde la esquina de la entrada, en el otro extremo otra según para las personas mayores y la aglomeración del gentío en la entrada esperando el descuido para colearse. Son el bullicio las peleas, el ajetreo, el clamor, el calor y el cansancio. Los carros estacionados en medio de la carretera, hacen que los choferes que circulan pierdan la cordura, haciendo que las bocinas piten y piten, los niños miran asombrados y otros lloran asustados, no hay quien pongan orden, y mi esposo:
-          ¿Te vas a meter en la cola?
Y yo me quedo mirando con ganas de arrancarle la cabeza:
-          ¡Tú estás loco! No está mirando cómo está esa gente sufriendo allí…
-          ¡Ah! yo pensé…
Mientras esperábamos en la cola de los carros, llegó la guardia y se me vino en la mente aquel día cuando llegaron y sin más nada entraron al supermercado directo al administrador del negocio, y al rato salieron con tremendas bolsas de comidas cada uno, y la gente que tenía horas, horas y horas haciendo cola se quedaron con las manos cruzadas sin poder hacer nada. Pues, pasó lo mismo, entraron como perro por su casa, sin poner orden, y así como así salieron con sus grandes bolsas, y el pueblo matándose por dos kilos de azúcar, dos kilos, de arroz, dos kilos de espagueti, dos enlatados de sardinas y dos pollos.

En quien está en manos la justicia, a quien nos dirigimos si la autoridad es peor que el delincuente, se pierde el respeto, la moral y la confianza.
Unas ventas improvisadas por el gobierno en una entidad pública, como si existiera los lugares como eso, la policía ausente, así como transito y al mismo tiempo la guardia y ejército hacen de la suyas. La gente es tratada como animales cosa que pareciera que nos estamos acostumbrando. Entonces esa es la paz que tanto el gobierno defiende, ellos tranquilo blanquitos sin agarrar sol, comiendo en aire acondicionado, las mejores comidas y placeres, mientras nosotros haciendo cola para todo y peor no se consigue nada. Acaso ya es un placer estar bajo el sol inclemente, sudoroso, atormentado, peleando injustamente, obstinado y arriesgando nuestras propias vidas por una bolsa de comida que es muy necesaria para subsistir.

Escribe Hogareña

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