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jueves, 26 de febrero de 2015

Y CÓMO NO VOY A LLORAR

Hacerme la vista gorda ante las manifestaciones de estudiantes en todo el territorio venezolano, es imposible. Muchos estudiantes de todo las profesiones universitarias indignados por la muerte de un joven que ni siquiera tenía que ver con lo que estaba sucediendo (era un joven que pasaba para llegar a donde se encontraba su tío), pues lo mataron. Un policía que tenía orden para enfrentar con armamento a los manifestantes. Un pobre policía que solo hacía su trabajo. Una orden impuesta por el mismo gobierno, aprobado y sacado por faceta oficial. De utilizar armas en contra de los que salen a las calles a protestar. 
Ahora nos encontramos en un dilema, un joven de catorce años, que ni culpa tenía de pasar por la calle, y que se encuentra su sangre manchada en el pavimento. Y un policía imputado con todo el peso de la ley injusta de nuestro país quienes mandaron a utilizar armamentos en las manifestaciones. 
Es muy fácil poner preso al policía y echarle la culpa, claro él fue quien utilizó el arma, pero realmente los culpables fueron todos aquellos quienes aprobaron esa ley, vagabundearía o como se le llame, para solamente amenazar a quienes manifiesta en las calles por la mala situación del país.
Si pensaron que con esa ley se iba a dejar de manifestar, sería morir. Junto con los estudiantes estamos muchas mujeres, que somos madres y que nuestros hijos están en las calles deseando un país como lo vivieron mis padres y abuelos. Porque ellos son el futuro del país, son ellos los que formaran cada pedacito de tierra en prosperidad y son ellos los que pueden hacer que la sociedad sea mejor.
No se puede seguir aguantando más.
Ya llevo dos semanas haciendo cola y todavía no he logrado comprar la cesta básica para que mis hijos puedan comer. Sería un tontería quedarme tranquila sin levantar mi voz en pos de las injusticias. En este mismo instante mi corazón llora no solo por ese joven asesinado, sino también por el policía y más que eso por mi país y los venezolanos.
No es nada fácil hacer una cola seis horas solo para comprar un kilo de detergente o cuatro rollo de papel. Y cómo no voy a llorar...

Escribe Hogareña

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