Son las ocho y cuatro de la noche. Las calles alegres de la gente celebrando el Carnaval, música por todos lados y mis hijos emocionados por ir a pescar mañana, les encanta muchísimo.
Mi piel está tostada por el inmenso y resplandeciente sol, y es difícil hacerse sentir las noticias más triste de estos días, será por la alegría que emana de los venezolanos, es decir, somos felices a pesar de las penurias porque es nuestras características, porque estamos marcados como un sello o porque lo llevamos en nuestra sangre. Es divertirse, bailar la canción más pegajosa, la que suena más duro pero sobre todo la que haga más bulla.
Como es nuestra costumbre mojarnos en carnaval, pues éste año no hay agua, así que, solamente vemos las hermosas comparsas que preparó el gobernador porque para eso sí hay presupuesto y ahora más que vienen las elecciones de diputados que conforman la asamblea nacional.
Nuestra familia nos quedamos en casa, todavía asustados porque para robarle el carro a mi hermana la encañonaron y la amenazaron de muerte, a mi otra hermana la maltrataron y casi se llevan a los niños que iban en carro, pero de lo único que no se salvaron los niños fue los tremendo golpes contra el piso al sacarlos. Están muy nerviosos y más nerviosos estamos nosotros.
Y días antes mi madre fue al mercado y la robaron con un cuchillo. Pues ya entramos en las estadísticas del hampa.
Estamos en casa, sin agua pero muy alegres porque estamos vivos. Agradecida de Dios y por su misericordia. Aún todas las noches rezo para que cuide a mi familia y todas las familias, y que pronto salgamos de esta crisis que nos envaina.
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Hogareña
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