MIS
NIÑOS
Los niños no paran de
jugar como las mariposas de volar. De vez en cuando se posan en el néctar de la
flor y de vez en cuando vuelven a volar complacidas. Y los niños no paran de
jugar como las flores silvestres se alegran en el atardecer cuando la brisa
fresca le pega a sus pétalos. Son flores amarillas, moradas, rosadas y blancas,
todas salvajes como las mismas mariposas, es por eso que tienen esos colores
tan radiantes.
Los niños no paran de
jugar allá en el campo, y yo con miedo, que una espina le pinche la piel, pero
ellos felices corren de un lado a otro sin darse cuenta de las espinas,
tremendas espinas, grandes y gruesas, todas verdes y yo sigo preocupada que los
pinches y no escuchan mis advertencias. Los niños no paran de jugar en el monte
y no escuchan mis consejos, quizás sea mejor que se pinchen para que aprendan
lo mismo que yo aprendí a su edad.
Los niños no paran de
jugar en el matorral y ya las mariposas no están y las flores se escondieron,
pero ellos siguen corriendo y mi madre vuelve a decir “déjalos quietos” y yo nerviosa
casi me como las uñas. Los niños no paran de jugar y las caritas caretas es
imposible de hacerme reír y recordar que una vez fui igual, tan feliz e
inocente en la vida. Me alegro que ellos también sean felices, tan felices como
las nubes, los árboles y el sol.
Los niños no paran de
jugar y salgo corriendo porque uno se pinchó, llora que llora, y Manuel se ríe
porque sabía que se iba a puyar y yo curándole el dedo. No es una herida
profunda por lo que le tomo entre brazos y le doy mi cariño. Él aún balbucea que
balbucea y yo sigo abrazándolo, hasta que vuelve a salir corriendo para el
montarascal.
Los niños no paran de
jugar y estoy más tranquila, ellos son felices y yo también. Soy una niña otra
vez, no tan pequeña como ellos y mucho menos tan inocente pero se me olvidó que
el mundo existe. El monte los arropó y a mí también, cada parte de mi cuerpo está
pinchado y nos paramos de jugar. Aunque el atardecer nos sorprendió, las
mariposas no están y las flores se durmieron nosotros seguimos jugando y
jugando como niños.
Escribe Hogareña
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