Mi piel se puso de gallina y con recelo escuchaba las
anécdotas sobre los dolores en los huesos sin poderse parar de la cama,
tremendas fiebre y alergias con tremenda picazón en la piel. Hasta el punto que
sentí que a mí también me iba a dar. Todo el barrio buscando como locos
pastillas para la fiebre y dolores. Nadie hizo fiesta. No solo por ésta fiebre
del mosquito sino también por la situación tan mala del país que solo alcanza
para rasguñar lo que sea.
Sin tener internet porque en casa de mamá no llega señal.
Lo cierto es que lo pasamos bien, sin mucho ajetreo e invento. No pude tomar
fotos porque no llevé la cámara ni nada de tecnología.
Sin embargo, disfrutamos muchísimos, sobre todo hablando y
hablando. Se hizo la cena acostumbrada de todos los años (hallacas, pan de
jamón, ensalada de gallina y pernil), los niños recibieron juguetes y jugaron
con fuegos artificiales y todo lo demás (gracias que la familia nos unimos).
Ya en la madrugada todos nos dispusimos a dormir y en el
amanecer nos enteramos que al muchacho que le dediqué un día en mi blog lo
mataron (fue el mismo muchacho de quien de lo publicado del día de ayer y que
el día de las madres me quitó el sueño con todas sus locuras). Me dolió tanto
porque era tan joven y fuerte, porque podría ser mi hijo, y solo me quedó
llorar con el corazón vacío. Su madre destrozada y toda la familia le dimos el
último adiós.
Esa noche lo invitamos a nuestra cena navideña, cosa que él
decidió ir para otro lodo. Aquí la justicia es de la calle, no sé que más decir...
Muchos me critican de que escribo muchas cosas de
políticas, de la mala situación del país, de la inseguridad y otras tantas,
pero como no lo voy hacer si es lo que estoy viviendo, no salimos de una para
entrar en otra, y cuando creemos de que va salir bien algo, pues no es así,
siempre hay algo en que llorar y entristecernos.
Escribe Hogareña
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