DETRÁS Y DELANTE DE MÍ EN LA COLA

La señora emocionada al frente con sus cuentos de cuando trabajaba de cocinera en unos de los restaurantes más famosos de la ciudad, y cuál es el secreto del pasticho le pregunté:

−        Mucho orégano amiguita – me decía al momento de sacar el pañuelo y pasárselo por la frente.

La señora detrás, muy amorosa, abrazada con la pareja. Se daban besos y besos a pesar que el sol y calor nos azotaba en la inclemencia, pues era feliz.
Y yo allí con los niños fastidiados caminando de un lado a otro queriendo regresar a casa. Mucha gente hacía que estuviéramos espabilados, más bien vigilantes de que nadie se coleara. En la entrada del comercio la aglomeración de gente esperando quizás el descuido de alguno para poder pasar y evitar las colas. Una señora muy bien vestida entaconada, se acerca muy glamurosa y nos pregunta:

−        ¡Buenos días! ¿Qué están vendiendo?

−        Harina, harina, harina… −se oyó una voz tras otras como ecos.

Pude ver el brillo de sus ojos en el entusiasmo, luego agregó:

−        ¡Verdad! Bueno yo solo quiero una… voy a pasar, disculpe…

Se terció la cartera y dio dos pasos.

−        Un momento… –gritó la morena robusta del frente –tú no eres más que nosotras, para allá atrás hacer la cola…

La mujer vuelve la mirada hacia la cola que recorre dos cuadras y medias.

−        Amiga yo solo quiero una sola bolsita.

Dio dos pasos.

−        Oye amiga, nosotras estamos aquí desde las cuatro de la mañana, vamos amiga… para allá atrás hacer la cola.

−        Es que yo trabajo en la gobernación… y no me da tiempo…

−        Vamos hacer la cola, fuera, yo soy abogada, mi amiga aquí es enfermera, y la otra profesora…

Un señor que estaba recostado en la pared agregó:

−        Yo soy policía…

−        ¡Ah! si no puedo comprar una entonces me voy, en qué país estamos viviendo que hasta la amabilidad y los buenos modales se han perdido… que les cuesta a ustedes… solo quería...

−        Hacer la cola, para atrás, fuera, fuera, fuera, la cola, la cola… −gritaban las mujeres.

Apenada la mujer se fue sin poder hacer nada, también tendrá que acomodar sus zapatos deportivos para hacer cola.

Cuando faltaban dos personas para pasar a comprar, llegaron cuatro motos de la guardia nacional. De pronto un guardia mandó hace otra cola, mientras dos de ellos se adentraron a las oficinas del comercio. A la media hora salieron cada uno de ellos con una bolsa de harina. Y a pesar de la gritería de la gente y reclamos, nadie pudo hacer nada. Solo nos quedamos allí en la impotencia ante la injusticia y abuso de la autoridad.

Escribe Hogareña