Pasarán muchos años y años para que la economía del país se vuelva a
estabilizar, estamos hundido en un hoyo sin fondo que parece increíble lo que
estamos viviendo. Si mis abuelos supieran lo que está sucediendo en este
momento en el país jamás lo creerían. Y ojalá que mis hijos puedan disfrutar un
poco de esa paz que mis padres vivieron una vez y que yo conocí un poquito.
Quizás sean mis nietos los que disfruten y saboreen la tranquilidad que mis
abuelos nos contaron.
Sentarse en los atardeceres en la plaza Bolívar, bailar hasta el
amanecer en casa de Blanca, jugar dominó bajo la mata de mango, ir al cine sin
miedo de que le pueda suceder algo malo y si nos da la gana de comprar una
catalina en la bodega de la esquina la consigamos.
Eso sí; si se cambiara el sistema de la economía en este momento, serían
nuestros bisnietos los que disfrutarían. Estamos tan mal que no es fácil
recuperar todo lo destruido por tanto tiempo. El esfuerzo de muchos hombres y
mujeres fueron pisoteados como si nada. Como si no valiera ni un centavo, y con
ello arrastró al pueblo incrédulo e hipnotizado por todos esos cuentos que le
echaron alguna vez. Y que ahora, que abrieron los ojos se dieron cuenta que
fueron engañados una y otra vez, pero lo más triste que ya es tarde, ya el mal
está hecho, y por más que tratemos de salvarnos costará muchísimo.
Da lástima ver grandes empresas como Alcasa, Venalum, Sidor, pdvsa y
otras que dependía de ellas destruidas, sin nada por sus alrededores. Las
queseras, procesadoras de maíz y trigo, lecheras llenas de gusanos. El sesenta
por ciento de los servicios públicos de cubanos y el ochenta y cinco por ciento
de los comercios de chinos. Todos los sectores de minerías aglomerados de
chinos y los venezolanos desempleados desde médicos hasta zapateros. Todos
desempleados donde quiera vendiendo cualquier cosa para llevar el pan a su
familia y otros se ocupan de estafas a los más débiles, nos estamos matando
unos a los otros. El cambio del dólar que nadie conocía ahora hasta el más
humilde lo sabe, y está consciente cuánto lo perjudica. Mujeres con sus niños
en las calles pidiendo dinero y nadie confía en nadie.
Escribe Hogareña
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