Un breve lamento por no dejar el celular en casa y mucho menos quitarme algunas prensas, poco valiosa. Pero sigo caminando con la mente en blanco esperando cualquier cosa.
El muchacho se mete la mano en los bolsillos mirándome de reojos y saca su celular, por un momento sentí que me ahoga. Sigue de largo y por fin puedo respirar. Esa sensación de miedo se convirtió en un bajar de un tren en marcha.
Escribe Hogareña
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