Yo me he equivocado una
y otra vez y he pagado las consecuencias bien caro, en algunas no me he
arrepentido pero me ha pesado que todavía la llevo cargada en mi hombro. A
pesar de seguir adelante y superado muchas dificultades por las consecuencias
de mis errores.
A otros le ha costado
la vida como a esa chica que por diversión tuvo una noche de romance con el
vecino y resulta que el vecino tenía sida, o el chico que se fue a una fiesta
con sus amigos y le quitaron la vida en una pelea, o al que quiso darse de
héroe defendió a una mujer casada y el esposo vengó su ira contra él o la mujer
que nunca denunció al marido maltratador que después le figuró el rostro.
Por tener temor no
habló, el que no quiso ir a una entrevista, el que se llenó de ira y ofendió a
su ser querido, el que se quedó dormido, el que no tuvo el valor para defender
lo que más quería, el que se quedó sentado lamentándose de lo que pudo ser. Por
ser tan necio y terco, el no querer escuchar consejos, por creernos más que los
demás o al contrario, creernos menos que los demás, por la melancolía y
depresión, y cientos de decisiones que no se tomó por alguna cosa o
pensamientos turbados, a todas esas pagamos las consecuencias.
Escribe Hogareña
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