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lunes, 10 de septiembre de 2018

V ANIVERSARIO: PECADO EN EL TEMPLO

Detrás del atril, hablando del misterio de la creación del universo, la bóveda celeste de la divinidad, en un sermón referido a la perfección en que fue creado la mujer y el hombre. En ese instante, mientras miraba a los feligreses que escuchaban atentamente, ella recordó pasajes de su niñez, una infancia reservada, quizás santificada. Pero más allá de eso, en el mueble descubría algo diferente en su cuerpo, un cosquilleo ajeno que la hizo sentir avergonzada y se preguntó en varias ocasiones si Dios la había perdonado. Ahora entendía que es que parte de la naturaleza.
Sus manos de deslizó lentamente abajo del vientre y su corazón comenzó a palpitar muy fuerte, era un pecado, algo prohibido que jamás lo confesó al sacerdote. Aunque había olvidado esa etapa de su vida. Había regresado los deseos extraños e intensos, y no era el tocarse, sino un dolor en el corazón aunado a los deseos más fuerte que ella misma. En ese discurso de las virtudes y defectos del hombre, sin ni siquiera concebir alguna  respuesta del para qué fue creada, se perdió en la mirada de aquel hombre sentado en la esquina de la parroquia, que no le quita la mirada de encima, que la hace sentir diferente y la hace olvidar del mundo entero. El ardor de estómago que no se quita con nada y malos pensamientos que afirman que es una prueba del creador. No era la primera vez en verlo, sino en muchas pláticas intercambiando ideas de la voluntad de Dios que jamás llegaron a estar de acuerdo.
Era tarde cuando el sermón había terminado, ella nerviosa pronosticaba lo que podía ocurrir, cerraba los ventanales del salón. El muchacho vacilante todavía permanecía sentado, a pesar de sentirse asustado, sus manos temblaba, pero decidido a cualquier augurio sabiendo la respuesta de la religiosa  porque todo dependía de Dios y lo que ellos sentían el uno al otro. Ella lo miró a los ojos sin titubear, firme y tranquila, quiso defenderse bajo de ese hábito grisáceo pero desde hace tiempo se había rendido para los que fueron creados, sin mediar palabras él tomó valor para levantarse del asiento y caminar despacio con temor hacia ella, la agarró por la cintura. Ella no opuso resistencia. La apretó junto a su cuerpo y tiernamente sus labios se movían suavemente. El pecado se consumó bajo las miradas de los santos.


Dailet M. Butto R.


Gracias a la Editorial "Letras con Arte" por seleccionar mi cuento para la Antología "Ero y Afrodita IV" en España

Escribe Hogareña

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