SIGUE EL TEMA DE LAS COLAS

Dos días más haciendo cola para comprar cemento, amaneciendo en plena calle y el gentío alrededor acostados en cartón esperando la hora deseada. Y con ese deseo tan anhelado acompañado con la llegada de la gandola colmada de cemento que no nos deja dormir un poco. Todas las ferreterías llenas, los guardias se pasean de un lado a otro para tratar de resguardar la vida de quienes las arriesgan, padres de familias e hijos están allí hablando, abrazados  mientras la brisa fría golpea nuestros cuerpos.

Que más decir, otra vez amaneciendo en las colas y no me queda más que echar chistes, hablar de la casa, contar cuentos y hacer amigas por doquier. En ese momento nos olvidamos de dónde venimos cada una de nosotras, a pesar de la vulgaridad o decencia de otras, nos reguardamos para cuidarnos nuestras espaldas.

Las más golpeadas somos las mujeres porque mientras los hombres tienen que asistir al trabajo, nosotras las amas de casa estamos obligadas a esta nueva tarea. Mis hijos siguen protestando y yo ni sé que es lo que siento, han lastimado mi derecho como parte de una sociedad que a veces pierdo la identidad.

Hay gente que dicen que no hacemos nada para mejorar nuestra propia condición, pero sí lo hacemos, aunque no es fácil, todo está controlado, es un cerco que nos limitan cada día que pasa. Son muchos los que no están informados y cómo hacemos si no hay noticias verdaderas, y nos están llevando a la ignorancia ocupándonos en la tarea de conseguir por medios de las colas los productos básicos para la existencia.

Un hasta luego. Me voy a las colas, hoy soy el número ochenta y tres y llegué a las diez de la noche y son las cinco de la mañana, después le digo sin compré o no el cemento. ¡Ah! si tengo la oportunidad tomo una foto de las colas como parte de la realidad.
Escribe Hogareña