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En las creencias religiosas dicen que cuando nos llega la muerte, el espíritu va directo a un juicio en el cielo y es allí donde Dios todo poderoso juzga de acuerdo a lo que vivimos en la tierra, quiero decir a la bondad, el amor, la honestidad, la generosidad y todas aquellas cosas gratificante y equilibradas que se nos pueda presentar en el andar de la vida. Y todo aquello parece hermoso y fácil de cumplir por lo que tratamos de cumplirlo al pie de la letra, pero como lo hacemos en esta sociedad tan corrompida que senos han impuesto en bandeja de plata y que es imposible despreciar para poder subsistir, sobre todo para aquellos que vivimos la decadencia, el hambre, de hijos con el estómago vacío, y es allí donde reflexiono “que no nos hemos muerto ni siquiera hemos vivido un juicio, entonces porque vivimos en el infierno sin estar muerto o es que nos saltamos la muerte para ser juzgados y pagar algo que todavía no sabemos”, ¡donde está la justicia y la felicidad que ni siquiera nos dimos cuenta cuando se escondió! Qué culpa tenemos nosotros por pagar tanta desolación, miedo, dolencia y desesperanza, todavía lucho para que mis hijos tengan un vaso de leche cada amanecer y miles de madres perdieron la lucha al ver a sus hijos metidos en un ataúd. De rodilla sigo pidiéndole a Dios¡qué culpa tenemos nosotros por pagar algo que no sabemos! y sobre todo mis hijitos que duermen felices por tenerme a su lado que por dentro saben que falta algo y están seguro que hay algo que no marcha bien.
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Muchos serán los
escogidos, y es que ya escogieron los que serán felices en el andar de la vida,
porque se presiente en el camino a muchos que se hacen llamar el poder, de
viajes en viajes, deleitando los mejores manjares, millones de fotos pegados en
paredes, vallas, afiches y todo aquello que sale en la calle, en los
periódicos, revistas, televisión, radio e internet, los que son dueños de las
grandes empresas, mansiones, carrasos y cuentas infinitas en el exterior, ¡es
que a ellos le llegó el cielo!, ya fueron juzgados y son los escogidos de Dios
y nosotros los que estamos en el infierno, necesito respuestas, que alguien me
diga.
Están los esclavos, que
serían los profetas, los enviados o fieles servidores que viven de los anuncios
que dan los escogidos, aún viviendo la inclemente pobreza, creen y se desviven
por cientos de palabras mal habladas de algunas personas, esperando quizás que
los tomen en cuenta por lo menos una vez en la vida, augurando que serán salvados y llevados a la
gloria, y años tras años los vemos más desgastados física y mentalmente que los
propios pobres, pero firme como el roble, caminan de aquí para allá vigilantes,
nerviosos y cuidando cualquier imprudencia que pudiera salir de la boca de
alguno para aprovechar la oportunidad y tratar de relucir ante del poder,
condenando a esa persona. Los esclavos vigilan y vigilan y es que fichan y
fichan como hienas, y al estar engañados creen en la esperanza de un vivir
mejor.
Victoria cuando está enamorada pierde la conciencia, −es que soy amante del amor− nos repite con una sonrisa de oreja a oreja−, y les digo que se ha enamorado infinidades de veces,pero tantas veces que he perdido la cuenta, del barrigón demacrado que le gusta jugar bolas criollas, del alérgico que se hurga la nariz sin estridencia, del negrito que se duerme en el mueble al solo sentarse, del chiquitín que se cree el magnate del barrio, del cabeza de pelota engrandecido porque su papá es el capitán del barco chino, y ahora del importado de las montañas de los Andes,siempre con su sonrisa nerviosa se agracia en el “zumbao” del caminar pausado, sin ningún reproche le extendemos la manos para saludarnos.
Algunos nos dice que
somos chismosas y es la parte más divertida porque nos cuajamos de risas, otros
que somos brujas y es donde soy capaz de conjurar un hechizo para sellarle la
boca, ¡hasta cuando esa juntilla! decía aquel tipo ignorante que me dio lástima
el pobrecito, y todos esos apelativos que acostumbras decirnos pero ¡qué
importa! Si soy feliz cuando hablo de mis hijos y ella habla de los suyos, o
nos damos algún consejo, “que si hablar de la casa, del marido, de la ropa, de
la novela, de la mujer de Miguel, de las uñas, del cabello, del médico aquel,
de los zapatos de tacones y todo aquello que se nos antoje”.
Mientras se planea que hacer por el país, nosotras las
madres venezolanas no las ingeniamos para sobrevivir para el siguiente día y
mantener con vida nuestros hijos. Con mucho sacrificio, a veces, con indolencia
nos apresuramos para hacer los quehaceres cotidianos para luego, hacer la nueva
tarea en contra nuestra que nos fue impuesta por un grupo de gente que se creen
dios, pues así como les digo, salimos corriendo de prisa para meternos en las
colas bajo el sol o la lluvia para adquirir un producto alimenticio para
nuestros hijos, y peor aún las ganas de gritar y hundirnos bajo tierra y con el
corazón partido nos queda cuando nos dicen que se acabó el producto después de
haber pasado horas y horas en la cola asustadísima y con la adrenalina a millón
vigilante para que nadie se colee o que algún joven desorientado nos roben. Son
largas horas que dejamos de dedicarle tiempo a nuestro hogar y nuestra familia,
y dolor de saber que nuestros hijos también pasan la misma inclemencia haciendo
cola porque no tenemos con quien dejarlos, y más deprimente cuando observan
discutir por cualquier cosa, y más dolor me da cuando escuchan las tremendas groserías
de algunos enfurecidos que pierden la paciencia y el mismo dolor que yo misma
siento.
Y así mismo lo siento ahora, es la impotencia y la cólera que está colmando mi alma al no poder darle un vaso de leche a mi pequeño hijo que no tiene la culpa de nada, la inocencia de su exigencia de su alimento me provoca salir a la calle y buscar un no se qué, pero quien me escucharía, quien pudiera atender mis clamores, muchas veces pierdo la fe en Dios quien tampoco tiene la culpa de nada, quien pudiera hacer justicia, mis fuerzas de desvanece y el consuelo se desgasta poco a poco, sol o el rayito de una luz me mantiene esperanzada quizás sea los rostros inocentes de mis hijitos, la objetividad de mi esposo, los consejos de mi madre o de muchos venezolanos y gente de otros países, que cada día luchan por su país y medo y cuenta que no estoy sola en esta lucha sin armas.
Muchas alegrías, a
veces, y otras, muchas tristezas, acompañada de llantos, pero lo mejor es que
existe el mañana y lo que no puedes hacer hoy, lo hace mañana, porque mientras
exista el mañana tenemos una historia acompañadas de sueños y ese sueño somos
nosotros mismos. Y por más pequeño que sea ese sueño es importante para
nosotros mismos, aunque para los demás sean insignificantes, y que importa los
demás, si solo a nosotros nos interesa comernos el mundo a nuestro modo, y que
me importa lo que piense mis amigos, la vecina, y tal persona, si solo nosotros
sabemos lo que queremos y haremos lo posible y lo imposible para que nuestros
sueños se hagan realidad.
Muchas promesas todavía
sin cumplir a pesar de mis esfuerzos, pero me quedan muchas ganas para echar
para adelante porque como dice mi mamá que “lo único que nos detiene es la
muerte” y mientras tengamos vida hay esperanza y mientras haya esperanza hay
sueños y esos sueños que deseamos que sean realidad.
Mis sueños no son algo extraordinario, es igual que los tuyos y de otros, nada de ir al espacio, de volar, de ser inmortal, ni cosas que sean imposible, solo mucho Amor, Salud, Bienestar y Paz, junto a los seres que tanto amamos, siempre resolviendo cualquier problema que nos lleguen sin renegar de nada.
Otros corren como conejos bajo la tierra ardiente, quema que arde y arde que quema, de tu paladar salen palabras, eso es verdad, yo la escucho con atención y no las entiendo ni un poquito, por más que las intentos una y otra vez. Caminar por el mismo sendero que lo hiciste tú y descubro lo que transmite tu mirada triste, allí está acongojado, sin aliento, algo me dice que te quieres ir, la vida misma note deja, existen mucha gente felices, escuché de alguien decir que quiere ser tu esposa y tú sutilmente con aquella sonrisa que encanta a los más astuto dijiste con oraciones frágiles como el cristal que no sería fácil ser tu amante. El gusanito sale de la tierra a tomar un poco de sol, junto a la hoja verde que se halla en el jardín de Polonia, es ocurrencia de una niña salir desnuda a la calle para pedirle a la madre que le busque aquel vestido rosado de lazos en la cintura, quiero entrar en tu mundo y comprender de una vez por toda lo que está pensando en este instante, mañana no estaré y tú serás quien descubra cual es la finalidad de estar vivo, enriquecido por la belleza del sol, la luna y las estrellas, el agua que es necesaria para la existencia, ¿quién es más inteligente? todavía no lo sé,siempre tan amable como la cigarra cuando espera a su esposo en la puerta de la cueva, el charco repleto de ranitas que saltan de aquí para allá, está muy fría la mañana y todavía tengo deseo de tomarme un poco de café recién colado en aquella taza de tapara bien curada con hoja de chaparro, en el monte, los pájaros canta y las gallinas ponen huevos en donde están los palos de yuca, al lado de los cochinos de don Simón, y varios niños corriendo sin zapatos, el pequeño se quedó atrás llorando llamando a la madre cansada de trajinar en la cocina y a la abuela le faltan los dientes de adelante es por eso que come el corazón de maíz pilado y las conchas sus hijos tienen que masticarle la comida en la boca para luego dársela con cucharilla, a doscientos metros por el camino de mi tío Nicolás está un pozo que sale una culebra con escamas resistente a las balas y mi prima hace su casita con sábanas viejas que le dio la abuela, allí ha acumulados muchas latas de leches y se hace difícil cuando nos caen las naranjas en la casita y la rompe, siempre quise una muñeca de trapo, la misma muñeca que mi abuela le hizo a esa prima amada por mi papá, y ahora que no le tengo miedo de expresarme mi sentimientos no le puedo decir nada a la abuela porque está muerta, tiene años muerta, estaba muerta en vida cuando sus hijos la sacaron del campo y después se murió porque no soportó vivir en esa miserable vida que la sorprendía cada amanecer junto a la cama de la tía y no en el aurora del campo cuando el sol le pegaba por el ventanal de madera.
A un niño le picó
cientos de avispas por haberlas molestado ahora nosotros pasábamos con cuidado
para no despertar furia del enjambre, la marea subió y cubrió el camino por
donde nos escapábamos para ir a la fiesta de San Juan, pasamos toda la noche de
frío, de risas y asustada porque papá nos esperaría con la correa en la mano y
como profeta se cumplió lo que habíamos predicho, nunca me gustó el revoltillo
de huevo las veces que los como vomito y paso el día con dolor de estómago,
menos las morochas que se lo comen y hasta se comen mi comida a cambio de una
moneda que siempre guardan en su cartera de papel, allí también tienen muchas
figuritas que le regaló José el novio Nuvia la trajo de los cerros de Caracas
con su maletín lleno de almendras y nos las comimos a escondida, ni cuenta se
dio porque estaba besa que besa con José, se fue la luz y nos escondimos en los
muebles rojo de peluche y allí me llevé un susto cuando Leo con un pluma me la
pasó por la oreja y pensé que era una cucaracha. En el río Caroní nos bañábamos
con una perola en las piedras, mientras que los demás niños se zambullían en el
agua y corríamos en las hectáreas de mangales que nos daba sombra mientras
pasaban los buques de Japón, el hierro del Pao, la carretera de muchas curvas
nubladas a veces podía adivinar la distancia de los carros cuando pasaban por
la casa de barro y cocina de leña, ollones de sopa de red olorosa a orégano
fresco que tomaba del patio de la casa, cuando dormíamos en casa de Aidé nos
mecíamos en el columpio bajo la mata de tamarindo, lleno de charco y la mata
corroída de comején, mientras jugábamos al escondite esperábamos ansiosamente
que pasara el tren repleto de hierro, dos o tres veces al día, los sentíamos venir
cuando la tierra comenzaba a moverse y la corneta a sonar para que se detuvieran
los carros.
Salí por el corredor
brincando en el ritmo de la música infantil que salía de mis labios, para no
pisar los dibujitos rectángulados de las lozas como de costumbre y así llegar a
la casita de muñeca. Se batían sobre mis hombros las dos clinejas que con
esmero mi madre se afana cada mañana antes de dedicarle largos ratos a los
cuidados de las matas. Me senté en la arena
con el mismo entusiasmo de Marieta, siempre con su vestidito blanco de
puntitos rojos, y faralao en los borde, de ondulada pelambre amarilla con un
tremendo lazo rosado por cada lado, es cuando me recuerda que alguna vez
envidié tener una muñeca negra de trapo que la abuela le hacía María y que por
aprensión a mi desprecio porque según ella mi padre me obsequiaba muchas
hermosas muñequitas rubias, jamás quiso hacerme una y yo por dentro me moría de
ganas de tenerla entre mis brazos, con las mismas clinejas que luzco, con tanta
elegancia a los que llegan a casa, peor aún,
nunca pude decirle que deseaba esas muñeca más que nadie, más que María
que jamás supo apreciar sus regalos y rápidamente las olvidabas. Después de
coser el último punto, orgullosa, ansiosa,
cariñosamente la abuela se las entregaba cansada por tan trabajo
minucioso, enseguida María las dejaba en un rincón, bajo las cajas corroídas
por las cucarachas, era cuando yo las sacaba para jugar a escondida de la mirada
de mi prima y de la mismísima abuela, le trincaba las trencitas a tan bellas
muñequitas, con lazos y tiras de retazos de telas que le sobraban de los
recortes de costura, bajo el sillón de la abuela.
Mueve continuamente el
arrugado rostro, siempre que desea escuchar al que está a su lado, sobre todo
tratándose de mí, en su murmuro
constante dice que le hago perder la paciencia y se malhumora si me atraso en
la búsqueda de sus lentes en aquel escaparate lleno de papeles amarillentos. La
lentitud de las manos pecosas delatan la experiencia en el quehacer de la vida,
optimista el aventurero aprovecha la bondadosa oportunidad a cuesta cansado por
el trabajo agotador acumulado por el día a día, se coloca aquellos vidrios haciendo
lejos el misterio escondido en esos ojos transparentes perdidos en el
transcurso del tiempo, se regocija en la calidez de la satisfacción de haber
logrado la misión en este mundo. Se recuesta en la mecedora de mamá, siempre
sonriente al lado de las orquídeas que trajo de Canaima, colgadas en macetas y
pedazos de troncos podridos, y como si ellas les hablaran pone atención en los
pétalos morados rayados por el dorado resplandeciente que sale del pintoresco
blanco y el umbral del tallo verde. Me levanto con cuidado para no despertar a
caramelo pero este abre los ojos, alza la trompa y ve alejarme entre los
enormes helechos del horcón de la esquina, y el desgastado hombre ríe con engreimiento y dice:
Cada mañana se levanta
silbando, cuelga el paño en la lavandería y a pesar de los miles de baños que
se eche siempre tiene el mismo olor antes del baño, guarda el cepillo en la
caja arrinconada, al lado de las herramientas del conuco, se mira al espejo muy
de cerca y espera en la cocina la primera taza de café. También yo espero un no
sé qué, con el uniforme bien limpio, camisa blanca, falda azul marino y unas medias que me llegan
hasta las rodillas, desde luego, que él me ensaña algunos trucos con la moneda,
escondiéndola en la manga de la camisa, preguntándome todavía cómo hace para desaparecerla,
permitiéndose hacer el esfuerzo de crear el mejor recuerdo de mi niñez.
En sus ojos grises, veo
reflejado la armonía que deja plasmado la vehemencia del verdadero amor entre
el espíritu, la naturaleza y la vida misma. Lo miro, lo miro, lo miro y no dejo
de mirarlo, sus temblorosas manos para desatar el lazo de Marieta, la menuda
sonrisa de sus labios, resignado por el venidero futuro y convencido de la
sabiduría adquirida a través de los años, es merecedor de lo mejor del mundo,
así es el abuelo, lo tengo presente, es mi héroe, mi consentido, mi amigo.
Mientras sacudo el
polvo de los adornos de la repisa con el pañito húmedo casi negruzco, me disipo
en la soledad que me atosiga en cada muñequito que cambio de lugar, pienso en
cualquier hombre que camina por la avenida principal y se pierde en el gentío
cuando llega a la redoma y cruza a la derecha, en la mujer engalanada con
aquellos zapatos de tacones puntiagudos estimulada por el coqueteo cuando
siente que la observan con admiración, en el niño que llora en brazos de su
madre esperando el cariño, en las cientos de mariposas que revolotean en las
flores silvestres en medio de algún sendero del campo, en la magia de las
estrellas con su singular luminosidad titilante cuando cae el anochecer, en la
brisa que golpea en los ramales que cuelgan en cualquier riachuelo y todo
aquello que se me viene a la mente sin poder detener todo ese misterio de la
vida, y es exactamente allí cuando mi corazón comienza a latir más y más
fuerte, las ideas llegan unas tras otras y la locura se apodera de mí. Sin
mediar agarro un lápiz, más atrás varias hojas sueltas y mi mano ansiosa vuela
en la imaginación acompañada de la fuerza exorbitante de la cascada del Niágara,
de algún rincón curioso de la comunidad Luba de África, de la genialidad
intelectual y días de trabajo arduo para
mantener en pie la torre Eiffel en Europa, en las bondades de las cordilleras del
Himalaya en Asia, en las ciudades abandonadas en Jerusalén, en el bravío río
Orinoco en mi propia ciudad, y jamás termino de pensar, pensar, pensar y
escribir, escribir hasta sentirme a gusto.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuBVJhXED-Ff0E0rOJy46atUkPTzTmPyClnbc6mAif-71cHvn4KOsJbkEQ0EwLtx0ltXSagum1ElXRXw6MjqWxQL-91oxmGxTxTL7J3k0b1luOjqCRJjsOBDvbo3U8K_y2Ssoi9LvH0VGd/s320-rw/DCP_0022.JPG)
Esto me recuerda que en
la cotidianidad de los días se vuelven reglas que cumplir, asignación en el
transcurso de los días que se convierten en semanas, meses y años, y nos
volvemos desquiciados si algo se sale de control, opacando la alegría y el
significado del por qué estamos aquí. Puede ser algo inesperado, un evento
familiar, un nuevo miembro a la familia, un viaje para cualquier lugar, las
tradiciones de los años, alguna tragedia, lo que sea, y todo nuestro mundo se
pone de cabeza sin ninguna dirección clara, cargada de muchas emociones.