PARA MI SORPRESA

Ni los miles de mensajes de textos, horas hablando por video llamada y por teléfono se compara hablar frente a frente con alguien a quien se quiere muchísimo.

Varias veces el timbre repiqueteó dejando de prisa la tasa al lado de un libro, al asomarme por la puerta principal mi corazón comenzó a latir muy fuerte sintiéndome flotar por un instante en el mar de la alegría, era como si estuviera frente a la estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro o pasearse en el jardín colgante de Babilonia en la antiguo mundo, pero para mí era algo mejor que cualquier maravilla del mundo, más que eso, era mi amiga, la esperaba desde hace rato.

Y después de un caluroso encuentro resguardado de lágrimas y sonrisas, nos sentamos para escuchar y decir unas tras otras conversaciones que se venían arrastrando desde hace tiempo:

     −¡Hace cuanto tiempo no nos veíamos! –decía a cada rato.

Y yo:

     −Mucho tiempo amiga… −contestaba reconfortada.

Tenerla a mi lado era como si tener el mundo a mi favor, en donde solo las dos existíamos. Reímos, lloramos, nos consolamos, mientras el tiempo esperaba paciente por nosotras, pues, y quien cambiaría esos momentos en lo que podíamos hablar de cualquier cosa que quisiéramos, es decir, lo que nos daba la gana.

Algunos nos dice que somos chismosas y es la parte más divertida porque nos cuajamos de risas, otros que somos brujas y es donde soy capaz de conjurar un hechizo para sellarle la boca, ¡hasta cuando esa juntilla! decía aquel tipo ignorante que me dio lástima el pobrecito, y todos esos apelativos que acostumbras decirnos pero ¡qué importa! Si soy feliz cuando hablo de mis hijos y ella habla de los suyos, o nos damos algún consejo, “que si hablar de la casa, del marido, de la ropa, de la novela, de la mujer de Miguel, de las uñas, del cabello, del médico aquel, de los zapatos de tacones y todo aquello que se nos antoje”.

Y al final de la tarde nos miramos fijamente a los ojos, sin decir una palabra siquiera, le damos gracias a Dios por esa amiga especial.

Escribe Hogareña