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viernes, 28 de mayo de 2021

CAPÍTULO 9

 

CAPÍTULO 9      

Los niños jugaban fútbol en la calle y algunas mujeres sentadas en las aceras observaban el sol, el ritmo de la salsa brava se escuchaba a los lejos mientras los más adultos tomaban cervezas en la esquina. Más allá alguien se fumaba un cigarrillo y Luipita le quita el cigarrillo y lo pisa con los pies diciendo:

-Aquí en frente de mis muchachos no... Fúmeselo en su casa si le da la gana, allí donde nadie lo vea.

Lupita sigue caminando a cuesta arriba, en un cerro de largas escaleras, en donde se puede visualizar el paisaje de la ciudad. Ella mira con pasión aquella linda ciudad y sonríe. Criada con siete hermanos y ella la menor en donde ella usaba la ropa de sus hermanos y caminaba como ellos, parecía uno más de hermanos. Con la gorra revés en la cabeza, pantalón descolgado y camisa por fuera.

-Venga para acá mijita que llega tarde –dice su padrino Claudio, el sacerdote del barrio.

-Écheme la bendición padrino.

-Dios me la bendiga muchacha terca… ven acércate para acá…vamos carricita

-Qué pasó padrino, ahora que hice.

-Te dije mijita que dejara de meterte en problemas, esos hombres son peligrosos y un día de estos puedes amanecer con un mosquero en la boca, pues, ya me tienes preocupado, y no quiero rezarte en las misas. Eso no me lo perdonaría tu padre jamás. Tus hermanos hacen lo que pueden y Luis me ha pedido que te saque de este barrio.

-A no padrino. Luis no tiene nada que ver con mi vida, eso sí que no, deja que llegue a casa y lo voy…

-Nada mijita… tu hermano está preocupado por ti eso es todo

-El no tiene derecho a elegir en vida…

-Con todas esas palabras que te he dicho, y con la autorización de tu madre he decido sacarte del barrio, ya que no quieres estudiar, pues, irás a trabajar, junto a una amiga que he hablado con ella, y me dijo que te conseguiría trabajo en la casa donde ella trabaja.

-Trabajar yo no, no, no… yo no voy a trabajar en ninguna casa… yo estoy bien aquí… mis muchachos me necesitan… ya comienza la final del fútbol y sin mí no pueden ganar…

-Mira Lupita, óyeme es una decisión tomada desde hace días, tu madre y tus hermanaos están de acuerdo, y allí en esa casa podrás mejorar un poco tu educación y quizás más adelante puedas ser una chica decente… quien sabe

-Mire padrino nadie  puede decidir por mí.

Lupe comenzó a llorar. No era por irse sino por niños del barrio. Que de alguna forma ella los protegía de caer en cualquier vicio.

-Aquí está esta dirección

El sacerdote Claudio le da un papel con una dirección y el nombre de la mujer con quien tiene que entrevistarse, su nombre es Maxi y sigue diciendo:

-Pregunta por esta mujer, que ya todo está hablado, ella te dirá lo que tienes que hacer, es una buena mujer.

-Pero padrino porqué me haces esto…

-Ya Lupita deja de llorar y vaya a la sacristía para que le pida a Dios por su alma, para que le vaya bien, ahora voy hablar con mi muchacho antes que se vaya a estudiar.

El sacerdote se dirige a la puerta de la iglesia y se encuentra a Octavio.

-Bendición papá

-Dios me lo bendiga.

Claudio se enamoró de una chica cuando era muy joven. Y la chica salió embarazada. Fue un embarazo muy complicado por lo que el día de labor de parto la chica murió, dejando en su lecho a un hijo.

Desde ese momento Claudio decidió dedicarle su vida a Dios. Y se convirtió en sacerdote y al mismo tiempo que criaba a su hijo.

-Mire padre mío, deme un abrazo fuerte y quiero que sepas que lo quiero muchísimo

-Lo sé hijo mío, todas las mañanas me lo recuerda, eres mi bendición.

-Papá voy a buscar a Karla

-Y vas a seguir  con ese tema, esa chica te ha dicho que no quiere nada contigo, dedícate a terminar tus estudios que es lo más importante.

-Eso hago padre, ya me voy antes de que se me haga tarde.

-Vaya con Dios y la virgen.

 

EN LA BAJADA AL BARRIO

Octavio sigue caminando y ve en la acera algunos niños.

-¿Qué hacen aquí niños?

-Estamos esperando a Lupita

-¿Para qué?

-Pa’ qué más caray… para practicar

-Aaaaah allá la vi rezando, van a tener que esperar que salga. Se quedan aquí y no se metan en problema.

-Si padrecito.

-El cura es mi padre no yo.

Octavio sigue caminando, sendero abajo, camina una cuadra y puede sentir el olor pan fresco, respira profundamente, compra dos café pequeños para llevar y sigue adelante. A tres casa adelante, de una pared  amarilla de rejas blancas toca la puerta.

-¡Ah! Ya llegaste.

-Vámonos...

-Espera…

-Apúrate que vamos a llegar tarde.

-Ya te he dicho que yo no creo en esas cosas, solo lo hago para complacerte. Hasta luego tío

-Señor Kali, descuide que le cuido a su sobrina.

-Más te vale Octavio y usted lucecita haber si no llega tarde hoy –Dice Kali mientras hace el desayuno.

Karla sale de la casa, y Octavio le ofrece el café.

-Ya verás que esta mujer si sabe.

-Yo no creo en esas cosas.

-Si mi padre se entera que creo en el tarot, me descomulga de la iglesia

-Ja ja ja… creo que sí Octavio… y cómo me dejo llevar por ti.

-Vamos por aquí… ven

Octavio desde niño ha sentido algo por Karla. Y en su silencio la hace sentir como especial. Siempre está con ella en los mejores y malos momentos de su vida.  Mientras ella lo considera como su mejor amigo. Muchas veces él le ha declarado su amor incondicional y recibiendo como respuesta una negativa, sin embargo, no pierde las esperanza y sigue a su lado.

Llegan a una aglomeración de gente, cada uno con dolencias, tristezas y ansiosos. Cada uno tenía en sus manos algunas velas negras, blancas, rojas y azules. Un santo a un lado y por el otro una vasija de agua, algunas palmas más allá, un niño que no deja llorar, el olor de licor por doquier y el ambiente a humo de tabaco.

-Vente por aquí, que ayer cuadré una cita con ella.

Esquivaron a la gente por una vereda angosta y llegaron a la puerta trasera. El chico tocó la puerta y abrió una mujer elegante de voz pasiva.

-Pase adelante

Había algunas bambalinas por un lado, y frutas en descomposición debajo de ella, una estatua que no se podía distinguir quién era, pero no le tomaron importancia.

Pasen por aquí… -siguió diciendo la mujer.

Mientras  se escuchó un hombre en una habitación en donde había un televisor de plasma que abarcaba toda la pared, con luces intermitente, aire acondicionado encendido, una cama de agua y un sofá espacioso.

-Mujer te dije que tus clientes tienes que atenderlo desde tu oficina –dijo Javier mientras destapaba una cerveza.

-Cállate mi amor, que este es un favor especial que le hago al lindo.

-Aaaaah el lindo está aquí, si con este es el hombre con quien quiero hablar.

Javier sale de la habitación descalzo, estrecha la mano con Octavio y le dice:

-Hermano, me enteré que usted sabe de negocios y de esas cosa que haces… y quiero que me ayudes a montar mi negocio propio carajo… quiero ser un empresario, y ya ves que quiero hacer la inversión de mi vida. Y necesito de su asesoría.

-En qué lo puedo ayudar…

-Yo quiero ser único, que las mujeres vengan a mí a pedirme cacao, lechuga y tomate, que me pidan de esta cremita que tengo yo.

-Diga hermano en qué puedo servirle.

-Yo quiero algo grande glamuroso, elegante y que todos vean al empresario que soy y de lo que soy capaz… he decidido montar un puesto de tacos.

-De tacos…

-Si de tacos, que todos vengan a mí a pedir su taquito de guacamole, de chile, garbanzo, de frijoles, carnita, pollito y de lo que sea, hasta yo mismo me ofrezco de taquito.

-Un puesto de tacos… un puesto de tacos…

-Qué más compadre, se está burlando de mí

-No hermano… claro que lo voy ayudar en lo que me pida. Pasa esta noche por mi casa y lo hablamos.

-Si va… paso por allá a las ocho.

Se dan las manos, y cuando Javier se le acerca a Octavio para darle unas palmadas en la espalda. Y le pregunta:

-Y todavía nada con Solecito

-Que pasa hermano respete.

-Si usted no se apura pues lo hago yo… por allí anda un viejo bien estirado que le ha puesto el ojos, y antes que otro se la pille, lo hago yo primero je je je...

-Un hombre, como así… explícame.

-Sí un hombre estiradito él de mucho billete, yo lo vi con estos mismos ojitos con que lo estoy viendo yo, como me llamo Javier Pacheco de la Concepción Vargas Guzmán.

Octavio se lo queda mirando y Javier sigue diciendo:

-Alguien me pagó para que le diera información del estiradito y le dije todo, por el dinerito, que me ha caído muy bien, no lo voy a negar, pero le dije otra dirección, parece que solecito está metida en un rollo bien feo…

 continuará...

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