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lunes, 30 de octubre de 2017

HOY EN LA CALLE

Como generalmente las amas de casa sale a la calle estrictamente para lo necesario y como yo no escapo de esa realidad, entonces tenía días que no lo hacía. Y hoy como me vi obligada comprar una pieza de la licuadora, papel bond para los trabajos de mi hijo que ya está en el liceo y el diccionario de inglés - castellano, y que me revisaran el teléfono.

Salí de prisa, y al cruzar la esquina, estaba la misma torre de de basura, perro muerto, bolsas de cabeza de sardina por todos lado, y el hedor insoportable conjuntamente con las moscas y los perros haciendo de la suya. Caminé de prisa con ganas de vomitar y el aseo que no pasa desde hace un mes. 

Tomo el autobús, bien repleto de gente y yo en el segundo escalón, rezando para que alguien se bajara y yo poder subir hasta el pasillo. Pues, ya tenía más de media hora esperando transporte y nada que pasaba. Además de la cola de transito porque la policía había obstaculizado la avenida por llevarse preso a dos jóvenes que manejaban moto e imaginamos que los muchachos eran malas conductas.

Ya arriba se bajaron varias personas y me senté en el lado del pasillo. Sube una señora con una niña en brazos como de tres años y medio y la mujer pide que le colaboren con algo de dinero para comprar pan para su hija. En la próxima parada se baja la mujer toda harapienta y sube un muchacho con mirada profunda y rostro desganado, su voz poco peculiar entre la sociedad y expresa que él no viene a robar sino a pedir la colaboración de la gente porque acababa de salir de la cárcel y necesita dinero para subsistir ya que nadie le da empleo. Ya llegando a mi parada, sube otro muchacho, éste con más edad y expresa que tiene a su hija en el hospital que le diagnosticaron leucemia y necesitaba dinero para comprar medicinas que no consigue sino en el mercado negro y éste no baja de cien mil bolívares cada una. 

El pasaje cuesta quinientos bolívares, y dando y dando llegó a dos mil bolívares.

Al bajar cruzo la avenida para entrar en el comercio para que revisaran el celular que no sirve algunas teclas, el muchacho dice que tengo que pagarle seis mil bolívares para revisarlo y le digo que le voy a pagar en tarjeta y él me responde si es con tarjeta tiene que ser diez mil bolívares. Me quedé asombrada y le pregunté el porqué y él contesta que necesita el efectivo ya que está escaso. Saqué el dinero que los vecinos me lo querían comprar al verlo cuando me lo vieron, ya que los bancos sólo están dando diez mil bolívares y un paquete de arroz está en treinta.

Estuve a punto de venderlo pero menos mal que no lo hice. Agradecí a Dios.

Vuelvo a cruzar la calle para buscar la pieza de la licuadora y pregunto en un establecimiento y no hay, y en otro y en otro y así fue que caminé hasta donde están los "bachaqueros", que tienen una mesa no solo con productos de primera necesidad a alto precio, sino con pacas de billetes vendiéndolos. Jamás lo había visto.

De tanto caminar por fin encontré la pieza que necesitaba, allí sí aceptaron la tarjeta y pude solucionar. Comencé a buscar el papel bond y resulta que está escaso y en la única parte donde había estaba en tres mil bolívares cada uno y solo tenía veinte mil bolívares destinado para eso eso, y no quise comprarlo.

Pregunté por el diccionario y resulta que ni eso hay en las librerías. Así que estoy tratando de comprarlo de segunda mano.

Finalmente de regreso, al bajar del autobús veo a una señora con papel bond y le pregunto en dónde lo compró y fui hasta el comercio y compré diez pliegos por dos mil bolívares y se fueron los veinte mil bolívares. Entonces pienso, mi hijo tendrá que utilizar el papel por ambos lados.

Una señora me toma por el brazo y me ruega que le quinientos bolívares y pensé "eso es lo que cuenta un pasaje en autobús hasta el centro", un muchacho muy joven dormido en la cera y un mendigo comiendo pan que le había regalado la gente más adelante.

Vi una cola como de quince personas y como andamos asombrados por comprar productos, entonces me metí por si acoso, pero cuando pregunté qué iban a vender me contaron que estaban jugando el animalito, era una agencia de loterías. La verdad fue que reí y aún más cuando las mujeres se peleaban por el puesto. Y la que estaba delante de mí me expresó que ella invertía mil y ganaba cinco y con eso podía comprar dos panes canillas para la cena.

Y reflexiono que éste no es el país de mis sueños, es una lucha constante, no sólo mía sino de todos los venezolanos. Es difícil vivir en un país. Cómo la gente se acostumbra a vivir de ésta manera, no somos felices. Éste no es el país que quiero para mis hijos.


Escribe Hogareña



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