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Mi madre había puesto a lavar la ropa, tenía una lavadora de esas
antiguas, en donde las espumas salían por los alrededores, y era allí cuando me
deleitaba en jugar. Me imaginaba estar entre las nubes y volar de un lado a
otro, cuando ya me cansaba de ser un pájaro, agarraba un palo lo envolvía de
espumas y ya no era espumas sino algodón de azúcar, entonces, volvía a imaginar
estar en el circo rodeada de mucha gente alegre y juegos por doquier, yo era
feliz comiendo algodón de azúcar solo sacando la lengua desde lejos de espuma
para saborear su rico sabor, y ya bañada de espuma era la reina del mundo, me
paseaba de aquí para allá con mis vestido totalmente blanco y más estirada que
las modelos de la televisión, hasta que mi mamá llegaba y terminaba bañándome.
Me dispuse a jugar había empezado agarrar la espuma de encima y era el
helado más delicioso que había saboreado en mi vida, me gustaba ver desaparecer
la espuma en el aire cuando la soplaba, hasta que Elena me llamó, estaba
montada en la mata de guayaba. Desde muy temprano ella había llegado a casa
para jugar conmigo en la mata, y como es normal nos pusimos a “monear la mata”
como decía mamá, y entre tantos juegos llegamos a la competencia, ella me día −¡Oye
Dailet a que tú no sabes hacer esto! –entonces saltaba de un lado a otro hasta
llegar a la otra rama, después de ver su monería, yo me subía le daba una
vuelta al tronco paseándome de una rama a otra hasta quedar con la cabeza abajo
y los pies entrelazados en la mata. Ella decía una cosa y yo la superaba. No había
manera de ganarme porque esa mata era mi mata, mi fiel compañera, mi amiga, si
lloraba ella estaba allí para consolarme, si era feliz lo compartía con ella, y
me enseñó a leer, aunque no lo crean en esa mata de guayaba comprendí que la “m”
con la “a” se forma la “ma” y “ma” con “ma” es “mamá”, sabía mis temores y mis
más íntimos secretos, hasta tenía mi nombre grabado por un lado.
El niño que ya no era niño sino un joven de quince años, seguía
estudiando con mucho esfuerzo y sacrificio él solo, con la ayuda de doñita,
podía verlo bajo la mata de mango con su cuaderno y la doña sin entender una
palabra lo apoyaba. Pero ese apoyo pronto se terminaría, la doña se murió, qué
tristeza, nadie lloró tanto por la doña que el joven que ya no tenía más nadie.
Su única esperanza se había marchado sin querer. Al poco tiempo los estudios
dejó. Y deambulando de un lado a otro, en la calle y avenida un muchacho se le
acercó ofreciéndole lo que nadie se atrevió, un poco de poder entre los centros
comerciales y la buena vida, después a una familia formó, una gran familia de
mafioso. El joven había cambiado su aspecto, la inocencia se quedó enterrada
con la doñita. Muchos carros robó y desmanteló, se topó con muchos abogados,
doctores, policías mafiosos también (si es verdad hay muchos profesionales
metidos en la delincuencia y distorsión a la humanidad), y al verse invencible
duplicó su apuesta. A grandes empresas, más carros lujosos, drogas, mujeres y
miles de cosas. Un día lo agarraron y a la cárcel fue a parar.
Escribe Hogareña
−Soy una mujer normal, ni más ni menos, siento y padezco, río y lloro…
sé tú misma y no dejes que el mundo piense por ti, no espere algo del mundo,
búscalo tú misma, cuando vayas a la discotecas no aceptes vasos de otra
persona, cuida tu vaso, no confíes en nadie ni en tu propia sombra, sólo la
familia es quien te va a salvar y Dios, bueno, reza todos los días, estudia y
estudia… bueno aquí nos llevó el río, ésta es mi parada…
Dicha operación que duro meses para decidir, y otros para prepararlo
psicológicamente, fue la decisión más fuerte de la vida, quizás la única, pero
así se hizo, el niño se operó y con la ayuda de Dios el niño se curó. Ya tenía
cinco años. Comenzó el preescolar y el niño normal lo inscribieron en Karate,
en la cual llegó hacer cinta negra con honores, unas cuantas medallas y
trofeos, era el niño especial de la casa, el consentido, el mimado.
Cómo no hablar de Boris, cómo no recordarlo, si es una persona especial,
es un ángel que todos debemos recordar y aprender. Lo vemos siempre, y siempre
nos reímos, tomamos café y le preguntamos –bueno cuando te vas a morir, nos
tienes engañadas, primero nos vamos nosotras que tú, y él con su carisma contagiosa nos dice –ustedes
están pasadas, pero eso es lo que me gusta de ustedes… pero pensándolo bien les
digo que es la voluntad y las ganas de vivir lo que me mantiene vivo. Con un
gran abrazo nos despedimos de él y él piropeando a una muchacha que le pasó por
su lado, ahora está casado con un bebé bellísimo y tiene treinta y cuatro años
de edad.
Amanecí con la imaginación a flote, quise escribir en mi blog, pero como
esposo había cobrado salimos hacer mercado, o mejor dicho comprar lo que se
encuentre… como todos los miércoles fuimos a comprar las verduras y vegetales
para mi sorpresa en una pancarta estaba escrito “discúlpenos, pero estamos de
paro”. Luego fuimos a otro comercio, donde los vegetales tienen el doble de precio
que nos obligó comprar lo más necesario, y escogiendo las papas, siete balazos
se escucharon y un hombre dice –vaya es la cárcel, ayer los presos mató un
guardia e hirieron a otro, −como harán esa gente para vivir cerca de la cárcel
–decía un mujer. Otra mujer decía –este gobierno se lo llevo el diablo, todo el
dinero que se designó para construir una cárcel, se lo robaron. Y yo como niña
buena seguí comprando sin decir una palabra.
Para comprarle papel sanitario para mamá fuimos a Makro, había papel
“por demás”, y lo mejor fue que no había cola, además de eso, estaban vendiendo
2 bolsitas de carne, 4 arroz, 6 espaguetis, (claro 2 bolsitas de papel de 4
rollo), para eso la cola estaba corta “bien raro”, porque ayer fui a las seis
de la mañana y habían más de quinientas personas delante de mí para comprar
leche y por supuesto no pude comprar nada. Después de una hora y media
compramos, “que alegría” pero me entristeció porque no quisieron venderle a una
anciana que andaba con bastón ni a una mujer con un bebé recién nacido en
brazos porque tenía que hacer sus colas y la “gente está engrinchada” decía los
guardias. Un señor dedicó tres velitas a la virgen para que cuando regrese a
comprar encuentre lo que necesita en makro, ya que no había, crema dental,
perrarina, detergente, cloro, chucherías y nada, el comercio vacío como todos
los supermercados.