MIS JUEGOS DE NIÑA “II”

Lo mejor era ir a la casa de la abuela en el campo, dormíamos en una habitación con una sola cama, donde los cinco amorochados entrelazamos nos las arreglábamos para estar en armonía, al día siguiente los gallos nos despertaba a las cinco de la mañana. Luego, que la abuela nos daba una vaso de avena con galleta nos íbamos a sembrar yuca o buscar maíz en el conuco, por un camino en el bosque había un señor que vivía solo y hacía casabe, tenía un fogón inmenso lleno de leñas. Más allá grandes montañas y un riachuelo donde agarrábamos cangrejos en las piedras con un palo. De regreso el tío nos daba varias varas de caña y nos sentábamos a comer bajo la mata de aguacate y un burro sombreando rebuznaban como pidiéndonos algo.

Grandes presas de pescado junto a una arepa y un plato de sopa estaba puesto en la mesa, al lado del abuelo, primos y vecinos allegados. Lo mejor era montarse en la mata de pumarosa, una vez comí tanto que me enfermé del estómago. Baldes de mandarinas, naranjas y toronjas en la esquina de la casa y en la otra un racimo de topocho guindado y cambur, yuca, ñame, tomates y ají dulce.

Cuando la abuela se desocupaba nos íbamos al riachuelo, ella nadaba mejor que una quinceañera, y yo deseando ser ella.

En casa de la tía nos gustaba ir por el columpio que nos llevaba hasta el cielo, parecíamos pájaros, sentíamos la brisa chocar en el rostro y el singular sonido del soplo que a veces nos asustaba. Nos consentía tanto que nos tejía las clinejas con rosas intercaladas.

A casa de mi tío íbamos los carnavales y semana santa porque vivía al frente del río Orinoco nos bañábamos allí todo el día, venían gente de todos lados y los adultos aprovechaban de vender bebidas frías y empanadas, aún así no aprendí a nadar porque era tanto el miedo de papá de meternos en el agua que una tapara lo acompañaba por doquier, otros niños se zambullían de una piedra inmensa y nosotros desde lejos la tapara de agua nos llevaba a la cabeza, claro a veces nos metíamos en el agua pero en la orilla.

Cuando llegaba mi tío de la capital nos colmaba de chucherías a cada rato, goma de mascar, caramelos, platanito, helados gelatina y todo lo que había en la bodega.

La otra abuela me ponía leerle la biblia, a veces no me gustaba pero con el tiempo me enseñó que leer es un buen hábito, a pesar de su edad leía muchísimo, y yo me la quedaba mirando como si estuviera en otro mundo, se veía tan feliz. Con su sabiduría me enseñó cuidar las hojas, las páginas y libros, grandes libros me regaló y que todavía conservo con mucho cariño.

En mi casa subir las matas, jugar con tierra y mi caja de zapato con mis muñecas bien conservada bajo de la cama. Jugar ludo en las noches y brincar la cama. Me ponía la ropa de papá y mis hermanas la ropa de mamá. Mi hermano nos hacía los papagayos y se comía nuestras chuchería a escondida con la escusa que era un monstruo. Así lo creímos.

Escribe Hogareña

MIS JUEGOS DE NIÑA “I”

Mi madre había puesto a lavar la ropa, tenía una lavadora de esas antiguas, en donde las espumas salían por los alrededores, y era allí cuando me deleitaba en jugar. Me imaginaba estar entre las nubes y volar de un lado a otro, cuando ya me cansaba de ser un pájaro, agarraba un palo lo envolvía de espumas y ya no era espumas sino algodón de azúcar, entonces, volvía a imaginar estar en el circo rodeada de mucha gente alegre y juegos por doquier, yo era feliz comiendo algodón de azúcar solo sacando la lengua desde lejos de espuma para saborear su rico sabor, y ya bañada de espuma era la reina del mundo, me paseaba de aquí para allá con mis vestido totalmente blanco y más estirada que las modelos de la televisión, hasta que mi mamá llegaba y terminaba bañándome.

Me dispuse a jugar había empezado agarrar la espuma de encima y era el helado más delicioso que había saboreado en mi vida, me gustaba ver desaparecer la espuma en el aire cuando la soplaba, hasta que Elena me llamó, estaba montada en la mata de guayaba. Desde muy temprano ella había llegado a casa para jugar conmigo en la mata, y como es normal nos pusimos a “monear la mata” como decía mamá, y entre tantos juegos llegamos a la competencia, ella me día −¡Oye Dailet a que tú no sabes hacer esto! –entonces saltaba de un lado a otro hasta llegar a la otra rama, después de ver su monería, yo me subía le daba una vuelta al tronco paseándome de una rama a otra hasta quedar con la cabeza abajo y los pies entrelazados en la mata. Ella decía una cosa y yo la superaba. No había manera de ganarme porque esa mata era mi mata, mi fiel compañera, mi amiga, si lloraba ella estaba allí para consolarme, si era feliz lo compartía con ella, y me enseñó a leer, aunque no lo crean en esa mata de guayaba comprendí que la “m” con la “a” se forma la “ma” y “ma” con “ma” es “mamá”, sabía mis temores y mis más íntimos secretos, hasta tenía mi nombre grabado por un lado.

−¡Ah! a que sí lo hago, no iba a permitir que me llamara gallina. Dejé de jugar con la espuma y salir corriendo a superar lo morisqueta que Elena había hecho, me subí a la mata lo más rápido posible, y mis manos mojadas, no le había hecho caso, agarré una rama le día una vuelta y sentí mis manos resbalar, seguir subiendo y a la segunda vuelta al suelo fui a parar, no me lastimé porque era un arenal, pero mi cabeza cayó sobre una piedra y la cabeza me rasgué.

No lloré por miedo de que mamá me fuera a decir algo pero como la sangre corría por todos lados Elena comenzó a gritar y la vecina a llamar a mamá, y como me asusté comencé a llorar no por el dolor sino por el susto y las caras de tragedia de todos. Mi corazón comenzó a palpitar cuando vi la sangre y mi madre a llorar.

La vecina me revisó la cabeza, una gran herida divisó –llévala al hospital –decían las mujeres que no sabían de dónde había salido tantas gente. Inmediatamente me llevaron, así mismo como estaba, llena de jabón y arena. –no es nada grave –dijeron los galenos, solo limpiaron la herida, unas curas y gasas por varios días.

Elena nunca más compitió conmigo, seguí jugando con jabón y trepar mata, con la diferencia que aprendí que el jabón con la mata no combinan. Siempre lavarme las manos si las tengo enjabonadas.

Muchas matas trepé (guayaba, mango, pumalaca, tamarindo, naranja, mandarina), pero no aprendí a manejar bicicleta; jugué en la calle pelotica de goma, papagayo y fusilado pero después de grande fue que aprendí a nadar, jugué con tierra y barro hasta el cansancio pero nunca video juegos.

Mis hijos manejan bicicleta, juegan video juegos y saben nadar pero nunca han subido a una mata, no han jugado con tierra y ni siquiera han jugado en la calle.

Escribe Hogareña

SER NIÑO

Todo el tiempo necesario para escuchar lo que tiene que decir mis hijos, que si me guata jugar con el carrito rojo porque tiene gran velocidad, que si no me gusta comer pescado porque me pica la boca, que si me gusta la comiquita tal porque el niño es chistosos y todas esas cosas que para los mayores es insignificante pero para ellos lo vale todo.

Así me quite tiempo, así me duela la cabeza, así si la tristeza o la preocupación nos hunde en el vacío. Más que eso es entrar en su mundo, y ser como ellos aunque sea un minuto, y más que eso es recordar aquellos días cuando también fuimos niños.

Jugar con muñeca, aunque quiera recostarme en la cama, oír sus peleas entre hermanitos así quisiera salir corriendo, meternos en sus camas y escuchar sus cuentos de la escuela, aunque lo mejor es la soledad. Para mí no cambiaría esos momentos por nada del mundo. A veces me olvido que soy adulta y soy una niña como ellos.

Ser niño es: Soñar e imaginar esas cosas que son imposibles pero es lo que hace crear el anhelo de la curiosidad de descubrir lo posible.

Aprovecho la oportunidad para descubrir sus inquietudes e incomodidades, revelar sus emociones y temores, alegrías y felicidad. Comer helado o correr, jugar a la escondida o hasta discutir con ellos, pero sin perder la inocencia de niños.

“Es necesario ser como ellos, para estar actualizado en este mundo exigente, para no perderlos en el camino, y nosotros también aprendemos de ellos”. Ser sus mejores amigos sin dejar de ser padres.

Escribe Hogareña

INOCENCIA DE UN NIÑO

Cuando dicen que los niños son ángeles, es verdad, la inocencia se le ven en sus ojos como dos luceros resplandecientes, ellos no saben que es el bien o el mal, ellos no saben el actuar de los mayores, ellos son objetos de manipulación de los adultos, ellos son almas puras contaminados por el ambiente que los rodeas.

Cuando decimos que “ese niño si sabe” no es porque nació así sino porque sus mayores le enseñaron; actúan de acuerdo al ambiente y a sus protectores. Nunca hay que decirles “tú si eres malos” más bien cólmalo de cariño que no tiene la culpa.

La personalidad del niño se hace desde que está en el vientre de la madre hasta los tres años, entonces, quienes son los responsables del actuar del niño.

Escribe Hogareña

CORRER EL RIESGO

Qué pasaría del mundo si dejáramos ser un poco de egoísta, qué pasaría del mundo si compartiéramos nuestras enseñanzas a los niños del mundo, pero el mundo es muy grande diría que a las escuelas, a nuestros propios niños viven cerca de nuestras casas, a lo mejor no hubiera tantos jóvenes descarriados.

A esos niños que se la pasan en la calle decirle:

−Hijo para su casa…

Entonces su madre diría:

No se meta en la educación de mi hijo. Pero es el riesgo que debemos correr. Y es la forma cómo decimos las cosas si les decimos a los niños callejeros:

−Hola hijo que tal, mira y esos zapatos tan bonitos…

Aunque los zapatos estén sucios y rotos. El niño cambiaría su estado de ánimo y a lo mejor tú puedas influir en su vida positivamente.

Y de que hay, de no meterse en la vida de otras personas para evitar malos entendidos, que con frecuencia ocurre, porque no sabe con qué tipo de persona te vas a encontrar. Pero es el riesgo que debemos correr.

A decir verdad los profesionales como el club de ingenieros, abogados, doctores, maestros, vecinos, amigos y todas esas gentes que se organizan en grandes masas deberían romper con la burocracia e ir a las escuelas, y darles charlas a los niños que tanto necesitan en esos momentos tan difícil, en donde el camino más fácil es consumir drogas y robar. Y me arriesgo decir que de ir a las escuelas deberían llegar hasta los barrios más humildes y hacer obra de caridad. Y quien le gustaría ir a los barrios donde hay tanta delincuencia, para ver si le roban o los mismos padres y peor aún les quitan la vida. Pero es un riesgo que debemos correr.

La gente no es tan mala, para los buenos actos y hay buenos actos, porque hasta es más malo en la vida tiene sentimientos.

Nuestros niños necesitan personas como tú, yo y todos nosotros, alguien que se preocupe que por lo menos le dé un papagayo y ponerlo a volar.

Conocí a un niño al que su madre le pegaba constantemente, recibiendo el rechazo de toda su familia incluyendo de los abuelos. Ese niño se refugió en una viejita quien lo acobijaba con su ternura y mucho amor, después que su madre le propinaba grandes golpizas sin razón alguna, él se iba con ella. A veces pasaba desde el amanecer hasta el anochecer y la mamá en vez de apoyarlo, más bien se reían de él diciendo “está enamorado de la vieja”, la verdad es que nadie se daba cuenta lo que sentía en su corazón, solo la doñita y él. Yo sin embargo, sólo miraba porque éramos de la misma edad, y a la edad de quince años no pensamos mucho solo solos jóvenes que creemos que el mundo es diferente.

El niño que ya no era niño sino un joven de quince años, seguía estudiando con mucho esfuerzo y sacrificio él solo, con la ayuda de doñita, podía verlo bajo la mata de mango con su cuaderno y la doña sin entender una palabra lo apoyaba. Pero ese apoyo pronto se terminaría, la doña se murió, qué tristeza, nadie lloró tanto por la doña que el joven que ya no tenía más nadie. Su única esperanza se había marchado sin querer. Al poco tiempo los estudios dejó. Y deambulando de un lado a otro, en la calle y avenida un muchacho se le acercó ofreciéndole lo que nadie se atrevió, un poco de poder entre los centros comerciales y la buena vida, después a una familia formó, una gran familia de mafioso. El joven había cambiado su aspecto, la inocencia se quedó enterrada con la doñita. Muchos carros robó y desmanteló, se topó con muchos abogados, doctores, policías mafiosos también (si es verdad hay muchos profesionales metidos en la delincuencia y distorsión a la humanidad), y al verse invencible duplicó su apuesta. A grandes empresas, más carros lujosos, drogas, mujeres y miles de cosas. Un día lo agarraron y a la cárcel fue a parar.

Hace unos días que me lo encontré con régimen de presentación y le dije:

−Cónchale  trata ahora de hacer las cosas bien…

Y él contestó:

−Sí voy a tratar hacer las cosas bien, conseguí un trabajo digno, no se gana mucho pero me da para subsistir… tu sabes Dailet que la vida no fue fácil para mí…

−Sí, lo sé…

−Sabes a la única que extraño es a esa viejita, aunque no esté a mi lado sé que su espíritu me está cuidando día y noche… tu me entiendes verdad…

−Sí, sí, sí te entiendo…

Y entonces, las miles de lágrimas por sus mejillas y yo con un nudo en la garganta, el corazón chiquitico, me pregunto porque la vida tiene que ser tan injusta para algunos.

Si las personas salieran de su caparazón, de su confort, de su egoísta vida y por lo menos les regalamos un sonrisa a los niños, no por sus morisquetas sino por su inocencia. Cada uno de nosotros llegáramos ser un poquito de esa doñita que no tuvo el suficiente tiempo para salvar a un joven. Esa fuerza que nosotros tenemos y podemos hacer algo.

Escribe Hogareña

ELLA

De reojos la miran extrañados por su extravagancia, incluyéndome, alguna vez lo hice. Hasta el día cuando nuestras vidas se cruzaron en la parada de autobús. Ella me miraba en la calidez de la inocencia de una niña de dos años, pero no eran dos años la edad de esta mujer al que todos rechazaban, no por ser la más bella mujer venida de los suburbios, sino por su trabajo, y más que su trabajo era lo que hacía. Con horarios invertidos, cabellos alborotados, un cigarro en la mano y una goma en la boca que masticaba con fervor.

Pero esta vez era diferente, sólo estaba allí y parecía una mujer como cualquier otra, ama de casa, una secretaria o maestra.

−Sube pues –me dijo despacio.

Y yo como distraída, di dos pasos en los escalones hasta encontrarme dentro del autobús, ella atrás parecía seguirme, y a mi lado se sentó:

−Gracias –le dije nerviosa todavía.

−De nada muchachita.

Recuerdo que mis manos había comenzado a sudar y miles de pensamientos revolotean por los alrededores, era la timidez que me envainó en ese momento.

−Toma una menta.

−No, no, gracias…

−No seas tonta… cuando te den algo, no digas no… anda, toma por favor…

Aún temblaba, pero agarré el caramelo. Ya no era una extraña porque la conocía desde siempre sin poder hablarle, sólo la veía de vez en cuando parada en la esquina cuando pasaba con mi padre, de regreso de la casa de la abuela en las noches. No había comunicación y ningún tipo de gesto que hiciera que las dos fuéramos más que desconocidas

 Por un instante, parecía que estaba atrapada en su mundo, en su vida. Tantas cosas que había escuchado en el transcurso de mi vida, hacía que me confundiera más y más.

En ese momento no había nadie que me detuviera, mi padre en el trabajo, mi madre en casa y el mundo quedó atrás, sólo ella y yo. Así que aparté mis miedos y le pregunté:

−¿Por qué la gente habla tanto de ti?

−Soy diferente, tú también lo eres, cada unos de nosotros lo somos… solo que no nos damos cuenta… solo de mí por mi trabajo, mi vestimenta y toda mi vida… pero mira hija, soy de carne y hueso, no muerdo, sólo me gano la vida con lo único que sé hacer… tu tiene esos libros allí bien bonito y forrados, te aconsejo que le saques provecho, estudia es lo único que te digo y aprende hacer algo que eso te salvará tu futuro… yo no tuve esa oportunidad y no conozco otra… y a esta altura de mi vida no me interesa conocer… tu me entiendes verdad, ahora cállate y disfruta del viaje.

Esas palabras desataron miles de interrogantes, era como si no le preguntaba mis inquietudes en ese momento, jamás lo haría, a lo mejor no la vería más o antes de sentirme miserable me llenara de timidez, así que respiré profundo y volví a preguntar:

−¿Te has enamorado?

−Muchísimas veces, he perdido la cuenta… pero nada cómo el amor de mis hijos, por ello soy capaz de cualquier cosa y ellos me aman sin cuestionarme, tú me entiendes verdad.

−¿Alguna vez te has asustado?

−Infinidades de veces, todas las noches, sin saber que cliente te va a tocar…. Pero bueno parece detective, deja la jodedera…

−Y…

Ella me interrumpió.

−Déjame terminar pues… mis hijos son mi único tesoro soy lo único que tienen… también tengo miedo de enfermarme, pero es un riesgo que debo tomar sin titubear… y que me importa mijita, si ellos no me juzgan que me importa esa gente que me critican… si muero mañana de una gripe dirán que es de otra cosa.

−¿Qué piensa de la gente?

Nada, no me importa, solo yo… los hombres han pasado por mi cuerpo y las mujeres celosas porque conozco lo que ellas no han podido descubrir de sus maridos.

Sacó un cigarrillo, y yo cómo soy alérgica al humo le dije que se aguantara las ganas para cuando se baje, luego agregó:

−Soy una mujer normal, ni más ni menos, siento y padezco, río y lloro… sé tú misma y no dejes que el mundo piense por ti, no espere algo del mundo, búscalo tú misma, cuando vayas a la discotecas no aceptes vasos de otra persona, cuida tu vaso, no confíes en nadie ni en tu propia sombra, sólo la familia es quien te va a salvar y Dios, bueno, reza todos los días, estudia y estudia… bueno aquí nos llevó el río, ésta es mi parada…

Yo más confundida que nunca, sin entender sus consejos me quedé muda, chiquitica, bajo tierra. Ella se terció el bolso y se levantó.

−Ésta va por mi cuenta, te pago el pasaje, pero la próxima lo pagas tú… allá afuera tú serás la misma de antes, esta conversación nunca pasó, te lo digo para no buscarte problemas con tus padres.

Nunca más hablamos, jamás volvimos a compartir el asiento, ella allá y yo aquí, aunque algo en nuestras miradas nos decíamos algo sin decir una palabra cuando nos veíamos, ella en la esquina y yo al lado de mi madre. Después de muchos años ya no era la Yamilet, sino la doña Sifonte, madre del doctor Carlos Sifontes, el doctor Marcos Sifontes y doctora Gabriela Sifonte. Tremenda casa en la urbe aunque la misma mujer de siempre ya no trabaja en las noches y algunas veces cuando voy a la casa de mis padres oigo a muchas mujeres hablar de lo valiente y la vida dura que llevó ésta mujer en su juventud, ésta vez no hablan como antes sino como la heroína.

Escribe Hogareña

MI AMIGO ES UN ÁNGEL

Nada hizo más feliz a la familia Hernández que ver nacer a su último hijo de cinco, cuatro hembras y por fin el tan anhelado hijo. Todos con alegría y emoción celebraron el acontecimiento; una gran fiesta de derroche y apapachos para el niño. El consentido, el amado por todos, hasta por sus hermanitas que jamás sintieron celos.

Todo ocurrió como querían entre amor y felicidad, hasta el día, cuando algo extraño notaron al niño, no caminaba por más que lo ayudaban, al médico lo llevaron y después de tantos estudios y exámenes una enfermedad congénita le encontraron sin remedio, dos años de vida máximo le dieron.

Los padres destrozados junto a los familiares y amigos lloraron su futura partida, a Dios le encomendaron al niño, muchas promesas pagaron a la virgen y hasta una vez a un brujo visitaron. Pero el futuro estaba prescrito.

Un año después el niño caminó normal y un gran tutor comenzó a crecer. Resignados los padres siguieron sus vidas normales, al igual que su hijo, y a los dos años el niño no murió. Al médico seguían asistiéndolo como cada mes y decidieron hacerle una operación.

Dicha operación que duro meses para decidir, y otros para prepararlo psicológicamente, fue la decisión más fuerte de la vida, quizás la única, pero así se hizo, el niño se operó y con la ayuda de Dios el niño se curó. Ya tenía cinco años. Comenzó el preescolar y el niño normal lo inscribieron en Karate, en la cual llegó hacer cinta negra con honores, unas cuantas medallas y trofeos, era el niño especial de la casa, el consentido, el mimado.

Cuando tenía ocho años, el tumor se reprodujo, no había salvación cuatro máximo le dieron de vida. El niño consciente de su destino hizo una gran fiesta con sus seres más querido, como la misma fiesta de cuando nació, con la diferencia que todos disimulaban delante del niños estar felices, a cada rato salían por turno para llorar o secarse las lágrimas y el niño muy inteligente decía –no lloren que soy un ángel. Y como premio para que me recuerden les voy a regalar a cada uno de ustedes mis pertenencias más valiosa, una medalla a cada familia y hasta la cartera. Y así lo hizo.

Pero para la sorpresa de todos, Boris no murió pasó los cuatro años e hizo su vida normal, ya estaba en segundo año de estudios y yo en cuarto. Otra operación lo ayudó, pues sería la última, no quiso operarse nunca más, su pie derecho se torció al igual que sus manos y un tis nervioso lo acompañaba por doquier.

Un día nos reunimos en una finca y allí estaba, todos los consentía menos mis hermanas y yo. Nos fuimos a donde estaban las vacas y él nos siguió, a un riachuelo queríamos pasar y Boris nos pasó cargando a cada una de nosotras y nos decía –no le digan nada a mamá. Y nosotras muertas de risa por su forma de caminar. Por primera vez después de tanto tiempo él se sintió bien, porque éramos las primeras en no tenerle lástima.

En ese momento le dimos la esperanza de seguir estudiante, y el bachiller culminó. Muy pronto lo vimos en la universidad más torcido que antes y el tis más acentuado pero lleno de alegría más que cualquier persona. A los años se graduó, sus padres muy felices, no lo podían creer, dicen que es un ángel en la tierra.

Muchos al que él le regaló las medallas envejecieron y algunos partieron, devolviéndole la medalla que una vez regaló. Siempre optimista ante la impotencia de er un hombre normal pero triunfante entra por la puerta grande.

Ya sus padres están viejo, pero Boris se compró un apartamento, maneja un carro y trabajo en una de las mejores empresas de la ciudad.

Cómo no hablar de Boris, cómo no recordarlo, si es una persona especial, es un ángel que todos debemos recordar y aprender. Lo vemos siempre, y siempre nos reímos, tomamos café y le preguntamos –bueno cuando te vas a morir, nos tienes engañadas, primero nos vamos nosotras que tú,  y él con su carisma contagiosa nos dice –ustedes están pasadas, pero eso es lo que me gusta de ustedes… pero pensándolo bien les digo que es la voluntad y las ganas de vivir lo que me mantiene vivo. Con un gran abrazo nos despedimos de él y él piropeando a una muchacha que le pasó por su lado, ahora está casado con un bebé bellísimo y tiene treinta y cuatro años de edad.

Escribe Hogareña

PREÁMBULO

Termino de llegar a casa, muy preocupada por no haber publicado como cada mañana, quería hablar de Bori, un muchacho luchador pero no todo se da las cosas será para mañana.

Amanecí con la imaginación a flote, quise escribir en mi blog, pero como esposo había cobrado salimos hacer mercado, o mejor dicho comprar lo que se encuentre… como todos los miércoles fuimos a comprar las verduras y vegetales para mi sorpresa en una pancarta estaba escrito “discúlpenos, pero estamos de paro”. Luego fuimos a otro comercio,  donde los vegetales tienen el doble de precio que nos obligó comprar lo más necesario, y escogiendo las papas, siete balazos se escucharon y un hombre dice –vaya es la cárcel, ayer los presos mató un guardia e hirieron a otro, −como harán esa gente para vivir cerca de la cárcel –decía un mujer. Otra mujer decía –este gobierno se lo llevo el diablo, todo el dinero que se designó para construir una cárcel, se lo robaron. Y yo como niña buena seguí comprando sin decir una palabra.

Para comprarle papel sanitario para mamá fuimos a Makro, había papel “por demás”, y lo mejor fue que no había cola, además de eso, estaban vendiendo 2 bolsitas de carne, 4 arroz, 6 espaguetis, (claro 2 bolsitas de papel de 4 rollo), para eso la cola estaba corta “bien raro”, porque ayer fui a las seis de la mañana y habían más de quinientas personas delante de mí para comprar leche y por supuesto no pude comprar nada. Después de una hora y media compramos, “que alegría” pero me entristeció porque no quisieron venderle a una anciana que andaba con bastón ni a una mujer con un bebé recién nacido en brazos porque tenía que hacer sus colas y la “gente está engrinchada” decía los guardias. Un señor dedicó tres velitas a la virgen para que cuando regrese a comprar encuentre lo que necesita en makro, ya que no había, crema dental, perrarina, detergente, cloro, chucherías y nada, el comercio vacío como todos los supermercados.

Yo me dejé colear porque estaba muy contenta, será las hormonas, será porque mi esposo cobró, será porque había a comer carne, bueno no lo sé.

Una cola por allá, en cualquier comercio y les pregunto a las mujeres cansadas y soleadas –que van a vender−y ellas contesta –no sé, estamos aquí por si acaso llega cualquier cosa.

Mientras mucha gentes ansiosas en las calles dicen: ¡qué pasará con la diputada!, ¡con los guardias!, ¡los alcaldes!, ¡entrarán los guardias en las cárcel para poner orden!, ¡los estudiantes que tienen tomados algunos sitios!

Escribe Hogareña

A LAS GRANDES MUJERES

A mi hermana, es la mujer a quién más admiro desde hace tiempo. Se levanta a las cuatro, se echa un baño y se pone hacer el desayuno mientras cocina el alimentos para sus niños (los tres). Ya a las cinco y media levanta a los niños les cepillas los dientes a cada uno los vistes, luego le da el alimento, para luego, ella arreglarse y ponerse glamurosa para día de jornada. Ya con la hora encima, acomoda los bolsos de los niños, con la vianda, con ropa y libros, sin olvidar cada detalle que después pueda arrepentirse. Enciende el carro después de revisarlo, ya los niños están en auto con el cinturón de seguridad puestos, mientras los niños juegan que juegan.

En el camino, cuando el semáforo está en rojo, se maquilla, vuelve a preguntarle la lección al niño mayor, y sigue hasta la escuela y más fresca que una lechuga se despide de sus hijos alegremente así la tristeza la envaine. Ya en el estacionamiento del trabajo se pone los tacones altos, se tercia la cartera y entra galante a su oficina, revisando papeles, metidas en la computadora y calculando para que no se pase un presupuesto. Cuando cae el atardecer regresa a buscar los niños a la escuela que también es guardería, quizás este día no la han llamado porque en otros, a lo mejor el niño está enfermo o llora mucho.

En la casa, con el cansancio a cuesta y sin ganas de hacer nada, baña a los niños y pone cocinar la cena y el almuerzo para día siguiente. Lava la ropa para no acumularla, barre la casa, sacude las camas, limpia los baños y miles de tareas más. Y todavía con una sonrisa, nadie todavía ha podido marchitar su alegría. Quizás esta noche llegue el esposo de viaje, que a pesar de trabajar en otra ciudad tiene otra mujer, es mi hermana, la mujer que sufre de amor, pero no se le ve triste, y no tiene la valentía de dejar atrás esa tristeza que la está matando de a poquito con los deseos de que ese amor retorcido vuelvo a sus brazos.

Con la escusa de ocultar su falta, él la maltrata, todos lo sabemos, todos le decimos, pero tiene la esperanza atada en sus manos.

Después se sienta con sus hijos para escuchar sus historias, su día y sus inquietudes. Después de cenar se sienta para ayudarlos con la tarea. Más tarde ver la televisión un ratico con ellos y a dormir. Ya planificado el día siguiente se sienta a doblar la ropa.

Y si esa noche él no regresa a casa, ella duerme con sus hijos entre sus brazos como cuando los acurrucó desde primer día que nacieron.

Y así miles de mujeres admiro, que salen a la calle a trabajar con el cuerpo, con el espíritu en sus hijos y el alma en el hogar. Mujeres que apenas duermen cuatros horas, y que trabajan veinte, mujeres que son padres también, mujeres que lloran en el baño para que sus hijos no las vean, mujeres que ríen por el logro de sus hijos, mujeres que se olvidaron cómo es sentirse amada y protegida, mujeres que luchan día a día, mujeres que dan todo por el todo, mujeres que son más que mujeres, son el alma y la mano derecha de Dios.

Escribe Hogareña

MAESTRO AQUINO

Maestro Aquino, tan sabio, hoy quiero dedicarte estas líneas por influir tanto en mi vida, aunque en aquel tiempo no te entendía ni una palabra, hoy en día las comprendo todas, cada letra, acento, coma y todas esas peripecias al expresar lo que sentía.

Con tus consejos, los muchachos de aquel pueblecito paraban las orejas para oír sus historias que terminaban con una gran enseñanza, jamás regañaban a un muchacho, sólo con sus parábolas decía lo que sentía, y sin más nada lo hacía llorar a moco suelto, hasta darte la razón. Con tu apellido fue grabada una calle y maestro ejemplar de la escuelita nacional lo recuerdan con mucho cariño, aunque todavía vive para contar sus historias, corta el monte para sembrar yuca y maíz, aún sin vista.

La última vez que lo vi, cocinaba la sangre de un cochino para hacer morcilla y me decía “qué hermosa niña, de la ciudad se vino par el monte para no sé que buscar… busca para otro lado como lo hace las avionetas, no te estanque, y no mires para atrás”.

Pensándolo bien si el maestro Aquino, tuviera un teléfono inteligente, una tabla y un ordenador, les aseguro que fuera el asesor del presidente de la república, grandes autores escribirían su historia y mucha gente seguiría sus sabios consejos.

Simplemente te quedarás olvidado en aquel pueblecito recóndito más adentro que la propia llanura, mis amigos te recuerdan y yo lo hago también, y algún día tus huellas quedarán borradas como la de muchos héroes de esta madre tierra.

Escribe Hogareña

EMPATÍA

Hoy especialmente hoy estoy agotada, sin ganas de hacer nada, solo quedarme en la cama y ver la televisión. Súper cansada de hacer colas y ponerme en los zapatos de lánguidos rostros de las mujeres muerta de desaliento. Es como si el sufrimiento de ella fuera mío también. Y después de llegar a la puerta del comercio se acabó la harina de pan, y lloré como nunca, como cuando me avisaron que de quince balas mataron a mi primo, como al ver a mi tía llorar por muchas noches sin poder dormir y muchos días sin poder comer.

Regresé a casa y al tratar de olvidar lo sucedido, me puse a fregar, luego de unos minutos recibí un mensaje de la escuela de mi hijo, que decía “señora venga a buscar el niño”, sin pensarlo dos veces salí disparada y para mi sorpresa era la guardia buscando a cuatro jóvenes que estaban huyendo de ellos y se escondía en no sé dónde. 

Jóvenes no estudiantes de la universidad, sino estudiante de secundaria, jóvenes drogados que atracaron a los chinos. Dos anteriormente agarrados por la comunidad y tomando la justicia en sus manos casi les quitan la vida y otros huyendo.

Los buscaron en cada rincón de la comunidad; y mujeres que los escondieron en sus casas decían:

−No les diremos en donde están, porque ese niño puede ser mi hijo.

Y un señor:

−Entonces para que se ponen a consumir droga… para qué se ponen a robar… que lo agarren y se los lleven… ustedes son cómplices también…

Mientras que la mamá de uno de ellos, asustadísima, solo miraba aterrada sin saber qué hacer. Y otra madre (del muchacho golpeado) gritaba como loca. El guardia recogió el niño del suelo y lo metió en el jeep mientras la madre decía:

−Yo voy con ustedes porque si no me matan al muchacho…

Los guardias no pudieron sacarla de la patrulla.

Los ojos hondos de la primera madre, que todavía no reaccionaba de lo que sucedía, no podía hablar, parecía que estaba en otro mundo, no creía lo que sucedía, solo se agarraba los cabellos y se los estirabas de un lado a otro hasta que la hermana la tomó de la mano y se la llevó.

Los que huyeron nunca lo agarraron. –Son los muchachos que se la pasan drogándose bajo la mata de mango de la escuela –decía una mujer. –yo sabía que les iba a pasar algo malo, porque estos días actuaban como extraños, pero tu sabe que no podía decirle nada porque no vaya ser que me den un tiro o se metan en casa… −robaron al panadero la semana pasada… Y bla, bla, bla, bla… todos opinaban, todos decían… mientras yo solo escuchaba aterrada de lo sucedido.

Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que se me iba salir de la boca. Abrace a mis hijos con mucha fuerza, porque esos jóvenes podrían ser mis hijos y yo esa madre aterrada, me imagino la calamidad que está viviendo esa pobre madre. Me imagino el hijo que quiere salir de las drogas pero no puede porque ya está adicto, no trabaja, y la única forma de tener dinero es robar. Me imagino el susto del chino cuando le apuntaron con la pistola, a la comunidad cansada por los azotes de los muchachos, que ahora piden vacuna para que no los roben.

 Todavía esos jóvenes tienen otra oportunidad, quien los ayudará!

A lo mejor no tienen papá, se les escapó de las manos a la  mamá y los familiares, malas juntillas, la comunidad los rechazan, les gusta que la gente les teman, y para que estudiar si pueden conseguir dinero robando, les gusta las fiestas, salir en las noches, tener en los bolsillos el mejor celular, una cadena en el cuellos y una pistola en la cintura, sentirse grande cuando se drogan, y no ven otra salida sino vivir hasta los veinte años porque llegar a veinticinco es vivir demasiado.

Escribe Hogareña

CREDO

A los católicos, evangélicos, musulmanes, judíos o simplemente ateos. A los del gobierno, posición o los que se mantienen al margen. A las feministas, machistas, metrosexual, bisexual, homosexual o a los célibes. A las personas solteras, casadas o los que tienen dos, tres y hasta cuatro parejas. A los pobres, ricos o intermedios. A los humildes o vanidosos. Al que le gusta ver televisión, dormir o correr. A los jóvenes y viejos. A los egocéntricos o sociables. A los que les dé la gana como quieren estar… hay que respetar el pensar de los demás, y que esos demás nos respeten a nosotros.

La felicidad se consigue de cualquier manera pero sin perjudicar a nadie, ni siquiera atropellando ni humillando a la otra persona. Sé lo que quiere ser, pero no nos perjudiquen, qué me importa a mí tu religión, tu sexo y tus ideologías, vívela tú, nada más que tú, en tu mundo aparte, donde tu mismo eres el protagonista.   

No trates de inculcar a los demás tus ideas porque cada uno sabe lo que quiere, ni siquiera nos empujes a tus pensamientos rarísimos porque no vas a conseguir que cambie y mucho menos que me calle.

Escribe Hogareña