MI CENA NAVIDEÑA

Ayer salí preocupada para comprar huevos y poder hacerle una torta navideña a mis hijos. Claro sin almendras ni nueces porque no hay en ningún lado, según los comerciantes está incomprable, tampoco pude comprar manzanas porque dos de ellas muy pequeñitas cuesta más que el sueldo del mes, lo cierto que haciendo la cola para comprar llegaron algunas personas de las minas quienes compraron cuatro refrescos, azúcar, harina y pare de contar,  y otras, es decir, lo que vivimos en ciudad Bolívar, a quienes no nos alcanza el sueldo, simplemente compraron pescado de río (bagre) y casabe porque con esa comida van a cenar en Navidad. De verdad que se me rompió el corazón pero más aún que otras familias no tienen planificado nada, simplemente no hay fiestas navideña. 

De alguna forma envidiando a los mineros (quienes arriesgaron sus vidas trabajando en las minas) porque están recogiendo los frutos de sus trabajos y a la misma vez lamentándome por esas personas que no tienen ni siquiera para darle la tradicional cena navideña a sus hijos.

También observé a un niño de once años quien su padre con mucho esfuerzo le compró un carrito como regalo de navidad, el niño trataba de ser feliz con la curiosidad de abrir el paquete y el padre orgulloso, pues es lo más que podía darle, aún sabiendo que es un juguete para un niño de cinco años pero como darle más de lo que podía. Imagino que el padre quería ver sonreír a su hijo. Ojalá el niño no se aburra tan rápido del juguete o más bien no vaya lamentarse de tal regalo. 

Gracias a Dios que había comenzado a comprar los ingredientes de la torta desde julio, así como harina para el pan de jamón, todo de poquito para poder hacer mi cena navideña. Hice las hallacas, ayer el pan de jamón y la torta, todo con ingredientes que había comprado desde ese mes. 

Hoy simplemente cenaremos en familia de poquito y seremos felices.

Escribe Hogareña