Aunque sea una vez, una más, lo deseo con vehemencia, quisiera oler por última vez, solo una vez, un periódico recién imprimido.
Ese periódico que llega al kiosco y son tendidos en una cuerda de diversas empresas o casa del periodismo.
Ese olor a tinta que se caracterizaba al leerlo. También me hace recordar a mi padre, que leía periódico al llegar del trabajo. Es tan de mi padre. Compraba todos los días tres periódicos y los leía todos y yo mirándolo.
Recuerdo que teníamos una cesta llena de periódicos y revistas. Y yo adopté la postura de mi padre de leer periódico. Fue el periódico quien me enseñó a tener mis propias opiniones.
Mi parte favorita era la sección de opinión, economía y cultural.
Ahora el señor del kiosco vende maíz tierno (pero cuando lo miro, es como ver a ese hombre de ayer, vendiendo periódico). En las avenidas ni un joven vendiendo periódico. Se desapareció de la ciudad.
Y los que están en circulación tienen un precio muy elevado, y son tres cuatro páginas. Y lo peor que no dicen nada, parece manipulada la información.
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Hogareña
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