Paso mis manos por mi cabellera y miro al cielo nublado, la humedad se siente en el ambiente mientras el silencio se pasea a los alrededores.
Como cuando llueve la tristeza me golpea fácilmente, a pesar de la brisa que estremece los árboles y el dulce aroma del invierno me traen recuerdos hermosos, y quisiera dormir.
Dormir para soñar, esos anhelos que me imaginaba desde niña y que todavía no he podido vivir. A pesar de que siguen allí intacto como ayer, como hoy, como en este momento al recordarlos y el corazón se me pone chiquitico.
El mundo se me escapa de mis manos y me repito que la vida es dura, las opciones son pocas y el esperar tampoco vale la pena. Subir otro peldaño es más duro que el anterior y se hace más difícil seguir adelante hacia un futuro incierto.
No hay culpable, quisiera echarle la culpa a alguien para salvarme, pero las cosas se dieron así y lo demás es tontería.
De pie aquí, en este cielo sin sol ni estrella, dejando que la brisa rosen por mis mejillas y los dedos moverse en el teclado.
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Hogareña
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