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Muchas promesas todavía
sin cumplir a pesar de mis esfuerzos, pero me quedan muchas ganas para echar
para adelante porque como dice mi mamá que “lo único que nos detiene es la
muerte” y mientras tengamos vida hay esperanza y mientras haya esperanza hay
sueños y esos sueños que deseamos que sean realidad.
Mis sueños no son algo extraordinario, es igual que los tuyos y de otros, nada de ir al espacio, de volar, de ser inmortal, ni cosas que sean imposible, solo mucho Amor, Salud, Bienestar y Paz, junto a los seres que tanto amamos, siempre resolviendo cualquier problema que nos lleguen sin renegar de nada.
Otros corren como conejos bajo la tierra ardiente, quema que arde y arde que quema, de tu paladar salen palabras, eso es verdad, yo la escucho con atención y no las entiendo ni un poquito, por más que las intentos una y otra vez. Caminar por el mismo sendero que lo hiciste tú y descubro lo que transmite tu mirada triste, allí está acongojado, sin aliento, algo me dice que te quieres ir, la vida misma note deja, existen mucha gente felices, escuché de alguien decir que quiere ser tu esposa y tú sutilmente con aquella sonrisa que encanta a los más astuto dijiste con oraciones frágiles como el cristal que no sería fácil ser tu amante. El gusanito sale de la tierra a tomar un poco de sol, junto a la hoja verde que se halla en el jardín de Polonia, es ocurrencia de una niña salir desnuda a la calle para pedirle a la madre que le busque aquel vestido rosado de lazos en la cintura, quiero entrar en tu mundo y comprender de una vez por toda lo que está pensando en este instante, mañana no estaré y tú serás quien descubra cual es la finalidad de estar vivo, enriquecido por la belleza del sol, la luna y las estrellas, el agua que es necesaria para la existencia, ¿quién es más inteligente? todavía no lo sé,siempre tan amable como la cigarra cuando espera a su esposo en la puerta de la cueva, el charco repleto de ranitas que saltan de aquí para allá, está muy fría la mañana y todavía tengo deseo de tomarme un poco de café recién colado en aquella taza de tapara bien curada con hoja de chaparro, en el monte, los pájaros canta y las gallinas ponen huevos en donde están los palos de yuca, al lado de los cochinos de don Simón, y varios niños corriendo sin zapatos, el pequeño se quedó atrás llorando llamando a la madre cansada de trajinar en la cocina y a la abuela le faltan los dientes de adelante es por eso que come el corazón de maíz pilado y las conchas sus hijos tienen que masticarle la comida en la boca para luego dársela con cucharilla, a doscientos metros por el camino de mi tío Nicolás está un pozo que sale una culebra con escamas resistente a las balas y mi prima hace su casita con sábanas viejas que le dio la abuela, allí ha acumulados muchas latas de leches y se hace difícil cuando nos caen las naranjas en la casita y la rompe, siempre quise una muñeca de trapo, la misma muñeca que mi abuela le hizo a esa prima amada por mi papá, y ahora que no le tengo miedo de expresarme mi sentimientos no le puedo decir nada a la abuela porque está muerta, tiene años muerta, estaba muerta en vida cuando sus hijos la sacaron del campo y después se murió porque no soportó vivir en esa miserable vida que la sorprendía cada amanecer junto a la cama de la tía y no en el aurora del campo cuando el sol le pegaba por el ventanal de madera.
A un niño le picó
cientos de avispas por haberlas molestado ahora nosotros pasábamos con cuidado
para no despertar furia del enjambre, la marea subió y cubrió el camino por
donde nos escapábamos para ir a la fiesta de San Juan, pasamos toda la noche de
frío, de risas y asustada porque papá nos esperaría con la correa en la mano y
como profeta se cumplió lo que habíamos predicho, nunca me gustó el revoltillo
de huevo las veces que los como vomito y paso el día con dolor de estómago,
menos las morochas que se lo comen y hasta se comen mi comida a cambio de una
moneda que siempre guardan en su cartera de papel, allí también tienen muchas
figuritas que le regaló José el novio Nuvia la trajo de los cerros de Caracas
con su maletín lleno de almendras y nos las comimos a escondida, ni cuenta se
dio porque estaba besa que besa con José, se fue la luz y nos escondimos en los
muebles rojo de peluche y allí me llevé un susto cuando Leo con un pluma me la
pasó por la oreja y pensé que era una cucaracha. En el río Caroní nos bañábamos
con una perola en las piedras, mientras que los demás niños se zambullían en el
agua y corríamos en las hectáreas de mangales que nos daba sombra mientras
pasaban los buques de Japón, el hierro del Pao, la carretera de muchas curvas
nubladas a veces podía adivinar la distancia de los carros cuando pasaban por
la casa de barro y cocina de leña, ollones de sopa de red olorosa a orégano
fresco que tomaba del patio de la casa, cuando dormíamos en casa de Aidé nos
mecíamos en el columpio bajo la mata de tamarindo, lleno de charco y la mata
corroída de comején, mientras jugábamos al escondite esperábamos ansiosamente
que pasara el tren repleto de hierro, dos o tres veces al día, los sentíamos venir
cuando la tierra comenzaba a moverse y la corneta a sonar para que se detuvieran
los carros.
Salí por el corredor
brincando en el ritmo de la música infantil que salía de mis labios, para no
pisar los dibujitos rectángulados de las lozas como de costumbre y así llegar a
la casita de muñeca. Se batían sobre mis hombros las dos clinejas que con
esmero mi madre se afana cada mañana antes de dedicarle largos ratos a los
cuidados de las matas. Me senté en la arena
con el mismo entusiasmo de Marieta, siempre con su vestidito blanco de
puntitos rojos, y faralao en los borde, de ondulada pelambre amarilla con un
tremendo lazo rosado por cada lado, es cuando me recuerda que alguna vez
envidié tener una muñeca negra de trapo que la abuela le hacía María y que por
aprensión a mi desprecio porque según ella mi padre me obsequiaba muchas
hermosas muñequitas rubias, jamás quiso hacerme una y yo por dentro me moría de
ganas de tenerla entre mis brazos, con las mismas clinejas que luzco, con tanta
elegancia a los que llegan a casa, peor aún,
nunca pude decirle que deseaba esas muñeca más que nadie, más que María
que jamás supo apreciar sus regalos y rápidamente las olvidabas. Después de
coser el último punto, orgullosa, ansiosa,
cariñosamente la abuela se las entregaba cansada por tan trabajo
minucioso, enseguida María las dejaba en un rincón, bajo las cajas corroídas
por las cucarachas, era cuando yo las sacaba para jugar a escondida de la mirada
de mi prima y de la mismísima abuela, le trincaba las trencitas a tan bellas
muñequitas, con lazos y tiras de retazos de telas que le sobraban de los
recortes de costura, bajo el sillón de la abuela.
Mueve continuamente el
arrugado rostro, siempre que desea escuchar al que está a su lado, sobre todo
tratándose de mí, en su murmuro
constante dice que le hago perder la paciencia y se malhumora si me atraso en
la búsqueda de sus lentes en aquel escaparate lleno de papeles amarillentos. La
lentitud de las manos pecosas delatan la experiencia en el quehacer de la vida,
optimista el aventurero aprovecha la bondadosa oportunidad a cuesta cansado por
el trabajo agotador acumulado por el día a día, se coloca aquellos vidrios haciendo
lejos el misterio escondido en esos ojos transparentes perdidos en el
transcurso del tiempo, se regocija en la calidez de la satisfacción de haber
logrado la misión en este mundo. Se recuesta en la mecedora de mamá, siempre
sonriente al lado de las orquídeas que trajo de Canaima, colgadas en macetas y
pedazos de troncos podridos, y como si ellas les hablaran pone atención en los
pétalos morados rayados por el dorado resplandeciente que sale del pintoresco
blanco y el umbral del tallo verde. Me levanto con cuidado para no despertar a
caramelo pero este abre los ojos, alza la trompa y ve alejarme entre los
enormes helechos del horcón de la esquina, y el desgastado hombre ríe con engreimiento y dice:
Cada mañana se levanta
silbando, cuelga el paño en la lavandería y a pesar de los miles de baños que
se eche siempre tiene el mismo olor antes del baño, guarda el cepillo en la
caja arrinconada, al lado de las herramientas del conuco, se mira al espejo muy
de cerca y espera en la cocina la primera taza de café. También yo espero un no
sé qué, con el uniforme bien limpio, camisa blanca, falda azul marino y unas medias que me llegan
hasta las rodillas, desde luego, que él me ensaña algunos trucos con la moneda,
escondiéndola en la manga de la camisa, preguntándome todavía cómo hace para desaparecerla,
permitiéndose hacer el esfuerzo de crear el mejor recuerdo de mi niñez.
En sus ojos grises, veo
reflejado la armonía que deja plasmado la vehemencia del verdadero amor entre
el espíritu, la naturaleza y la vida misma. Lo miro, lo miro, lo miro y no dejo
de mirarlo, sus temblorosas manos para desatar el lazo de Marieta, la menuda
sonrisa de sus labios, resignado por el venidero futuro y convencido de la
sabiduría adquirida a través de los años, es merecedor de lo mejor del mundo,
así es el abuelo, lo tengo presente, es mi héroe, mi consentido, mi amigo.
Mientras sacudo el
polvo de los adornos de la repisa con el pañito húmedo casi negruzco, me disipo
en la soledad que me atosiga en cada muñequito que cambio de lugar, pienso en
cualquier hombre que camina por la avenida principal y se pierde en el gentío
cuando llega a la redoma y cruza a la derecha, en la mujer engalanada con
aquellos zapatos de tacones puntiagudos estimulada por el coqueteo cuando
siente que la observan con admiración, en el niño que llora en brazos de su
madre esperando el cariño, en las cientos de mariposas que revolotean en las
flores silvestres en medio de algún sendero del campo, en la magia de las
estrellas con su singular luminosidad titilante cuando cae el anochecer, en la
brisa que golpea en los ramales que cuelgan en cualquier riachuelo y todo
aquello que se me viene a la mente sin poder detener todo ese misterio de la
vida, y es exactamente allí cuando mi corazón comienza a latir más y más
fuerte, las ideas llegan unas tras otras y la locura se apodera de mí. Sin
mediar agarro un lápiz, más atrás varias hojas sueltas y mi mano ansiosa vuela
en la imaginación acompañada de la fuerza exorbitante de la cascada del Niágara,
de algún rincón curioso de la comunidad Luba de África, de la genialidad
intelectual y días de trabajo arduo para
mantener en pie la torre Eiffel en Europa, en las bondades de las cordilleras del
Himalaya en Asia, en las ciudades abandonadas en Jerusalén, en el bravío río
Orinoco en mi propia ciudad, y jamás termino de pensar, pensar, pensar y
escribir, escribir hasta sentirme a gusto.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuBVJhXED-Ff0E0rOJy46atUkPTzTmPyClnbc6mAif-71cHvn4KOsJbkEQ0EwLtx0ltXSagum1ElXRXw6MjqWxQL-91oxmGxTxTL7J3k0b1luOjqCRJjsOBDvbo3U8K_y2Ssoi9LvH0VGd/s320-rw/DCP_0022.JPG)
Esto me recuerda que en
la cotidianidad de los días se vuelven reglas que cumplir, asignación en el
transcurso de los días que se convierten en semanas, meses y años, y nos
volvemos desquiciados si algo se sale de control, opacando la alegría y el
significado del por qué estamos aquí. Puede ser algo inesperado, un evento
familiar, un nuevo miembro a la familia, un viaje para cualquier lugar, las
tradiciones de los años, alguna tragedia, lo que sea, y todo nuestro mundo se
pone de cabeza sin ninguna dirección clara, cargada de muchas emociones.
Al principio de cualquier
conversación se vuelven el interesante del grupo o mejor dicho el genio, y ese
es su punto de la debilidad, le gusta que los demás lo admiren, lo elogien y lo
veneren, pero entre tantas interrupciones en cada coloquio y el intelecto a
flote sin disimulo de aquel presumido, aburre a los que tienen al lado, más
bien provoca decirle –Oye tú… bueno ya sabes…. Me das flojera…. ya sé que eres
un sabiondo pero cállate por favor, también queremos decir algo, −o mejor le
decimos –Que tal hermano, donde aprendiste tantas cosas, me alegro por ti, pero
cuando quiera tu opinión yo te la pido… −y si le decimos mirándolo fijamente a
los ojos −eso, ya lo sabemos… no somos tan quedao, −o decimos solamente tres
palabras –no nos interesa−, sin embargo, nos quedamos callados en la prudencia
que nos caracteriza meditando si le damos una patada o nos damos la vuelta y dejamos
el pelero, mientras que el “guaca” por así decirle, en su vanidad sigue bla,
bla, bla, bla… y nosotros −¡ajá!, ¡está bien!, ¡qué bueno!, ¡verdad!, ¡en
serio!, ¡adiós!, y todo aquello que se nos ocurra decirle para salir del paso.
Al pasar los días cuando lo vemos venir como pavo real en el coqueteo de la faramallería
disimuladamente le damos la espalda en la elegancia de la decencia sin querer
menospreciar.
Comprobé que no
estaba equivocada, y sintiendo el poderío venir sobre mí, mi piel se enorgulleció,
mis cabellos estaban confiados, mis pies presumían de la gloria y pensé muchas veces jugarle una broma, pero recordé que una vez también estuve en sus
zapatos y no fue tan agradable tal encuentro, así que dejé el lápiz en el mismo
lugar, escondí el papel y me tercié el bolso, luego, me acomodé el cinturón y
salí de prisa para evitar decirle que la pura verdad no sabe nada y le falta
mucho tropiezos para aprender, además quien soy yo para arruinar el ciclo de la
vida, porque aún, si le digo algunas cosas jamás lo creería, hasta que los
errores le enseñe quien tiene la razón.
Lo podemos ver en la piel que se desgasta de a poquito, está
allí envejecida y muestra las huellas que hemos vivido, no se puede esconder ni
maquillar, porque siempre delatará lo que verdaderamente somos, lo que hemos
transitado, más sabios o menos cultos, siempre pasa un instante.
Como esconderse o pasar
de largo sin ser percibido, escaparse del tiempo, jamás se podría por más que
quisiera, más bien, deleitarse con intensidad, con alegría o con la tristeza a
cuesta, pero hay que vivirla como nunca,
de ella quedaran el significado por este mundo, de lo que seremos, de los que
vienen detrás de nosotros, esa herencia que recibimos de los que ya han vivido
el instante, sea como sea, el concierto de un gran artista, la novela leída, la
fama obtenida, mantener todo en orden, el estrechar de manos para obtener el
título, horas y horas de trabajo arduo, el abrazo de la familia en el año
nuevo, el caminar por el parque, el besar a quien se desea, el reír al lado de
buen un amigo, gozar de un baile, ver una película, querer estar solo… o al
contrario, cruzar la avenida nervioso, llorar por la pedida de un ser querido,
sentir que el corazón de pone chiquitico cuando no vemos salida de un problema,
la despedida de un buen amigo, ir al cementerio, ser humillado o fracasar en un
proyecto… y ese instante está allí acompañándonos sin remedio ni calmante, pero
hay que vivirla lo mejor que pueda.
Es como montarse en una
montaña rusa, en subidas, bajadas, curvas y rectas, todo pasa en un instante,
todo queda en los recuerdos, solo tuyos, de nadie más, ningún ladrón te lo
puede robar, luego, la muerte y ese instante se desaparece, pero como
apartarla a un lado, jamás lo haría, aunque ninguno en el mundo la recuerden.
Los buenos o malos
ratos vienen y van, el nacer o el morir queda atrás, la felicidad o el dolor marca un nuevo comienzo, las sonrisas o
las lágrimas lo borra todo, el amor o el odio muestra un camino, el reparar o
el desgarre de un corazón herido depende de nosotros, el risueño o melancólico
rostro da mucho que decir de ti y de mi, y el espíritu se va, el alma se
esconde y el cuerpo se desvanece como se desvanece las cenizas, sin medida, sin
sabor, en el pasado, solo quedará las enseñanzas que guardaremos con delicadeza
como si fuera una copa de cristal y quizás nadie recordará después de un tiempo
porque el artista de nuestro propio instante quedó en el olvido.
Lo que más cuido es
cometer algún error ortográfico y la coherencia de lo que se quiere transmitir,
la piel se me pone de gallina al darme cuenta del “horror” cometido en un
escrito que podría ser bellísimo, es por eso, que lo más importante para el
quien escribe es tener a mano un libro de gramática, no una gran cosa sino con un
librito pequeño basta para consultar, un diccionario que pueda despejar
cualquier duda que tengamos, yo tengo una edición del 2009 ya desgastado. Sin
embargo, se escapa de nuestras manos una gran “metía e´ pata” sin darnos
cuenta, perdiendo el léxico, la elegancia y todo aquello que con esfuerzo nos
ha costado conseguir. Yo soy una de esas que mete la pata a cada rato, es por
eso que cuando escribo dejo pasar dos días y vuelvo a leer para corregir.
Emociones encontradas,deseosa para que este momento llegara y ya llegó, es ahora, lo estoy viviendo…pasé toda la noche sin poder dormir, el día sin conciliar la paz, las veces quetraté en no pensar y pensar, volvían una ventana, otra ventana y otra más y porfin el Blogger, y aquí estoy como niño comiendo caramelos… de todo corazón comomuchacha que besa por primera vez, les doy la “BIENVENIDA”, espero que lesguste y hago reverencia a mis nuevos amigos… “BESOS”