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BLA, BLA, BLA, BLA
Al principio de cualquier
conversación se vuelven el interesante del grupo o mejor dicho el genio, y ese
es su punto de la debilidad, le gusta que los demás lo admiren, lo elogien y lo
veneren, pero entre tantas interrupciones en cada coloquio y el intelecto a
flote sin disimulo de aquel presumido, aburre a los que tienen al lado, más
bien provoca decirle –Oye tú… bueno ya sabes…. Me das flojera…. ya sé que eres
un sabiondo pero cállate por favor, también queremos decir algo, −o mejor le
decimos –Que tal hermano, donde aprendiste tantas cosas, me alegro por ti, pero
cuando quiera tu opinión yo te la pido… −y si le decimos mirándolo fijamente a
los ojos −eso, ya lo sabemos… no somos tan quedao, −o decimos solamente tres
palabras –no nos interesa−, sin embargo, nos quedamos callados en la prudencia
que nos caracteriza meditando si le damos una patada o nos damos la vuelta y dejamos
el pelero, mientras que el “guaca” por así decirle, en su vanidad sigue bla,
bla, bla, bla… y nosotros −¡ajá!, ¡está bien!, ¡qué bueno!, ¡verdad!, ¡en
serio!, ¡adiós!, y todo aquello que se nos ocurra decirle para salir del paso.
Al pasar los días cuando lo vemos venir como pavo real en el coqueteo de la faramallería
disimuladamente le damos la espalda en la elegancia de la decencia sin querer
menospreciar.
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