ALGO ESPECIAL
Los comandantes Mario y Juan, subieron los
escalones, para luego seguir por el pasillo y tocar el timbre de la mansión Del
Monte. Observaron que la puerta estaba entre juntada por lo que le parecieron
extraño que la puerta estuviera abierta, por lo que pasaron inmediatamente con precaución y se dirigieron a la cocina y no estaban los empleados.
Mario Y Juan se miraron por lo que se
dividieron registrar la casa. Juan se fue para la piscina mientras Mario subió
las escaleras, y entró en todas las
habitaciones por lo que pareció sospechoso que no se encontrara nadie en casa.
Bajó las escaleras y caminó por la sala de recepción y también estaba sola,
Volvió a la cocina y no vio a Juan. Para su sorpresa el detective Juan también
había desaparecido, por lo que el
instinto le dijo que algo sospechoso surgía desde la piscina. Sacó el arma y le
quitó seguro y caminó con prudencia hacia la puerta trasera y no faltó mucho
que escuchó un ruido. Y provenía del sótano, siguió caminando poco a poco hasta
abrir un poco la puerta y se asombró al ver a un hombre negro con máscara de
porcelana.
Mario siguió caminando y se escondió
detrás de unos muebles viejos, Y escuchaba voces:
-No aguanto más… y todo este dolor que
llevo por dentro –decía el hombre negro.
Mario alzó un poco más la cabeza y vio al
detective Juan atado en una silla con sus manos y pies atados. Mientras que el
hombre de negro seguía diciendo descontroladamente:
-Todo este tiempo siempre lo supiste y
nunca me lo dijiste… dime porqué… dime…
Era Rafael quien se encontraba amarrado en
otra silla.
-Te burlaste de mí, tú lo sabías,
estuviste conmigo todo este tiempo y jamás tuviste la mínima compasión de
decírmelo… y por eso te voy a matar
Rafael tenía la boca tapada, y miraba al
hombre de negro queriendo hablar.
-Mira lo que me convirtió, en este
despojo, haciendo cosas que no me gusta, obligada y atada a una mujer que no me
quiere, pensé que me iba a querer haciendo lo que ordenara y en cambio a eso me
he convertido en su esclava…
El hombre de negro le dio una cachetada a
Rafael y volvió a decir:
-Creo que es tiempo que te vayas Rafael
El hombre de negro agarró un cuchillo
mientras que Mario le habló fuerte y dijo:
-Detente allí
El hombre de negro miró a Mario para luego
ponerse detrás de Rafael y decir:
-Si haces algo lo mato, baja el arma.
Mario no dejaba de apuntar al hombre de
negro mientras éste desató a Rafael poco a poco y lo levantó.
-Vamos a negociar –decía Mario
-No tengo nada que negociar, baja el arma
y tírala, vamos detective, hágalo
Mario fue bajando el arma hasta sentir un
golpe en su cabeza. Mario cayó al piso y el hombre de negro salió de la habitación
con Rafael. Los dos se salieron del depósito quien se encontró con otro hombre
vestido totalmente de negro y cara de porcelana. Por lo que los tres huyeron la puerta
principal, pero él quien llevaba a Rafael se paró y dijo:
-Tengo que terminar este trabajo.
Mientras el otro le dijo:
-No no, no… no lo ha ordenado nuestra
diosa –dijo el otro hombre de negro
-Ya no quiero seguir sus órdenes, me ha
envuelto en sus engaños, se aprovechó de mí y mis sentimientos hacia ella…
-Déjalo por favor… Rafael no es culpable
-Sí tiene culpa.
Quien llevaba entre brazos a Rafael trató
de apuñalarlo mientras que el otro trató de detenerlo por lo que se llevaron a
las manos. Rafael salió corriendo.
-Déjame, déjame terminar con todo esto, ya
no quiero saber nada de toda esta mentira, todo fue un engaño
-No es así.
En eso llegó Mario y Juan quienes se
encontraban sin armas porque se lo habían quitado los hombres de negros antes
de salir. Quienes tuvieron que acercarse poco a poco y al ver que estos hombres
negros estaban entre golpes le cayeron encima pero uno se escapó.
Mario y Juan cansado por los esfuerzos que
hacían el hombre de negro le quitaron la máscara de porcelana y era Diana,
quien con lágrimas y gritos decía:
-Mátenme por favor, no quiero vivir,
mátenme.
-¡Es usted! Usted es cómplice de rosa roja…
la vi una vez en el cementerio.
-Yo soy ella… la rosa roja, mátenme, por
favor…
Por más que trataron en ese instante de
sacarle otras palabras a Diana solo le salían de sus labios:
-Mátenme, no quiero vivir.
SEGUIDO DE TI
Entre balas entrecruzadas Regia cayó en
los brazos de Gabriel, mientras éste trató de auxiliarla. Más allá cayó en el
suelo Helena, quien había hecho dos disparos contra Regia y que solo le rozó el
brazo, y sólo bastó un disparo en el pecho para que Helena cayera en el suelo.
Ella se desangraba en el suelo, mientras Gabriel trataba de revivir a Regia.
Sin saber y cómo pero Gabriel le salvó la vida a Regia. No faltó mucho para que
Ignacio apareciera y se llevara a Regia al hospital y más atrás Gabriel con
Helena, quien también se encontraba con vida.
-Déjala morir… la voy a matar ahora mismo –Decía
Ignacio
-Usted no va a matar a nadie, encárgate de
Regia que yo me encargaré de ella
De alguna forma Gabriel no tenía el valor
de cometer un asesinato por más que lo deseaba, supo que no era de mal
sentimiento y que jamás podría vengarse de esa mujer que le había hecho tanto
daño, pero que tampoco podría seguir a su lado alimentando ese odio que no lo
dejaba vivir en paz.
¡COMO UN PAÑUELO!
El humo a cigarrillo se esparció por doquier,
vasos de bebidas alcohólicas se encontraba por todos lados y su olor penetrante
de delicia para Uriel quien disfrutaba de una noche de éxitos después de tantos
días de mala racha le parecía la gloria, Delia había conseguidos dos chicas
más, entre ella a Flaquita, quien con su porte de latina caribeña llamó la atención
de muchos hombres. Ella era vivaz, jovial y coqueta que enloquecía con su
mirada a muchos hombres. Delia recobró su sonrisa y era la misma mujer alegre
de todas las noches en escenario.
Casi cerraba el local cuando llegó Rafael.
Uriel se extrañó de su porte y lo harapiento que se encontraba por lo que se
dirigió hacia él.
-¿Se encuentra bien Jefe?
-No, no estoy bien Uriel, por favor dame
un cuarto.
Más allá salió Raquel de su camerino para
irse con David y que se puso tan nerviosa al ver a Rafael.
Raquel ayudó a Rafael a llevarlo a una
habitación y lo recostaron en la cama.
-Me tengo que ir –dijo ella.
Rafael le tomó de la mano y le dijo:
-No te vayas, quédate conmigo, por favor,
si por eso vine hasta aquí.
Raquel se puso nerviosa y le contestó:
-Te dije que estoy comprometida.
Esa noche en que festejaba el no haberse
casado, en la salida de su celebración, se encontró con Raquel, quien se la llevó
al hotel donde supuestamente pasaría su luna de miel y la pasaron juntos.
No era la primera vez que estuvieron
juntos. Pero esta vez no era por negocio sino por placer y más que placer era
el cariño.
Raquel estaba nerviosa porque no sabía en quien elegir, pero que en ese instante todo le pareció claro y fácil. El cariño que sentía por David era incondicional y transparente pero el amor que había surgía hacia Rafael era diferente, desde siempre lo sabía. Desde esa noche de pago, unos cuantos ceros puesto en la mesa de noche después de estar juntos que para ella significó más sentirlo que por trabajo, pero sabía que era un hombre prohibido por lo que en silencio dejaba que tiempo curara ese sentimiento.